Tú no quieres ir y lo sé

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Martes: Ir al centro comercial más caro de la ciudad para comprar lo mas barato.

Esta idea fue de Charlie. Desde que la conocí he aprendido y reforzado varios pensamientos que siempre he tenido en mi cabeza. Ella no es una chica de clase alta, ni baja. Siempre ha ayuda a su mamá en lo más puede, ama hacerlo.

Fuimos al mall, entramos y visitamos cada tienda que nos llamaban la atención. El sitio es enorme, y nos falta mucho por explorar.

—Un cadena de treinta y cinco dólares —dice, sorprendida —. Bueno, son lujos que se dan los que pueden. Aquí donde me ves soy feliz con mi cadenita de segunda mano que ni con el agua se daña.

—Y yo estoy perfecto con mi personita de un siete cincuenta —agregué, sonriendo. 

Charlie observa con confusión mi rostro, le señale donde está ubicada y sonríe arrugando la cejas, sacando el pedazo de papel para colocarlo en su frente. 

Es demasiado linda. 

Acelere paso estirando mi mano hacia atrás con mi dedo índice levantado para que segundos después la chica, que está atrás mío, lo sostuviera como acostumbra hacer. Muy bien podríamos apegar nuestras manos y llevarlas así todo el tiempo pero siento que esto es mucho más de lo sencillo que se ve.  

Nos quejamos, reímos, buscamos y nos sorprendido de la cantidad de tiendas que suben los precios a lo loco. Tenemos una teoría que puede ser completamente cierta. La tiendas suben los precios del valor tradicional para después quitarle el porcentaje que le agregaron. Es una estrategia de marketing muy usada, en especial en varias tiendas de Estados Unidos.

Cansados de todo, nos sentamos en una fuente. La agua es cristalina, de un lindo turquesa pastel con piedras casi transparentes en el fondo. Charlie las observa con atención, dejando que sus ojos se iluminan con cada rayo de luz que realizan las aguas al moverse. 

Ella tiene una belleza sencilla pero delicada, con detalle perfectos y sin similitud alguna. Amo apreciarla, es una costumbre que últimamente hago. Es como si necesitara de vida o muerte tener presente la estructura de su rostro para que mi mente la recuerde a detalle sin esforzarme, es como refugiarse en el brillo de su mirada, la seguridad y el aprecio que ve en ti a través de aquella.  

—¿Dime?

No la dejo de mirar —¿Qué?

—Te pregunte si ya nos vamos.

—No puedo responder, estoy muy ocupado. 

Charlie gira hacia mí achinando los ojos  —¿En qué?

—Observándote.

Sus mejillas se colorean de ese rojizo casi rosado que tanto me gusta. Creo que es mi color preferido. 

Bufa nerviosa, girando su mirada al agua —Solo nos queda el mi comisariato.

Antes de venir dijimos que nada de comida, o cualquier cosa que sea momentáneo. Debe ser un objeto, algo que nos haga recordar este día y sea memorable. Al entrar, nos vemos entre sí, creo que pensamos lo mismo. Algo que nunca puede falta es entrar donde los más pequeños son felices: el pasillo de juguetería. 

—¡Mira esta máscara! —exclama, alzándola en el aire.

—¡Mira esta!

La máscara de Charlie es de Jason y la mía es de Freddy. Encontramos algunas espadas de plástico y nos convertimos en grandes guerreros. 

—Tan solo falta el escudo del capitán América para ser el más poderoso héroe del todo el mundo —exclame exageradamente malicioso.

—Si es así, deberías buscarte otra máscara.

Mi vida en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora