CAPÍTULO 6

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©Kristel Ralston 2016

©Kristel Ralston 2da Edición 2021.

Mientras no estabas.

Todos los derechos reservados.

Registrada al igual que todas las obras de la autora en SafeCreative.


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Nathaniel se sentía enfadado consigo mismo. Había dejado plantada a Savannah de una forma abrupta y desconsiderada. Hacía mucho tiempo que una mujer no lograba descontrolarlo hasta el punto de actuar de un modo imperdonable. Sus acuerdos con sus amantes eran todo menos descontrolados. Existía pasión, exploraba sus límites, pero mantenía el control. Siempre. Y ahora, en una situación social sin ningún peligro inminente, actuaba como un idiota.

Llamó a su chófer y este apareció con el Maserati Ghibli color blanco. El modelo era el preferido de Nathaniel. Tenía cuatro puertas y el interior era lujoso además de cómodo. Él no pagaba por el simple capricho de tener un accesorio caro. Buscaba confort, caso contrario, no valía la pena invertir.

No habían pasado ni diez minutos desde que dejara a Savannah. Y era muy consciente de que ella ya debería estar camino a casa. Él iría a la suya para recomponer su cerebro y dormir.

—Stanley, toma la ruta más rápida —pidió una vez dentro del vehículo.

—Sí, señor —replicó el chofer que llevaba casi tres años con Nathaniel.

Las calles estaban desiertas a esa hora de la madrugada. Pasaron a toda velocidad hasta que el semáforo en rojo los detuvo en la parada de buses. Solo había una persona. «¿Qué ser humano en su sano juicio esperaba a la intemperie?», se preguntó Nate. Frunció el ceño cuando "el ser humano" en cuestión fue más visible.

—Detente un momento, por favor —le dijo a Stanley que estaba presto a acelerar—. Espérame aquí. —Acto seguido, Nate abrió la puerta y salió. Solo tuvo que dar cinco pasos para llegar hasta la parada de bus.

Savannah tenía la cabeza gacha y era evidente que tiritaba. Se sintió un canalla, aunque no tendría por qué. ¿Acaso no le había dicho ella que se iba con el fotógrafo del periódico?

—Savannah —dijo con firmeza. Ella elevó el rostro, mirándolo con una mueca al reconocerlo. Él no esperaba ser su persona favorita de todos modos—. Te vas a congelar. Te llevo a casa.

—No hace falta. —Miró el mapa informativo que tenía detrás en donde constaban los horarios de los buses nocturnos—. En cinco minutos pasa el bus.

—No te estaba haciendo una pregunta.

Ella se encogió de hombros y se arrebujó más entre la suave calidez del abrigo que llevaba encima.

—Bueno, yo tampoco te estaba pidiendo ningún favor. No soy uno de tus empleados. No puedes darme órdenes. Y aún si pudieses, no te obedecería.

Él suspiró. «Mujer tozuda.»

—El modo en que me comporté en la recepción contigo fue inapropiado y no lo merecías. Lo siento. Me gustaría que aceptaras esas disculpas, y me permitieras llevarte a casa... por favor.

Con frío, rabia y una sensación inesperada de rechazo por cómo él la había dejado por otra, Savannah se vio tentada a rehusarse. Pero la vida le había enseñado que tenía que aprender a sobrevivir. Morir de hipotermia no era una opción. Menos después de estar soportando diez minutos a la intemperie porque ningún taxi se dignaba pasar por esa zona. El día lunes Arthur Miles iba a escucharla. ¿Cómo se atrevía a dejarla botada? Y de remate su teléfono se había quedado sin batería.

MIENTRAS NO ESTABAS - (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora