Me las pagarás, Isabella

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Julie no dijo nada más, dio media vuelta y se fue. Di un paso en dirección a la puerta para seguirla, pero inmediatamente una mano tomó la mía, giré mi torso, sin soltar la mano que me había detenido, y me encontré con el brazo de Reggie extendido hacia mí, él me había sujetado.

—Deja que se calme —habló Alex. Asentí y relajé mi cuerpo, a lo que Reggie soltó mi mano, mismo instante en que Luke tomó mi otra mano y me jaló hacia él, mientras se sentaba en el sillón, haciendo que quedara sobre su regazo.

—Ahora no, Luke.

—¿Te vas a alejar por esto? —su pregunta no era acusadora, ni nada por el estilo, era una simple pregunta.

—Acabamos de discutir con Julie por esto —la vista de Luke pasó hasta atrás de mí y hizo un movimiento con sus ojos, segundos después escuché un murmullo de Reggie, el cual no alcancé de descifrar y luego hubo silencio. Luke volvió su vista hacia mí, pero no dijo nada, simplemente se limitó a mirarme.

—No puedes sentirte culpable o dejar de hacer cosas solo porque a otros no les guste —acarició mi mejilla suavemente, quitando un mechón rebelde de mi cabello y lo colocó detrás de mi oreja.

—Le hicimos daño.

—No siempre todos saldrán ilesos, siempre alguien puede salir herido, ahora fue Julie.

—Que profundo —.bromeé—, ¿y tú, desde cuándo eres tan sabio?

—Me hace bien estar contigo —sonreí como estúpida enamorada y él aprovechó para robarme un beso.

—No tanto si te vuelve un ladrón.

—¿Ladrón de besos? —preguntó divertido.

—Sí —respondo avergonzada. Y de corazones, pensé, pero no se lo diría, lo conocía lo suficiente como para saber que se le subiría a la cabeza y lo repetiría cada vez que pudiera—. No era como esperaba terminar mi día —mordí mi labio inferior.

—Yo sí —lo miré intrigada ¿esperaba pelearse con Julie?—. O sea, no esperaba una pelea con Julie —respondió como si leyera mi mente—, pero sí esperaba terminar mi día contigo.

—Idiota —rodé mis ojos e intenté levantarme, pero el me agarró incluso antes de poder hacerlo y me volvió a sentar en sus piernas—. Ya arreglaremos lo de Julie y todo volverá a ser como antes.

—Aún no termina el día —susurró en mi oreja una vez que mi trasero había caído en sus piernas. Lo miré intrigada, ¿y ahora a qué se refería?—, así que no te irás de aquí.

—¿Y si quiero ir al baño?

—Sabes que no podemos ir.

—¿Y si..?

—¿Y si el mundo se acaba ahora? —me interrumpió y luego nos acostó a ambos en el sillón.

—Excelente cuestionamiento lo del si el mundo se acaba ahora, hay que ir a revisar —miré hacia el lado, esquivando la mirada fija que Luke mantenía en mí, pero no tarde en volver a mirarlo.

Ambos nos mirábamos directamente a los ojos, pero ninguno de los dos decía nada, al menos no con palabras.

Una pequeña sonrisa de labios cerrados se formó en mi cara. De manera suave llevé mis manos hasta sus mejillas y lo besé, un beso lento y tierno, aunque iba subiendo cada vez más de nivel.

Su mano libre, la que no estaba apoyada en el sillón, la llevó hasta mi cintura y comenzó a bajar, hasta llegar al borde de mi polera, metiendo su mano bajo de esta, dando suaves caricias sobre mi piel.

Bajé mis manos desde sus mejillas, pasando por su cuello, hasta llegar a su pecho; intentando separarlo un poco de mí, mientas su mano subía hasta llegar a mis costillas— No, hay que parar —susurré sobre sus labios.

—Vamos a mi casa —su voz sonaba grave, lo que hacía que mis hormonas se revolucionaran aún más.

—Ni siquiera tienes pieza, ahora es una oficina.

Sus besos comenzaron a bajar hasta mi cuello, haciendo que mi espalda se encorvara—. Nunca dije que tenía que ser en mi pieza.

En ese momento me incorporé y lo separé, haciendo que ambos quedáramos sentados.

—¿Esperas que lo hagamos con tus papás rondando por la casa?

—¿Y dónde entonces?

—Pues no lo sé, pero no en un lugar donde tus padres puedan entrar.

—De todas formas no nos ven —dijo regañando como un niño.

—¡Pero nosotros sí a ellos!

—Está bien —hizo una pequeña pausa, mirando el lugar—. Y si...

—Tampoco lo vamos a hacer aquí.

—¿Pero por qué? si aquí no nos van a ver.

—Créeme que sí. Alex ya me confesó que más de una vez nos pasó a ver por las ventanas —las apunté con mi dedo.

—¿Y me vas a dejar así?

—Una pena, pero sí —dije burlesca, y luego comencé a acercarme a él. Primero puse mis manos en sus hombros para apoyarme, luego me senté a horcajadas sobre él y mis manos pasaron desde sus hombros hasta su nuca, comenzando a jugar con su cabello.

Luke cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, dándome el espacio suficiente para besar su cuello, a lo que él soltó un pequeño gruñido—. Eres cruel.

—¿Y eso es malo? 

Luke comenzó a besar mi cuello mientras que yo acariciaba su cabello y su cuello, se sentía tan bien, que comenzaba a dudar si quería detenerlo. Giré levemente mi cabeza hasta que mi vista llegó a la entrada del garage— ¿Chicos? —el susto en mi voz fue claro.

Luke no tardó en levantarse, conmigo enrollada en su cadera; girarse, dándole la espalda a la entrada del garage y dejarme en el suelo, haciendo que su cuerpo me cubriera, para luego girarse, y poder ver hacia la entrada, aún con su cuerpo como barrera que cubría el mío.

Luke suspiró con irritación al ver que no había nadie y se giró para verme, mientras yo acomodaba mi polera entre mis manos para ponérmela. La que él me había quitado mientras me encontraba sentada sobre él.

—¿Es en serio? —le di una sonrisa que suele hacer un niño cuando lo descubren en una travesura.

—¿Perdón? —Luke inhaló con fuerza mientras subía la cabeza, mirando hacia el techo y la bajó con un gran suspiro—. Era la única forma —intenté justificarme.

—Bastaba con decir que paráramos —a pesar de la situación, nada en él me daba a entender que pudiera estar enojado.

Me crucé de brazos, por su peculiar comentario—. ¿En serio? —levanté mis cejas desafiante, aunque intentaba reprimir una risa, por lo que mis labios estaban fruncidos.

Luke rio y se mordió el labio, para luego asentir mientras bajaba la cabeza por unos segundos y luego volver su vista a mí—. Quizá no —me sonrió de una forma que sentía que mi cuerpo se convertía en gelatina. Se formó un pequeño silencio mientras ambos nos mirábamos—. Bueno, permiso —pasó caminando junto a mí.

—¿A dónde vas?

—Al baño.

—¡Perdón! —grité, mientras el abría la puerta del baño.

—Nada de perdón —entró al baño y se giró, quedando de pie junto a la puerta, listo para cerrarla, y justo antes de cerrarla volvió a hablar:—. Me las pagarás, Isabella.







After DeathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora