¿Soy tan horrible?

144 9 6
                                    


Desde que conocí el amor hacia el sexo opuesto, he llorado muchas veces. Desde pequeña me he formulado que los niños sólo buscan a las chicas delgadas, hermosas, inteligentes y muy voluptuosas en ciertos sectores.

¿Soy tan horrible? ¿Por qué no soy como ellas? ¿Qué hice de malo?

Preguntas que siempre aparecían en mi cabeza sin necesidad de llamarlas.

Nunca de los nuncas recibía halagos de mis compañeros, siempre fueron de personas veinte años mayores que yo, y digamos que aquellos no eran del todo buenos...

—Qué muy bonita eres —establecen, bajando un poco más el tono para decir lo siguiente —, pero estás gordita. Sería perfecto si bajaras un poco.

Ellos no sabían, o tal sólo si, el daño que causaban en mí esas palabras disfrazadas con una gran sonrisa hipócrita. Tan solo era una niña, una niña que comenzó a odiar su cuerpo con tan poca edad.., con tan poca vida.

Hubo una época donde realmente el odio hacia mi cuerpo desapareció por algún tiempo para que el peso de aquel caiga en todo lo que me hacía ser Charlie. En ese largo trayecto intente ser otra persona, dejé que mi personalidad se ocultara al igual que varias personas manipularon mis pensamientos, emociones y actitudes, siendo así, dejándome llevar por sus críticas y opiniones. Me encerré y comencé a huir de mi propio yo, intentando encajar a un estereotipo que no tenía y logre lastimar a segundas persona por el siemple hecho de ver que ellos eran felices.

Luego conocí la ilusión de un pequeño corazón lleno de odio consigo mismo, esa ilusión duró siete largos años. Aquel fue mi gran mejor amigo: Javier. 

¿Quién no se enamora de su mejor amigo?

La mayoría de personas pasan por eso y no obtiene un final feliz.

Sí, como yo. 

Algunas tuvieron la suerte pero no duran para siempre como pintan en las películas.

Con el tiempo era claro que lo tenía que dejar ir, y esa oportunidad vino cuando mi mejor amiga cruzó nuestro caminos para unirse a nuestro pequeño grupo llamado los de siempre. Dolió más de lo que esperaba, días tras días de superación. No es fácil superar a una persona cuando tienes siete años de historia.

¿Qué historia?

La que formulo mi mente.

En esos momentos mi cuerpo comenzó a dar unos drásticos cambios, mis senos crecían y rayas alrededor de mi ombligo aparecían de repente. Estaba destrozada, verme al espejo era un infierno para mí.

¿Por qué está pasándome esto?

Me culpaba una y otra vez sin tener un tipo de respuestas. Nunca fui la chica deseada, la chica con grandes glúteos o una cintura de Barbie. Ahora peor, me daba miedo que alguien viera mi cuerpo y lo criticara sin necesidad de pedírselo.

La gente podría ser cruel y dar opiniones que no pediste.

Lloraba, odiandome, a veces solía no comer por lo mismo. No veía normal que mi cuerpo sea así, tenía tanto miedo. Un día, armé mi mente de valor y le pregunté a mi hermana. Ella sin terror a nada mostro las que tenía, diciéndome lo normal que eran, lo increíble que son y la belleza de su causa. Ese ánimo no fue suficiente para sacar lo alarmante que era verme al espejo por el hecho de no lucir como las demás; linda y perfectas. 

Si es tan normal ¿por qué mis amigas no las tienen?

No lo sé.

Mi frustración con mi cuerpo era tan sensible que decía —No mereces llamarte mujer. —Todos los días al frente de un espejo. Nunca creí en los comentarios positivos de la gente que me rodeaba. Era como un muro para las palabras bonitas y una fuente de agua para las palabras más hirientes y ofensivas. En esos momentos no tenía ninguna pizca de autoestima, es más, ni sabía qué era eso.

Mi vida en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora