24.

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Llegué allí, y caminé por el angosto pasillo con la cabeza gacha. El lugar estaba iluminado, y era muy hermoso con sus paredes tapizadas y todas las fotos. Parecían fotos tomadas recientemente, no había fotos de Carter pequeño, o de él cargando a sus hermanitas recién nacidas, o de él y su padre. Decidí ignorar ese hecho. Ya me había metido con ese asunto una vez y no lo haría de nuevo.

Llegué a la puerta del fondo. Sin duda reconocía la habitación de Carter. Tenía un gran cartel amarillo de PASO RESTRINGIDO y una calavera dibujada en la puerta con alguna clase de spray. Aparte, claro, de que su nombre estaba escrito con el mismo aerosol a un lado de la calavera.

―Oh, vaya, eso es tan intimidante ―susurré sarcásticamente para mí misma. No daba tanto miedo como sus hermanitas.

Decidí que acabaría con esto de una vez por todas. Entraría a su asqueroso cuarto, aclararíamos los puntos para la exposición, me marcharía y no le vería hasta el día que tuviéramos que presentarnos en el salón de la profesora Stewart frente a los de sexto. Sí, eso era lo que pasaría.

Ignorando toda advertencia de paso que pudiera estar pegada en la puerta de la habitación de Carter, me atreví a tocarla. Lo hice tres veces, y la puerta se abrió.

Bueno, no le vi la cara. Mi mirada fue directamente a su pecho desnudo, cubierto por una serie de tatuajes que sólo Dios sabe que significarán. Fui bajando hasta su tronco, fuerte y muy bien trabajado. «Maldito, maldito, maldito.» Sólo estaba usando jeans.

¡El tipo estaba medio desnudo! ¡Me estaba esperando medio desnudo en su habitación! Esto era el colmo.

―Muñequita, que gusto verte. ―Abrió la puerta, dejándome ver la habitación―. Pasa ―me pidió como si no estuviese medio desnudo.

Yo vacilé al poner un pie dentro de la habitación, pero al fin lo hice, no importaba cuanto temblaran mis rodillas o cuanto sudaran mis manos, yo debía terminar con esto.

Mi mirada viajó por toda la habitación. Era una habitación normal, no había posters de mujeres desnudas, no había posters de motocicletas, sólo unas paredes pintadas de azul claro, un escritorio de madera blanca con una laptop sobre este, una lámpara de lectura, una cama individual con sábanas a rayas verdes y azules, y sonaba una especie de rock suave que no logré reconocer. Y el aroma que inundaba la habitación era, por supuesto, el de Carter: mentas y cigarrillos, pero era embriagante y agradable, por así decirlo. Aparte, había una pizca de loción masculina en el aire, lo que significaba que acababa de bañarse, ya que su cabello estaba mojado y él terminaba de pasar una toalla por este.

―Te gusta mi habitación ―afirmó él, haciendo que me diera la vuelta―. Eso es bueno. ―Me guiñó un ojo.

No podía creer lo que estaba haciendo. Eso era... no sabía cómo llamarlo. Él me estaba coqueteando, sabiendo que yo lo había visto con la señorita King. Pero no dejaría que viera cuanto me había afectado, así que puse mi mejor sonrisa y se la dediqué.

―Sí, es linda. ―Dejé mi bolso en el escritorio y suspiré―. Deberíamos empezar ya, ¿qué es lo que tienes?

Él estaba inexpresivo. Sólo tomó un cuaderno que descansaba en la cama y me lo entregó.

―Esas son mis notas. Léelas y luego me dices qué te parecen.

Les eché un vistazo. Su letra cursiva y perfecta me recordó al papelito que había puesto en el bolsillito de la funda de mi teléfono. Empecé a sentirme enferma de nuevo.

―De acuerdo ―dije yo, y mi voz salió ronca. Eso había sido inesperado.

―¿Estás bien, muñequita?

―Sí, Carter, no tienes nada de qué preocuparte ―le dije, sonando tan segura, que me lo creí yo misma.

―No lo creo. ―Metió sus manos en sus bolsillos―. Contigo nunca sé que creer, muñequita. ―Se acercó a mí.

―Entonces no lo creas, es igual. ―Me encogí de hombros sin quitar mi mirada del cuaderno. En realidad no sabía siquiera qué era lo que estuviera leyendo. Sentí cómo sus manos me quitaron el cuaderno, lo echó a un lado en la cama y tomó mis hombros para hacerme verlo a los ojos.

―Lo siento, June. ―Sus palabras fueron un suspiro.

―¿Por qué te disculpas? ―pregunté, queriendo corroborar lo que yo creía.

―Por lo que viste en la biblioteca. Estaba enojado. Me rechazaste... eso nunca había pasado.

Fruncí el ceño.

―Pensé que no salías con nadie.

―Siempre salgo con chicas mayores o que no estudian en el Collins. No soy un fracasado, June.

Abrí mi boca en sorpresa. Prácticamente me estaba llamando fracasada a mí, y yo que pensaba que él era un marginado.

―Ya, no es que tú lo seas... ―Parecía haber leído mi mente―. Pero... ―Gruñó y me soltó. Se alejó pasando su mano a través de su cabello, aun mojado―. ¿Por qué dejaste que te besara?

No podía creerlo, me había estado espiando.

―¿Lo viste? ―pregunté atónita.

―Por supuesto que lo vi ―dijo casi gritando―. Y sinceramente no sé por qué me afectó tanto. Sólo quería ir ahí y molerlo a golpes.

―¿Y en vez de eso fornicaste con la señorita King entre Historia y Ciencias de la tierra? ―Alcé una ceja.

Él me miró y soltó una risa tonta.

―No pasó nada entre ella y yo... Teddy. ―Era la primera vez que el me llamaba así. Me paralicé. Sonaba tan tierno y sensual viniendo de sus labios―. Mmm... Tania Ella Dunphy- Darrell-York. ¿Por eso Teddy? ¿Por las iniciales?

Mi cara se tornó escarlata. Sabía que él podía notarlo. Asentí tranquilamente.

―Lindo. ―Se fue acercando a mí. Yo no había olvidado el hecho de que él seguía medio desnudo―. Aunque pensé que era porque dabas abrazos de oso. ―Alargó su mano y acarició mi mejilla con sus nudillos. Sus guantes estaban en sus manos. Desvié mi mirada para no tratar de verlos.

―Me dicen así desde que tengo uso de razón ―expliqué tontamente.

―Eso es genial. ―Él estaba tan cerca... podía sentir su aliento dando en mi cara.

Él terminó de eliminar el espacio entre nuestros cuerpos. Deslizó su brazo detrás de mi espalda, me empujó con su mano hasta que mis antebrazos flexionados tocaron su pecho, y una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Lo miré a los ojos, esos ojos tan llenos de misterios, misterios que me moría por descubrir. Él esbozó una hermosa sonrisa.

―No voy a besarte, muñequita.

Sentí como cuando te estás quedando dormida y de repente te despiertas, como si te hubieras tropezado.

Sólo que peor.

TEDDY (vol. I, II y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora