Cuando faltaban cuarenta y ocho horas para la cobertura del matrimonio Lowell, Savannah recibió en el diario una canasta de frutas tropicales y un vino carísimo. La tarjeta venía con el sello corporativo de C&C Constructores. No es que se hubiera olvidado del empresario de ojos celestes, pero el ajetreo en el que estvo inmersa desde la entrevista que le hizo días atrás, la había mantenido a tope y más preocupada de mantener su puesto de trabajo que de pensar en un rostro sexy y atormentado. No señores. Ella tenía prioridades.
Agradecido con su profesionalismo, señorita Raleigh.
Gracias por el reportaje sobre el centro New Motion.
Atentamente,
N. Copeland.
Durante los siguientes minutos se quedó como idiota mirando la tarjeta. Como si pudiera transmitirle alguna información adicional. «Es un envío de cortesía corporativa, Savannah.» Esto último hubiera sido un detalle a considerar si el mensaje no fuera personalizado y careciese de la firma del presidente de la compañía...
—Espero que no estés tentada a comerte esas delicias —dijo Max cuando vio la canasta. Era política del periódico no aceptar obsequios. Y era más que seguro que ese detalle que Savannah acababa de recibir hubiese costado una buena suma. Estaban en invierno y las frutas tropicales no abundaban en la zona en esas épocas.
Savannah sonrió.
—Claro que no —replicó dejando la tarjeta a un lado—. El departamento de correspondencia se va a encargar de devolverlo a la compañía de donde la enviaron.
—Aunque podríamos quedarnos con el vino —terció Gianna Tanner, la periodista que trabajaba en el área de contrucción y a quien Savannah había reemplazado la semana anterior—. Debes saber que Nate en particular es poco dado a colaborar con la prensa.
Gianna se sentaba un cubículo delante de la joven de veintisiete años, pero pues que todos los escritorios eran abiertos no resultaba nada difícil ver lo que llegaba a cada periodista. Desde regalos hasta panfletos insultantes. Según la sección, por supuesto. La compañera de Savannah se puso de pie para mirar de cerca la marca del vino.
—El vino se va también —replicó riéndose al ver la mirada asombrada de Gianna. Una botella de esas costaba cerca de cuatroscientos dólares—. ¿Por qué es tan... solitario? —le preguntó.
—Charla de chicas —murmuró Max poniendo los ojos en blanco—. Tengo una entrevista en la sede del Chase Bank. No me extrañen tanto a la hora del almuerzo. Aunque... ¿Savannah, te gustaría almorzar conmigo hoy?
—Ay, Max, ya vete o llegarás tarde —dijo riéndose.
Él frunció el ceño y le dirigió una mirada extraña. Luego, como si no hubiera pasado nada, se apartó de los cubículos con su paso engreído y desapareció al poco rato por la puerta de vidrio de la redacción.
Los chispeantes ojos café de Gianna brillaron acompañados de una sonrisa. Tenía seis años trabajando para el periódico y quince años de experiencia en la rama de construcción, diseño e infraestructura. Haló la silla de su escritorio y la acercó hasta donde se encontraba Savannah. Se acomodó reclinando la espalda contra el cómodo respaldar de la silla giratoria.
—Ah este Max... ¿No vas a darle una oportunidad?
—No lo creo. Aunque no pienso que sea de los que se dan por vencidos.
—Me temo que no.
Ambas rieron.
—Volviendo a Nathaniel Copeland... —continuó Gianna—. Imagino que te diste cuenta de que tiene una marcada cicatriz en la mejilla derecha. —Savannah asintió—. Su esposa murió en un accidente de automóvil. Lo que puedo interpretar por su actitud es que la extraña mucho y no puede superar su muerte. Antes era menos ermitaño que ahora...
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MIENTRAS NO ESTABAS - (TERMINADA)
عاطفيةSavannah Raleigh ha conocido el dolor de la traición del modo más crudo. Ella no es una mujer débil, pues en el periodismo lo que se necesita es tener agallas. Entre el ajetreo de las coberturas diarias, y la posibilidad de perder su empleo por la c...