¿Son unas gallinas?

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¿Cómo que no vas?

—Tengo cosas que hacer con la abuela.

Mentira.

Bueno, esta bien.

—Pasala bien.

Igual tú.

No tengo ganas de salir, aún peor con la presencia de Capitán. Él hace querer estar en casa, además siento como su tristeza aparece en su rostro cuando tengo que ir al colegio. Le acaricio su suave pelaje, viendo una película. Estoy arropado de pies a hombros. Aunque muera de frío no apagaré el aire, mi colcha está caliente y me gusta esta sensación.

***

—Ya vuelve.

—¿Dónde vas? —pregunta curiosa, está sentada donde siempre.

—Al centro comercial.

—¿Podemos ir? —Señalando a Capitán.

—Bueno, vamos.

Desde que tenemos al golden mi abuela no ha parado de estar a su lado. El día de ayer me quedé sorprendido al ver a la abuela recoger una enorme mierda que dejó Capitán en el jardín. Si eso es amor, no sé qué es. Es normal que lo quiera mucho, pasan mucho tiempo juntos y es difícil no encariñarse, además es una buena compañía. Al llegar, fuimos directo a la tienda que vi por Internet. Pedí la que tenía vista desde la página. 

—¿Te gusta?

—Tengo gustos de vieja —dice, evitando responder.

—Solo dime si te gusta, abuela —digo, espero una respuesta positiva pero no creo que sea así.

—Es original, pero no me gusta.

—Bien, la llevo.

En el camino para conseguir un carro, observé como Capitán parece un bebé. Lo trata mejor que a mi.

Bufo —Deberías adoptar a un perro de raza pequeña.

—No creo soportarlo.

—No creo que soportes a Cap cuando crezca, abuela.

Ella me contempla con indiferencia, sacude su cabeza y se aleja para entrar a una tienda. — ¡No! Por favor.

La abuela sonríe con malicia.

Tres horas después de ir en tienda en tienda para solo comprar unos aretes diminutos. Llegamos a casa, estoy exhausto. Voy hacia mi dormitorio y busco por mis cosas una caja blanca que compré hace días en una tienda de segunda mano. Es linda y cuando la vi, me hizo recordar a ese alguien. Entré la cadena y la dejé encima de mi cómoda para no olvidar que la tengo. Soy muy olvidadizo, así que la deje a la vista. 

Día siguiente, viernes.

Todo estamos sentados como de costumbre, prestando atención al maestro. Alguien se asoma por la puerta.

—Buenos días profesor, permiso —El maestro acepta y se pone en medio de la clase para hablarnos—. Como ya todos saben, mañana es la casa embrujadas. Hoy será el último día para comprar entradas a menor precio, recuerden que ahí serán más caras. Es por eso que aprovecho en decirles y avisarles con anticipación —Aclara la garganta —, ¿alguien?

Mi vida en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora