El rayo que bramó en el cielo la despertó. «Condenado clima», rezongó Savannah Raleigh antes de incorporarse de la cama con mala gana. A finales de año en Kentucky solía esperarse tormentas de nieve, no lluvias. Peor tormentas eléctricas. Con la respiración agitada y el cabello despeinado, Savannah encendió la luz de la mesilla de noche.
Las tormentas eléctricas le traían malos recuerdos desde aquel horrendo día en que... No. No iba a recordar el episodio que todavía le causaba rabia y pesar.
Gruesas gotas de lluvia empezaron a golpear la ventana de su habitación. Necesitaba un vaso de agua. Se abrigó, dispuesta a bajar las escaleras cuando el sonido del móvil en medio de la tormenta la sobresaltó. «Explotadores», masculló cuando leyó el mensaje de la editora general, Meggie Orson. Hunt está enfermo. Incendio en hacienda del Alcalde. Cúbrelo. Paga extra.
No sin maldecir a Hunt, el editor y reportero de política y sucesos, se metió en el cuarto de baño. «De todas formas no iba a volver a conciliar el sueño.» Tomó las llaves de su Toyota Camry y salió a enfrentarse a la noche de principios de diciembre. Escuchaba a Luke Bryan en la radio mientras trataba de no tiritar. La calefacción de su automóvil estaba medio averiada y no había tenido tiempo de llevarla a chequear al taller. «Es lo que tiene amar la profesión, aún cuando la paga no es la mejor en el mercado.»
Savannah trabajaba desde hacía seis años en el diario Crónicas de Louisville, un pequeño medio de comunicación que se había ganado el prestigio a lo largo de treinta años de existencia en el estado de Kentucky. La vida de periodista no era fácil, y ella había aprendido a disfrutarla.
Sacaba partido de todo cuanto le era posible aprender. Era una esponjita, y más cuando trabajaba en el área de Cultura. Asistiendo a esos eventos tenía a su disposición una variopinta fuente de información y aprendizaje.
Cuando llegó a la casa del Alcalde el movimiento en las inmediaciones de la propiedad era frenético. «Nos toca entrar en la jungla para obtener la noticia.» Bajó del automóvil, se ajustó el abrigo grueso y se abrió paso entre sus colegas, policías y curiosiosos. Se temía que no volvería a conciliar el sueño esa madrugada.
No se equivocó.
Dos horas más tarde, con ojeras y sin su dosis de cafeina, Savannah abandonó la rueda de prensa que dio el Alcalde de Louisville. Al parecer un detractor, fanático, del partido contrario le tenía bronca. La policía había detenido al culpable. Ella tuvo que también ir a la delegación de policía e intentar obtener más versiones del hecho para armar la nota.
A las seis de la mañana terminó de redactar la nota, y luego de releerla y corregirla, la envió a Meggie, la editora general.
Cuando el reloj marcó las siete de la mañana en la redacción, la idea de Savannah de volver a casa para dormir unas horas carecía de sentido. La paga extra por esas horas valía la pena el desvelo. Quería regalarles a sus padres un viaje de aniversario al Caribe durante un fin de semana. No cualquier viaje, sino uno de lujo. Se lo merecían con creces.
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MIENTRAS NO ESTABAS - (TERMINADA)
RomanceSavannah Raleigh ha conocido el dolor de la traición del modo más crudo. Ella no es una mujer débil, pues en el periodismo lo que se necesita es tener agallas. Entre el ajetreo de las coberturas diarias, y la posibilidad de perder su empleo por la c...