CAPÍTULO 8

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La primera reacción de Savannah cuando encendió la luz de su departamento fue quedarse sin habla. Lo siguiente, armarse de valor y llamar a la policía. ¿Cómo habían logrado irrumpir en su casa? Todo estaba revuelto. Y sus muebles, oh sus preciosos muebles, parecían haber sido víctimas de varias cuchilladas sin piedad. Estaban echados a perder.

Temblando volvió sobre sus pasos y bajó hasta la recepción.

No quería adentrarse en su departamento. No podía hacerlo. Se sentía violentada y tenía miedo. Sí, lo tenía.

—Vinicius —dijo al recepcionista— ¿hace cuánto empezó tu turno?

—Una hora, señorita.

«No, no me sirve.»

—¿Tienes la lista de las personas de la compañía de seguridad que trabajan en esta recepción?

—No tengo esa información. Tendría que pedírsela al gerente de la empresa, pero ya sería mañana. —Savannah asintió—. ¿Puedo ayudarla en algo? Está temblando...

—Ha entrado alguien buscándome. —El hombre revisó la lista de identificaciones, y luego la miró con pesar haciendo una negación

El encargado de la recepción no había visto nada anómalo. Savannah no podía contradecirlo. No tenía pruebas para ello. Tenía que hacer que revisaran las cámaras de seguridad. Era el único modo.

—¿Le hace falta algún requerimiento adicional?

—No... no. Gracias, Vinicius.

En menos de cinco minutos llegó la policía.

Ella estaba esperando sentada en el sillón del lobby.

—Señorita Raleigh, ¿usted fue quien llamó? —preguntó el uniformado. Tenía el cabello negro y los ojos igual de oscuros. Intimidaba, y al mismo tiempo brindaba la sensación de estar al control.

—S...sí... —susurró—. Es mi departamento.

—De acuerdo, vamos a hacer una revisión de rutina. Soy el oficial Brutus MacDaniels, y ella es la oficial Colden, conteste a las preguntas que tenga que hacerle. ¿Está bien? —Savannah asintió—. Su piso es el nueve, departamento tres.

—Correcto, sí. Eso le dije a la operadora.

Alta, y de mirada severa, Jamie Colden era la oficial encargada del turno de la noche. Llevaba veinte años en el cuerpo de policía. Adoraba su trabajo.

—¿Vive usted sola? —preguntó Jamie mientras subían en el ascensor.

—Sí. Desde los veinte años.

—¿Había ocurrido algo así anteriormente?

—No... no... siempre procuro cerrar bien la puerta, no sé cómo... —se cubrió el rostro con las manos—. No quiero entrar...

—La comprendo, pero necesitamos que lo haga.

—De acuerdo...

—Yo entraré primero para revisar todo, mientras tanto mi compañero interrogará a sus vecinos.

Savannah asintió. Probablemente iban a querer expulsarla del edificio por hacer que la policía los levante en plena noche. El buen humor que había cosechado en su reunión con Chelsea y Kyle, se había esfumado por completo.

Varios minutos después, la oficial sacó la cabeza por el umbral de la puerta.

—Ya puede entrar. Todo está despejado.

MIENTRAS NO ESTABAS - (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora