CAPÍTULO 12

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Ella no vaciló ni retrocedió cuando vio que Nate cerraba poco a poco la escasa distancia hacia su rostro. No sabía si acaso era el sueño, la pesadilla, la calma o el confort que él le daba en ese preciso instante, pero permitió que atrapara sus labios entre los suyos. Lo deseaba más que nada.

Era el beso para sellar un trato, una promesa, que solo implicaba pasion y placer. No existían ataduras. Ni tiempo. Y es que esos labios la besaban como si conocieran la magia más antigua para hechizarla y cautivar su interés arrancándole suspiros de aprobación. Nadie la había besado como Nathaniel.

El contacto de sus labios envío una caricia directo a su húmedo sexo. Y no es que le hiciera falta sentirse excitada, porque la sola presencia de Nate trastocaba sus instintos. Dejaba la precaución y el tino, para reemplazarlos con el pálpito del deseo insatisfecho y la búsqueda de la liberación.

Cuando poco a poco él inició una exploración con su lengua, ella se lo permitió; dejó que fuera redescubriendo su sabor y sus secretos. Porque Savannah anhelaba también redescubrir los de Nate, y conocer todos los demás.

La primera vez que se besaron en su departamento no fue suficiente, no terminó bien. Esta ocasión era diferente. Paladear el sabor de Nate resultaba intoxicantemente adictivo. Quería más. De pronto se sentía codiciosa. Avara. Lo quería todo para ella.

Ahondo su propia exploración y enterró los dedos en ese cabello perfectamente peinado y tupido. Lo deseaba tan salvaje y libre como se sentía ella en esos instantes. Mapeó el cuerpo de Nate sin temor. Sin contención. Recorrió los brazos fuertes, introdujo las manos bajo el jersey para palpar a través de la tela de la camisa que llevaba debajo, el calor de sus abdominales definidas. No sintió vergüenza tampoco de llevar las manos hacia el trasero.

—Me encanta que seas osada... —murmuró él, sin dejar de besarla, introduciendo sus manos bajo la blusa que cubría su chaqueta. Subió los dedos, tocando, palpando, hasta llegar al broche que cubría sus pechos. Pero no los quería solo palpar. No. Él deseaba explorarla a conciencia. Chupar y besar esos pezones erectos que en esos instantes sus dedos pellizcaron.

—Nate...

—Eres muy receptiva. Necesito llevarte a la cama ahora mismo —dijo con tono desesperado y excitado.

Envuelta en un manto de sensualidad y sintiendo que no había nada en el mundo que pudiera impedirle disfrutar de ese instante se permitió deslizar las manos hasta llegar al sexo de Nate. Todo él era músculo firme y su miembro no era la excepción. Mientras Nathaniel la consumía en un baile sin fin con sus labios expertos, ella devolvía cada avance con igual entusiasmo sintiendo su calor.

—Estás muy excitado —murmuró desabrochando el pantalón blanco. Deslizó hacia abajo el zipper, y encontró la dureza que deseaba acariciar sin el obstáculo de la tela del boxer. Haló el elástico e introdujo su pequeña y traviesa mano. Lo tomó con firmeza, apretando y estirando—. Me gusta la sensación de tenerte entre mis manos.

Con un gruñido, Nathaniel le tomó la mano con firmeza, la agarró de las nalgas y la elevó hasta llevarla a una mesa que solían utilizar en las caballerizas para almorzar. Pues mala suerte, porque su postre y comida del día era Savannah, pensó obnubilado por el deseo, y sentándola en el borde.

—Quiero probarte. —Sin más, desabrochó con facilidad los botones de la blusa de Savannah, y jadeó al contemplar sus pechos orondos, que se agitaban al ritmo de la respiración—. De haber sabido lo que escondía tu ropa...

—No creo que lo hayas logrado —dijo leyéndole la mente—. Te gusta negociar... y por lo que me doy cuenta somos iguales en ese sentido.

Él soltó una carcajada sensual. Y en un movimiento ágil, le soltó el broche del sujetador color lila de seda.

MIENTRAS NO ESTABAS - (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora