3.

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Me levanté con el sonido de la alarma de mi celular, la puse cinco minutos más y volteé la almohada para encontrarme con su lado frío contra mi cara. «El cielo.» Esas eran las pequeñas cosas cotidianas que me hacía feliz: darle la vuelta a la almohada, oler a los bebés, acariciar un perro de un desconocido en el parque, poner la alarma cinco minutos más y etcétera.

El sonido de la alarma volvió a escucharse. Gruñí con los ojos cerrados aun y la puse cinco minutos más. A este paso terminaría llegando tarde, y por un lado eso quería. ¿Cómo le daría la cara a Brice? Bueno, la verdad era que no quería verlo, no porque tuviera miedo de que pudiera decir de mí, el tipo ni siquiera sabía quién era yo y no creo que lo supiera luego.

Aunque algo me hacía dudar, él dijo: «¿Nos conocemos?» o sea que... ¡Me reconoció! Aunque sea un mechón, pero lo hizo. Esa esperanza atravesó mi pecho como un rayo de luz. Como si fuera lo mejor que pudiera pasarme. «Se ha fijado en mí.»

―Sí, es posible ―la voz de Finnick resonó en mi habitación matando el rayo de esperanza.

―¿Lo ves? Ahora no pienso que sea una posibilidad. Lo arruinas todo, Finnick ―hablé con mi cara aplastada contra la almohada.


―¿Yo? Disculpa, pero ¿fui yo la que subió corriendo a su habitación porque le estrechó la mano a Brice Sommers? Tú te descalificas sola, querida.

Suspiré ahogándome en la almohada.

―Lo sé, soy patética.

―Lo eres. Estabas tan desesperada que ni siquiera actualizaste el blog.

Levanté mi cabeza rápido y la vi parada frente a mí con los brazos cruzados. Un flash golpeó mi cerebro: no había escrito anoche, ¿y por qué no lo había hecho? Ah, sí, porque estaba muy ocupada metiendo la cabeza en el piso como un avestruz por culpa de Brice. Miré a Finnick.

―¿Tengo tiempo aun?

Ella miró el reloj de mi mesa de noche.

―Como veinte minutos.

Corrí fuera de la cama y me senté en la silla de mi escritorio. Abrí mi laptop e ingresé a la página. Una nueva hoja se encontraba frente a mí, lista para escribir en ella.




¿Y qué aprendimos ayer?

Primero: nunca hablar con CW [El psicópata (8)], te pueden castigar, y no es bonito pasarte todo el día encerrada con él en una misma sala. El tipo está demente.

Segundo: antes de aceptar estar presente en una cena especial, con tus padres, asegurarse de preguntarles quiénes son los invitados, a qué se dedican, si tienen hijos, a qué son alérgicos, su tipo de sangre, si son los padres de BS {crush<3} y ese tipo de formalidades.

Tercero: nunca rebelarse contra tus padres mientras BS está en el baño, estrecharle la mano como si fuera un leproso y luego huir a encerrarte como una cobarde.

Y cuarto: nunca dejes que Finnick te dé consejos. Hay días mejores que otros.

Paz y amor.

*Teddy :)





―Listo ―me dije a mí misma cerrando la laptop.

―Quince minutos ―anunció Finnick.

―Mierda.

Corrí hasta el baño. Me di otra de mis duchas estilo flash y me vestí rápido. Pronto mamá vendría por mí y no quería hacerla esperar. Bajé las escaleras de dos en dos y me moví en dirección a la cocina. Podía oler el aroma de las tostadas francesas de los martes. Pero también podía oler que yo no comería tostadas francesas, porque papá uno cocinaba hoy y estaba enojado conmigo.

―Buenos días ―dije en cuanto entré.

Papá dos me miró con sus ojos azules y me sonrió.

―Buenos días, Teddy ―saludó con un tono paternal. Me acerqué y lo besé en la mejilla.

Papá uno se encontraba sacando más tostadas de la tostadora, se giró y me miró con sus ojos avellana oscuros. Sabía que aún estaba enojado.

―Hija ―dijo en tono frío.

―Padre ―repliqué igual.

Nos miramos a los ojos. Él me miró, yo lo miré... Nos miramos.

―¿Alguien quiere jugo de naranja? ―interrumpió papá dos mientras servía jugo en dos vasos. De pronto oí la bocina del auto de mamá afuera.

―Comeré algo de camino a la escuela, mamá ya está aquí. ―Me giré hacia la puerta de la cocina.


―¡Ponte el suéter! ―gritó papá uno antes de que la cierre detrás de mí.

Pues sí, podemos estar muy enojados el uno con el otro, pero papá uno nunca dejará de ser mamá gallina.

―Hola, linda ―habló mamá en cuanto entré en su Audi.

―Hola, mamá ―saludé con un poco de pesadez.

―¿Y esa cara? ―Movió su mano sobre la palanca y puso el carro en marcha.

―Nada, ayer fue el peor día de mi vida. ―Llevé mis manos a mi cara y la restregué mientras en mi mente pasaban los sucesos de ayer como una película.

―¿Por qué?

―Bueno, primero me encerraron cuatro horas con el psicópata de Carter West por un castigo que ni siquiera merecía. Segundo, a que no adivinas quien estaba ayer en la cena especial.

―¿Quién? ―preguntó mamá interesada.

―Brice Sommers.

Nooo ―exageró mamá en un intento desesperado por hacer mi relato más interesante.

―Sí ―afirmé tapando mi cara.

―No inventes, ¿y qué hiciste?

―Nada, sólo corrí hasta arriba como si el tipo tuviera alguna enfermedad contagiosa.

―Dios, ¿y qué dijeron tus padres? ―siguió―. Una mejor pregunta: ¿por qué estaba él allí?

―¿Te digo la verdad? No lo sé. Creo que la mamá de Brice se va casar y papá uno va a organizar la boda. ―Pausé un momento―. Mamá ―la llamé. Mi mano derecha jugaba con los dedos de la izquierda y mi madre posó su mirada color esmeralda que me hacía recordar a la de Brice en mí―. ¿Tú crees que yo soy una chica normal?

―Claro que sí, querida, ¿por qué no lo serías? ―Alargó una mano para luego pasarla por mi cabello.

―Mi mejor amiga es mi madre lesbiana, ¿eso que te dice?

―¿Y qué si no eres normal? A Brice Sommers le pueden gustar las chicas originales. ―Encogió sus hombros. Yo sabía que trataba de darme ánimos, pero no funcionaba.

―No lo creo.

―¿Qué hay de Jake?

Giré levemente mi cabeza para verla. Mi ceño se frunció en gesto confusión.

―¿Qué pasa con Jake? ―pregunté.

―Nada. ¿No es él... lindo para ti? Solté una carcajada suave.


―No, es mi mejor amigo. Es lindo pero para otras chicas. Mamá, Jake y yo somos hermanos prácticamente.

Mamá sonrió a media y su mirada volvió a concentrarse en el camino.

―Lindo ―me dijo de manera divertida―. Eso es bueno, porque no tendrás más.

TEDDY (vol. I, II y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora