CAPÍTULO 11

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—Entonces, señor Mortensen, ¿por qué dar declaraciones que afectan la reputación de un colega empresario? —preguntó Gianna, mientras observaba las manecillas del segundero avanzar.

El testimonio de William Mortensen, principal competidor de Nathaniel, era complementario para que pudiese terminar el perfil. Iba retrasada hacia la mansión de Nate, y le escocía la idea de llegar tarde, porque odiaba la impuntualidad. No podía culpar a otro que a Mortensen. El millonario de bigote gris se olvidó que la había citado a las ocho de la mañana.

—No hago ningún tipo de comentario que no pueda sustentar.

Todo lo que había en la casa debía costar una fortuna, seguro, pero al parecer Mortensen vivía bajo otra filosofía. «La comida en abundancia», pensó Gianna ante el despliegue gastronómico a modo de desayuno que le acababan de ofrecer, y que ella educamente rechazó.

Gianna era consciente de que su hijo estaba en el vehículo del periódico junto al chofer, mientras ella trabajaba. «Problemas de ser madre y trabajar los fines de semana.» Esperaba acabar pronto.

—¿Qué pruebas tiene de la vida privada del señor Copeland? ¿Y qué relación tiene eso con un proyecto de centros comerciales? Usted nunca antes había sacado a relucir este tipo de información en otras licitaciones en las que también competía con C&C Constructores.

De penetrantes ojos negros y redondeada, muy redondeada, figura, Mortensen no era un empresario fácil de tratar. Con un desmedido orgullo, William se había abierto paso en el campo de la construcción con algunas triquiñuelas sucias que eran secretos a voces, pero no existían pruebas para incriminarlo. Era muy amigo del gobernador y otros altos mandos políticos, así que resultaba intocable... hasta cierto punto.

—Ah, una periodista sin miedo a preguntar —dijo acariciándose el bigote.

—Mi trabajo no me da miedo, señor Mortensen. —El fotógrafo que estaba con ella miró a los guardaespaldas que observaban la conversación discretamente.

El hombre soltó una carcajada.

—Me alegra saberlo, señora Tanner. En relación a sus preguntas. El centro comercial es un proyecto ambicioso. Lo quiero para mi empresa porque no existe otra mejor preparada para llevarlo, y está pensado en función de las familias de la ciudad. Copeland no entiende el concepto de familia. Mató a su esposa.

—¿Sabe que es una acusación sobre las cuales se podrían tomar acciones legales? —indagó conteniendo la rabia que sentía. Ella había estado el día del accidente, y Nathaniel había sido una víctima más de ese fatídico día. Aquel era un argumento que como periodista tenía que guardarse.

William colocó las manos sobre su abultado abdomen.

—No lo ha hecho, ¿acaso no le dice eso que es culpable?

—Ha ignorado la pregunta sobre las pruebas.

El hombre apretó la mandíbula.

—Tengo amigos en ciertos círculos y por ello me entero de datos.

—¿Y eso qué significa?

Se inclinó hacia delante. Ella se mantuvo en su asiento como si la conversación versara sobre las próximas festividades en el mundo.

—Que puedo hundir a Copeland si se entromete en mi camino.

—¿No es acaso jugar sucio?

—No, señora Tanner, eso se llama aprovechar las ventajas informativas.

—¿Porque no cree que su empresa logre ganar? ¿No considera competencia a Alies Constructores, la cual también participa en la licitación? Yury Gameston es un hombre de negocios muy recursivo también.

MIENTRAS NO ESTABAS - (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora