ᴅᴏs

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La biblioteca estaba mucho más silenciosa que de costumbre.

Portaba unos zapatones de piel nuevos que, al pisar el linóleo de color blanco, dejaban escapar unos crujidos duros y secos, no tanto de mi agrado. No se por qué, pero no parecía que aquellos zapatos fuesen míos.

En el servicio del préstamo había un chico desconocido que leía un grueso libro, por ahí de unas dos mil páginas.

—Disculpe— dije llamando la atención.

El chico dejó el libro sobre la mesa con un pataplún y alzó el rostro hacia mi.

—Vengo a hacer una devolución— añadí, y deposite sobre el mostrador los libros que llevaba bajo el brazo. Uno era sobre la historia vieja; el otro, psicología.

El chico levantó la tapa y comprobó la de fecha de vencimiento. Por su puesto, yo siempre soy puntual para todo. Por qué es eso lo que mis padres me enseñaron desde chica. Igual que los esclavos. Si no llegan puntual, el rey se vuelve loco ante ellos y los termina despidiendo o incluso torturándolos.

Como mi padre.

El chico estampó con vigor el sello de «restituido» en mi tarjeta de préstamos y, acto seguido, reanudó con la lectura.

—Buscó un libro —dije.

—Suba las escaleras, a la derecha —dijo sin levantar la cabeza—, Siga recto. Sala número 120.

Subí unas largas escaleras y giré a la derecha como me había indicado aquel chico, avance por un pasillo realmente oscuro y, efectivamente, encontré una puerta donde figuraba el número 120.

—Bien...es aquí —suspiré.

Aunque me limitaba a llamar con los nudillos de la manera más normal del mundo, una voz se escuchó del lado del otro lado de la puerta. Estuve tentada de dar media vuelta y salir huyendo. Pero no escape. Por qué es lo que me han enseñado. Que, una vez has llamado a la puerta, debes de esperar a que respondan.

Desde del otro lado de la puerta llegó un «adelante». La voz se me había muy conocida y muy fina.

Abrí la puerta.

En la habitación había un escritorio pequeño y viejo y, sentado detrás. Hwang Hyunjin.

¿Que hacia el aquí?

Miles de preguntas abarcaban mi cabeza. El. ¿Leyendo? Imposible.

—Vaya vaya pero miren a quien tenemos aquí —despegó su vista de su libro y volteo a verme.

Yo solo lo fulmine con la mirada y me seguí recto. De verdad no quería hablar con ese chico. Me irrita demasiado y no se por que. Siempre está en la bola con sus amigos que me andan molestando. El solo ríe a sus actos contra mi.

Pensé que era un cuarto pequeño. Pero no, era un cuarto enorme, por así decirlo, lleno de libros viejos y unos que otros actuales. Revise cada estante en busca del libro que quería, pero por mas que busque nunca lo encontré.

—¿Buscas esto? —voltee mi vista a quien había dicho aquello. Hwang Hyunjin estaba recargado en la mesa con el libro en su mano agitándolo de un lado a otro de manera suave.

—Si. ¿Me lo prestas? —pregunté.

El negó con la cabeza. Sabía que me iba a responder con eso, pero. ¿Que sigo haciendo aquí? Mejor me voy antes de que esto empeore.

—¿Sabes? Quédatelo, ya no lo necesito —levanté mi mochila que estaba en el suelo y trate de irme lo más rápido posible pero me detuvieron haciendo un agarre fuerte en mi muñeca.

—¡Auh! —jadee por el dolor. Hyunjin me había agarrado de la muñeca, donde tenía un moretón gracias a mi padre.

—Awww. ¡Pero que débil! —se inclinó hacia mi. Claro, yo era unos centímetros más baja que el.

Yo no quería forcejear ya que me dolía mucho, lo veía con pocas lagrimas acumuladas en mis ojos. El empezó a acariciar mi rostro y a inspeccionarlo para después darme una gran cachetada o bofetada más bien ya que había sido demasiado fuerte.

Al sentir la fricción de su mano chocar contra mi rostro, caí al suelo lastimándome el tobillo.

—Esto es por ella —y sin más se fue, dejándome ahí tirada en medio de la oscuridad.

Sollozaba en la habitación, las luces estaban apagadas, mis lagrimas recorrían mi mejilla

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Sollozaba en la habitación, las luces estaban apagadas, mis lagrimas recorrían mi mejilla. El dolor de mi pie aumentaba al igual que el de mi muñeca. Me puse de lado ya que me ardía la espalda por los latigazos de mi padre. Lo único que pude hacer fue hacerme rosca y quedarme ahí a ver si algún alma podría venir a visitarme.

—Ey... levántate —sentí unos manos moverme lentamente.

Abrí los ojos y me encontré con un rostro conocido. Era el chico del mostrador. Ayudó a pararme con un poco de dificultad, me llevo a una sala especial y esperé  a que el regresará.

Después de unos minutos oí rechinar la puerta y lo vi, traía una vendas en sus manos. Este no tardando ya se encontraba vendando mi pie lo más fuerte posible para que no doliera y que curara más rápido.

—Gracias —jadee al sentir como apretó más la venda.

—No hay de que —se paro y sonrió—,Soy Félix, un gustó en conocerte —extendió su mano y yo la estreché.

—Un gusto.. soy Lorraine —sonrió y salimos de ahí.

Se perfectamente que me viene un regaño más un castigo por llegar tarde a casa. Se supone que la hora límite es a las nueve de la noche y ya eran las once de la noche. Espero y papá no se encuentre todavía en casa.

¡Hola, Hola! Espero y les sea de su agrado esta historia

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¡Hola, Hola! Espero y les sea de su agrado esta historia. De verdad que tengo varias a la mitad pero juro que esta si la terminaré.

Tengo fe en que la gente lea esta historia y voten por ella :)

Sin más... nos leemos en el siguiente.

No me destruyas | hyunjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora