CAPÍTULO 16

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El arreglo de flores que recibió en la oficina, le arrancó una sonrisa a Savannah. Quizá, Nate, no era tan cretino. El arreglo no tenía remitente, pero, ¿quién si no él era quien había hecho el envío? Era unas orquideas hermosas.

—Quien quiera que sea tu admirador —dijo Gianna sonriendo— seguro que se merece un beso de agradecimiento.

—Seguro —replicó Savannah con una risa, pero al instante recordó que tenía que hablar con su compañera. La sonrisa se evaporó de su rostro—. Escucha, Gianna, hay algo que debo decirte. Me encontré a Mortensen ayer en la noche en la obra de teatro. Amenazó con utilizar su influencia para dañar el negocio de antigüedades de mis padres.

La mujer se acercó más al cubículo de Savannah.

—¿Cómo puede ser posible? Ese hombre no tiene escrúpulos. Vaya.

—Quería que desprestigie a Nate en el reportaje que hicimos juntas... Jamás podría comprometer mi trabajo de ese modo. Mucho menos el tuyo.

Gianna la miró con cautela.

—Hay algo que debes saber de Mortensen. No es un tipo limpio, y no, no te lo digo por la amenaza que puso sobre ti. Ha amenazado a todo el mundo de alguna forma, pero solo cuando realmente se siente entre la espada y la pared actúa. Créeme, que si hubiera querido intimidarte con acciones, no te lo hubiera dicho. Habría tomado acciones... Sus tratos con gente poco fiable es una de las principales razones por las cuales el gobernador, a pesar de su amistad con él, está pensándoselo mucho antes de considerar la posibilidad de poder darle los permisos para que sea su empresa la que construya el centro comercial en la ciudad. La licitación es dentro de dos días.

—Comprendo.

—En el caso de que te sientas amenazada de verdad por Mortensen, debes decírselo de inmediato a Daniel. Y aún si no es así, comentarle el antecedente. Es su deber como dueño del periódico proteger a los periodistas. Ya tenemos suficientes compañeros que son amedrentados por el simple hecho de contar una historia, una verdad...

Savannah asintió. El índice de asesinatos, secuestro e intimidación a los periodistas era alarmante. En especial a lo largo de los países latinoamericanos. En el caso de Estados Unidos, al menos —aparentemente— la democracia como concepto aplicado continuaba siendo un referente.

—No puedo retractarme, ni pienso hacerlo, tampoco dejar al descubierto la vida privada de Nate.

—Seguimos con "Nate", ¿eh?

Savannah se sonrojó y era todo lo que Gianna necesitaba saber.

—Ten cuidado que los lobos solitarios no siempre quieren dejar de estarlo.

—¿Vas a hablarme con acertijos?

—Tú sabes que te estoy diciendo esto muy claro —dijo haciéndole un guiño, antes de apartarse para continuar trabajando.

Savannah se puso de pie para ir a la oficina de Daniel y dejarle saber lo que había sucedido con Mortensen. También tenía en el tintero decirle que no volvería a tomar ninguna asignación de reemplazo para Gianna, y que esperaba que, en el caso de haber alguna otra necesidad, la asignasen a otra sección porque no quería tener que lidiar con temas espinosos y soportar a otro Mortensen.

Al terminar su día, agotada pero satisfecha de los resultados de su trabajo, Savannah bajó a buscar su automóvil.

—Señorita Raleigh.

Ella se giró de inmediato. Scott Dielsen. Se llevó inconscientemente una mano al pecho como si de esa manera pudiera disipar el susto que le estaba causando tener a ese hombre ante ella. Miró a un lado y otro. La zona exterior del periódico no solía estar muy transitada a esa hora. El guardia de seguridad —tan oportuno— parecía haber encontrado algo mejor que hacer en lugar de estar alerta: comer donuts y tomar café como si fuese lo más importante del ocaso del día.

MIENTRAS NO ESTABAS - (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora