7.

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Tiré a un lado mi abrigo y me senté apoyando mi espalda contra mi casillero y estirando mis piernas. En mi regazo estaba el papel que contenía toda la información de química que podría necesitar hoy. Lo tomé y comencé repasar:

«Un adulto promedio produce diario de 2 a 3 litros de jugo gástrico. El jugo gástrico es un fluido digestivo y ácido, secretado por las glándulas de...»

―Muñequita, hola. ―Vi a Carter sentarse a mi lado. Suspiré y tiré el papel a un lado.

―¿Qué mierda haces aquí? ―resoplé enojada.

―Sólo saludaba, perdón si te incomodó ―musitó algo ofendido.

De alguna manera me sentí mal. Al pobre lo excluyen todo el tiempo. A mí nunca me pareció que fuera mal tipo, pero me dejé llevar por los rumores. Lo juzgué mal, lo sé... Soy culpable sin atenuantes, pero puedo enmendar eso.

―No, lo siento ―reflexioné―. Es que estoy muy estresada. ―Levanté el papel y lo agité.

―Oh, el examen de química con Wolowitz, entiendo. He estado ahí, no te preocupes. ―Levantó las manos en señal de inocencia.

Asentí mientras una media sonrisa se dibujaba en mi cara.

―¿Pasaste el práctico? ―preguntó de repente.

No pude evitar sentirme impresionada por la pregunta. Pensé que él no era de esos chicos que le gustaba hablar de exámenes y calificaciones. En realidad no conocía a uno que fuera así. Incluso cuando hablaba con Jake acerca de esto, cualquier pregunta sobre el instituto que tuviera que ver con las clases, él trataba de desviarla y terminaba diciéndome algo como: «Por favor, termina el asunto rápido. No soporto otra charla sobre la maldita clase de biología y por qué debemos disecar animales.» A nadie le gustaba hablar sobre calificaciones, sin embargo, estábamos sacándolo aquí porque, o somos realmente fracasados o... somos fracasados, no hay otra salida.

―Sí, a duras penas. ―Apoyé la parte trasera de mi cabeza en los casilleros.

―Sí, lo puso difícil el bastardo ―puntualizó con rencor en su voz. No pude reprimir una pequeña risa―. Pero tú te vez una chica inteligente, que no está obsesionada con el lápiz labial ni tiene un contrato con alguna fábrica de maquillaje.

Sonreí.

―Cierto, pero las apariencias engañan. Por ejemplo, yo pensaba que si me acercaba a ti mi cabeza terminaría en un refrigerador, en una casa abandonada en el desierto o algo por el estilo, y mírame ahora, sosteniendo una amena charla sobre calificaciones contigo, algo que nadie creería posible.

Él se echó a reír, y yo junto con él.

―Bueno, tengo que darte la razón. Sé que me he creado fama. ―Se encogió de hombros―. Aunque muchas cosas no son ciertas.

―¿Cómo cuáles?

―No te diré. ―Negó con su cabeza.

―Oh, vamos ―traté de animarlo a decirme con un pequeño empujoncito―. Te prometo que no le diré a nadie ―le juré―. Pinky promise. ―Levanté mi dedo meñique.

Él soltó una pequeña risa y miró mi dedo, luego su mirada volvió a mi cara, sus dientes se engancharon a su labio inferior y sus ojos adquirieron un extraño brillo. Vaciló antes de llevar su dedo meñique hasta el mío y engancharlos.

―Eres irritablemente adorable ―masculló. Su aliento chocó contra mi cara, olía (como siempre) a tabaco y menta.

―Y tú deberías dejar de fumar ―reclamé cruzándome de brazos.

―Lo siento, mamá ―se burló él.

―¿Sí me dirás? ―cambié el tema sugestivamente.

―Claro, la promesa del meñique es la promesa del meñique,

¿no? ―Cabeceó en un gesto gracioso, me reí a mi pesar―. Bien... ¿Qué tal si tú me preguntas y yo te digo si es cierto o no?

Asentí. Llevé un dedo a mi barbilla y lo choqué varias veces contra esta, tratando de pensar cuantas cosas había oído de Carter por los pasillos del instituto Collins. Él parecía muy distraído con su mano muy cerca de mí, pero lo dejé pasar.

―¡Ya sé! ―exclamé cuando la idea golpeó mi cerebro. Él pareció exaltarse ligeramente―. ¿Es cierto que golpeaste al profesor Killighan (el de educación vial) y por eso casi te expulsan?

El soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.

―No, sólo me tropecé con él, un empujoncito nada más, pero alguien lo hizo parecer como que le arranqué la cabeza.

―Oh, bien. ¿Qué hay de ese chico de intercambio? Rodney.

Dicen que lo asustaste tanto que volvió a Australia.

Carter no pudo contener la risa.

―Rodney era mi amigo, el único verdadero que he tenido, pero tuvo que volver porque su madre estaba enferma e inventé esa historia para mantenerme ante los crédulos ojos de la sociedad como el psicópata.

Lo miré como si necesitara que lo estrangularan. Al parecer Carter West estaba completamente de acuerdo en ser un marginado. No entendía sus razones, probablemente no las tenía, sólo disfrutaba de aquello como si le fueran otorgados grandes privilegios, lo que me llevaba a pensar que era un psicópata realmente.

―Eres realmente raro ―afirmé.

―Mira quién habla ―comentó con ironía.

―Sí... ―me resigné―. ¿En verdad no tienes amigos?

―pregunté curiosa. Siempre pensé que, tal vez, había otras personas que se pudieran entender con el psicópata de la escuela, que yo era la única fracasada que tenía un solo amigo.

―No.

―Yo apenas tengo uno.

―Bienvenida al club ―agregó con humor.

―¿Y qué hay... de tu padrastro? ―quise seguir con el cuestionario, atacándolo con la pregunta más relevante de toda su fama de psicópata, pero en cuanto las palabras salieron de mi boca, su expresión se volvió seria, inexpresiva, y entonces supe que nunca debí haber preguntado eso.

―Eso no... No es verdad ―contestó. Sólo eso dijo antes de levantarse―. Tengo castigo, muñequita, nos vemos luego.

―Emprendió su camino por el largo pasillo y desapareció al doblar en la esquina.

―Bien hecho, June. Lo has asustado ―la voz de Finnick me atormentó nuevo.

Giré mi cabeza y allí estaba ella... luciendo fabulosa como siempre.

―¡Y una mierda, Finnick! Ya déjame en paz ―supliqué haciendo un berrinche en medio del pasillo vacío.

―No seas gruñona, sólo quiero ayudar.

―¿Quién eres? ¿Pepe grillo? No quiero tu ayuda. ―Me levanté del piso frío, cogí mis cosas y me dirigí a mi casillero. Era hora de mi examen.

―June, creo que incomodaste a Carter ―repitió.

―Lo sé, fue una mala idea preguntar eso. ―Me detuve frente a mi casillero, lo abrí y metí todo lo que no necesitaría.

―Sí, ¿no crees que fue muy raro? Tal vez sí...

―Lo dejaremos como está, Finnick ―la interrumpí y metí mi cabeza en el casillero. Estaba segura de que ella quería averiguar por qué Carter había actuado de esa forma, y la curiosidad también me abarcaba a mí, pero no creía que fuera realmente sensato indagar en la vida de otra persona, mucho menos en sus recuerdos. Claramente no le agradó que le preguntara sobre su padrastro, la expresión de su cara fue una evidente advertencia para mí.


Mi celular vibró en mi bolsillo trasero. Alargué la mano, lo tomé, saqué la cabeza del casillero y miré la pantalla:

1 mensaje recibido de: Jake

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Suspiré y presioné el botón para leer el texto.

TEDDY (vol. I, II y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora