¿Quieres ser mi chicle por siempre?

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En el viaje fuimos bailando y cantando, por un momento nos dormimos profundamente.

—¡Llegamos! —gritó haciéndonos despertar de golpe. 

Levanto mi cabeza encontrándome con una excelente vista. Bajo la ventana y dejo que el aire acaricia nuestra piel y el aroma de playa recorra nuestras narices. Las olas caen fuerte y el viento es suave. La playa está llena, es normal que las personas vengan los fines de semana a disfrutar algo que no todos cuidan.

—Chicos, tengo un lugar para ustedes —establece, mirándonos por el retrovisor.

Ambos asentimos porque en realidad no había lugar donde caminar. El camino es como un gran escondite, es rocoso y hay poca luz, casi como un puente subterráneo. La luz natural aparece con un hotel de cinco estrellas, hay cabañas de maderas por todas partes. La entrada está enmedio de todo del lugar. Salimos del carro y fuimos directamente a la recepción junto a él. 

—Buenas tardes, señor Antonio —alegro una persona con uniforme blanco.

Él nos sonríe —Ustedes sigan, ya los alcanzaré. 

Obedecemos y avanzamos para observar la vista que ofrece el hotel. La entrada es elegante pero no deja de tener ese toque natural. Flores, girasoles y rosas cuelgan por doquier. Luego nuestra vista se dirige a la piscina turquesa donde habitan personas de toda las edades, algunas con más clases que otras. 

—Hola niños, ¿qué les parece?

—Es bellísimo —dijo Charlie mirando todo como si fuera un tesoro encontrado.

Acepto apretando los labios —Si, es precioso. 

—Aquí traigo a los niños —Su sonrisa aparece.

—¿Y cómo lo descubriste? —pregunto para apagar la curiosidad.

—Es de tu padre y... mio.

Los dos nos miramos entre sí sorprendido.

—Espera, ¿qué?

—Si, gracias a tu padre esta visión se hizo realidad.

—¡Por dios Tutti frutti, lo tenía bien escondido!—exclama ella que sonríe de oreja a oreja.

—¿Y porque sigues trabajando como chofer? —Mi curiosidad sigue.

—Sabes que la tierra firme no es lo mío y me encanta manejar —afirmó.

—Lo felicito señor Antonio —dice la chica de mi lado quien lo abraza al igual que él.

—Gracias hija, estoy feliz que ustedes lo hayan visto.

La de mejillas rojas avanza hasta el balcón que da vista al mar.

—Estoy feliz por ti Antonio, te felicito —digo sinceramente.

Una personas se acerca para saludarlo, nos sonríe y le dice algo en el oído. Para no entrometerme miro a mi alrededor memorizando, detallando todo.

—Disfruten el espacio, nos vemos luego.

Asiento con la cabeza, avanzando hasta Charlie. La abrazo por la espalda y ella sonríe.

—Es increible todo esto—Se voltea pero pongo mis manos a su alrededor para rodearla—. Creyó en él, confió en sí mismo y lo logró.

—Si, y mira dónde llegó y qué obtuvo, aunque no sabemos qué más tiene —agregué poniéndome a su lado.

—Me sorprende lo discreto que fue y es.

—Creció con mi padre, ¿qué esperabas?

Antonio y mi padre son amigos desde muy jóvenes, se conocieron gracias a mi abuelo quien lo incluyó como un integrante más en la familia. Su madre era la señora de limpieza, me contaba que él siempre demostró firmeza delante de mi abuelo. Eso hizo que confiara en él y pagará sus estudios, además lo ayudó en cosas que no eran de su asunto pero aun así su gratitud fue más fuerte. 

Mi vida en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora