29.

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Llamé a Natalia. Ella y Adam nos esperarían a unas cuadras de la casa de mis padres. Se supone que me quedaría con mamá, pero mis padres insistieron en que volviera a casa, y yo sabía que me esperaría una gran charla sobre por qué estaba llegando tan tarde.

Y en efecto, cuando encendí mi celular, había un montón de llamadas perdidas, tanto de mis padres como de mamá y de Natalia y hasta una de Adam. Me sentía tan rebelde, pero la culpa por ponerlos a todos con los pelos de punta, preguntándose dónde estaba a altas horas de la noche, no me dejaba disfrutarlo.

Puse mis manos en la espalda de Carter y me impulsé para bajar de la moto. «Cuidado con el tubo de escape, cuidado con el tubo de escape.» Logré llegar a la acera con éxito. Él me miró con una sonrisa gastada. Creo que estaba un poco cansado, tal vez dormía temprano.

―Me divertí ―le dije mirando el pavimento. A veces me sentía segura y otras veces avergonzada. No podía entender ese cambio de emociones.

―Deberías, ganaste bastante dinero. ―Su carcajada me llevó a mi zona de confort de nuevo. Me reí junto a él.

Miré al otro lado de la calle. Estaba el auto de Adam aparcado esperándome y podía notar sus narices pegadas al vidrio, vigilándonos. Carter siguió mi mirada hasta allá.

―Debes irte, muñequita. ―Fijó sus ojos en mi cara.

―Y tú deberías besarme, aun lo estoy esperando ―solté algo cabreada.

No sé desde cuando empezó a molestarme que alguien no me bese, es decir, había pasado dieciséis años sin besar a un solo chico, definitivamente no me afectaría pasar más tiempo sin intercambiar saliva con alguien, pero cuando se trataba de Carter, la presión de esos dulces labios era terriblemente necesaria.

―Mmm, no te besaré. ―Sacudió sus hombros tranquilamente―. Nos hemos besado ya dos veces hoy, más el mordisco. Creo que una vez me dijiste que dos era mucho para ti. Debes estar sofocada, mejor me iré ahora. ―Él apretó la empuñadura izquierda y la giró.

―¡Oye, no! ―grité, tratando de detenerlo―. ¡Carter! ―volví a gritar. Él arrancó la moto y se fue derrapando por la calle a la que sólo iluminaban los faroles. Me sentí burlada y enojada.

Me crucé de brazos, atravesé la calle hasta llegar al otro lado, abrí la puerta del Prius de Adam y entré en el. Natalia estaba en el asiento del copiloto y Adam mantenía sus manos en el volante. Se miraban el uno al otro con un cierto brillo de complicidad en los ojos.

Sunshine descansaba en una silla para bebés a mi lado, en medio del asiento trasero. Me incliné un poco y besé su cabecita levemente ladeada. Sus ojitos estaban cerrados y se veía tan pacífica dormida.

Adam soltó una carcajada, y Natalia lo siguió. Él encendió el auto y lo puso en marcha.

―¿Qué pasó allá, Teddy? ―preguntó Adam.

―No quiso besarme. Es su forma cruel de jugar conmigo.

―June, pensé que habías dicho que era un idiota y que, bueno, prácticamente, querías castrarlo.

Resoplé recordando mis exactas palabras.

―Lo sé, lo sé... Ay. ―Tapé mis ojos con mis manos, ocultando mi cara escarlata. El teléfono de Natalia emitió un pitido agudo. Levanté mi cara y miré por la ventana. Nos estábamos acercando a mi casa.

―Oye, Sunshine y yo nos quedaremos hoy en tu casa, ya notifiqué eso. Tal vez quieras hablar de esto. ―La vi encogerse de hombros con una brillante sonrisa.

Me emocioné. Esto de la amistad entre chicas era algo a lo que me acostumbré realmente rápido.

―¡Sí! ―chillé de alegría―. Sí, sí por favor. ―Rodeé el asiento del copiloto con mis brazos, tratando de llegar hasta mi amiga y apresarla―. Gracias. ―La dejé ir y volví a recargarme en el asiento.

TEDDY (vol. I, II y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora