Capítulo 31

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Hospital Wilson. Habitación 32.
7 de Septiembre de 2017. 12 pm...

Después de estar toda mi vida, junto a Poelí Lawrence era el momento de dejarla ir.
Y dolía. Era insoportable el dolor que me albergaba desde que supe que estaba enferma y que no había una cura. Pero no fue, hasta que ella tomó la decisión de una muerte digna que supe que algunas personas no son eternas en cuerpo pero sí en alma.
Y yo me encargaría de mantenerla con vida, de darle los años que no tuvo, porque sí de algo estaba segura es que viviría por ella...

Me encontraba de pie en el pasillo junto a Evans. Al acercarme a la ventana pude apreciar la llovizna que ahora azotaba Wilson, tan sutil, tan silenciosa, como si fuera la calma antes del diluvio, las gotas chapoteaban sobre los automóviles y las flores que adoraban la entrada se veían deshechas, las flores lo saben, pensé. Aunque eso quedó descartado cuando empezó a granizar. Me encogi de hombros y volví mi vista al pasillo.
Mi madre estaba sentada a un lado de Sarah mientras está acariciaba su barriga y Sebastián miraba por el gran ventanal que estaba a sólo unos pasos de ella, Líam estaba retrasado cuando la puerta de la habitación se abrió, un suspiro escapó de mis labios, él doctor Hansen nos regaló una media sonrisa y nos invitó a pasar.

Sarah y Sebastián entraron primero, su madre se sentó a su lado y besó su frente, el señor Lawrence acarició su cabello, quedándose de pie. Evans me miró y copiamos su acción.
Poelí estaba sentada en la cama, su pelo rebelde estaba desordenado y un mechón caía por su frente, sus ojos color avellana brillaban y su piel había recuperado su color habitual. Mis ojos se detuvieron en su clavícula donde reposaba la flor.
Y deseé gritar, llorar pero por sobretodo deseé que esto fuera un sueño.

Sus ojos recorrieron toda la habitación y se posaron en Evans, una sonrisa se dibujo en mis labios mientras salía de la habitación. 
Después de unos minutos, Evans salió de la misma, sus ojos estaban enrojecidos y su cabeza gacha. Al ver a su abuela, un jadeo se escapó de sus labios y corrió a abrazarla, miré al pasillo, Líam aún no llega.
Con temor me puse de pie, quería avanzar pero mis piernas no reaccionaban, mi pecho subía y bajaba frenéticamente debajo de mi buzo beige y mis manos temblaban, mamá sonrió y juntas entramos en la habitación.
Mamá se acercó a Poelí y la envolvió en un fuerte abrazo para luego salir por la puerta. 
Lawrence me regala una sonrisa y extiende sus brazos hacía mí, con cuidado me recuesto a su lado, como cuando éramos bollitos de arroz contra la oscuridad.

— No llores Aly. —Su mano acaricia mi cabello y sus ojos se cristalizan— ¿Recuerdas nuestra conversación en el parque? Pueden caer mil meteoritos, pueden volver los dinosaurios, pueden dejar de existir las estaciones y los helados, pueden matar todas las flores del mundo pero hay una cosa que no podrá desaparecer jamás, que eres mi hermana, que te amo y siempre estaré contigo en tu corazón. Esto no es un Adiós, sólo una pausa en la vida de una de nosotras, algún día volveremos a vernos. Y te estaré esperando.

— Siempre serás mi mejor amiga Poelí —me doy cuenta que estoy hiperventilando cuando Poe posa su mano en mí mejilla y me pide que me tranquilice, temblando secó mis lágrimas— te amaré y viviré mi vida como si siguieras conmigo, prometo contarle de ti, a tu hermana —ella me abrazó y fue imposible no llorar juntas, una vez más me separé y la observé, una sonrisa adornaba su bonito rostro, sus ojos color avellana estaban cristalizados, su cabello revuelto, el piercing de su labio hoy era de color azul, sus mejillas estaban coloradas y unas similes pequitas decoraban sus pómulos, sus manos acunaron mi rostro y copié su acción.
Una sonrisa se escapó de mis labios y ella me abrazó, su abrazo fue cálido, seguro, familiar, dulce y persistente.
Jamas lo olvidaría.

— Dile a Lím que no sufra por mí, fue él mejor amigo que pude tener jamás y lo amo por ello—. Dijo levantando un dedo para tocar mi nariz. Asenti y se refilón ví cómo sus labios se elevaban ligeramente. — Buena chica.

Al separarnos me entregó una carta, era un sobre de color rosa palo, en un extremo decía Poelí Lawrence.

— Esto es para Abigail, cuida de ella, por mí—. Antes de salir, un susurro llegó a mis oídos.

No me olvides, hermana. —Susurró Poe.
Negué con la cabeza y le regalé una sonrisa rota.
—No te olvidaré hermana.

Cuando deje de extrañarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora