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Habían pasado unos minutos desde que habíamos dejado de hablar, Eda ya no lloraba y yo tampoco pero el dolor se reflejaba en nosotros.
El dolor de saber que me perdí 5 años con esa hermosa princesa que ahora sabía era de Eda y mía. El dolor de recordar lo mucho que lastime a la madre de mi hija, lo mucho que yo sufri pensando que a ella poco le importaba y que por eso se iba, siguiendo con su vida a miles de kilómetros de mi.

No podía creer que nos habíamos manejado tan mal, y Eda tenía razón en algo, otra vez volví a cometer el mismo error. Y ahora la miraba allí sentada con la vista perdida tal vez también recordando y pensaba en lo mucho que le habrá costado estudiar esperando a nuestra hija, lo mucho que le habrá costado y aun así y como siempre Eda Yildiz lograba sorprenderme con su fuerza. Una vez se lo dije era la mujer más fuerte que había conocido.

—¿Quieres que se lo diga?— me pregunto despues de un rato.

—Quiero ser su papá Eda— le contesté viendo como sus ojos volvían a llenarse de lagrimas mientras se paraba y apoyaba con fuerza las manos en la mesa.

—Bien, se lo diré esta noche. ¿Quieres estar presente?— me volvió a preguntar y yo solo llegué a asentir. —Esta bien, Melo te pasara la dirección si es que no la tienes bloqueada aun— me dijo con un toque de enfado, todavía no me miraba por lo que me acerque despacio a ella y apoye mi mano sobre la de ella.

—Eda, llámame tu— le pedi mientras levantaba la vista

—¿Sabes que este es un compromiso de por vida verdad Serkan? No podrás hacerle jamás a ella lo que me hiciste a mi. Y ella tiene decisión propia y a una madre que la defiende asi que más te vale que no le quieras imponer algo— me dijo frunciendo el ceño, que se profundizó cuando me vio sonreír.

—Te dije que nuestros hijos tendrían muchas suerte de tenerte como madre— le dije acercándome cada vez más, hasta el punto de ver como retenía su respiración. No podía evitarlo Eda era como un imán. Pero ella se alejo rápidamente de mi.

—Entonces te envio la dirección esta noche— me dijo rápidamente.

Trabajamos toda la tarde, y a la noche me encontraba tocando la puerta de un apartamento. Según me dijo Eda aquí vivían solo ella y nuestra hija ya que su tía decidió quedarse en su antigua casa.
Seguía pensando en que decir cuando una pequeña Azize en un tierno pijama rosa pastel me abría la puerta.

—Buenos noches señor Serkan— me dijo mientras me abría más la puerta, MI hija, mi hija, la hija que tuve con el amor de mi vida que aparecía en este momento en mi campo de visión.

—Buenas noches mi belleza— la salude tomándola en mis brazos sin poder evitarlo, y ella sin ningún problema se abrazo a mi.

—Mira quien llego mami— le dijo haciendo que Eda sonría.

—Ya lo veo mi amor, Serkan— le contesto Eda con una pequeña sonrisa.

—Eda Yildiz, buenas noches— le salude  notando que iba mucho más informal que en la oficina pero igual de hermosa como siempre. Iba con unos shorts y una camiseta, en realidad mirándolo bien parecía su pijama como si ni le importara que este aquí.

—¿El señor Serkan se queda a comer mami?— pregunto Azize mientras Eda asentía.

—Asi es, pero vas a tener que ayudarme a terminar la comida— le dijo ella moviendo las cejas mientras nuestra hija se bajo rápido y corrió a la cocina.

—Es tan parecida a ti— comente llegando al lado de Eda mientras esperábamos a que Azize termine de acercar el banco para lavarse las manos.

—Eso dices porque no viste lo que saco de ti— me menciono haciéndome sonreír mirándola.

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