Minutos después de su charla con Meggie, Savannah estaba en la camioneta de la empresa en calidad de pasajera junto a Vince Foster, el fotógrafo asignado, quien iba cantando como si no hubiera mañana. El conductor, Otello Gaddick, conducía como un desquiciado sorteando el tráfico para salir de la autopista y encarrilarse hacia la zona rural en donde era la cobertura.
—¿Tienes deseos de morir con la nieve en la autopista, Gaddick? —le preguntó ella con tono ácido al conductor.
—Vamos con el tiempo.
—No es culpa mía que te haya dado por parar a comprar un hot-dog y de paso te dieses cuenta que olvidaste llenar el tanque de gasolina.
El hombre se encogió de hombros y no dijo nada. Bajó la velocidad y moderó su forma de conducir.
—Gracias —murmuró Savannah mirando por la ventana.
Media hora más tarde, Vince Foster bajó de la camioneta, y la ayudó a ella bajar para que no resbalara sobre la nieve. Savannah tomó el bolso cruzado que llevaba a todas partes. Comprobó la grabadora y le dijo a Otello que intentara estar en un parqueo cercano porque ella no tenía ganas de congelarse el trasero mientras lo buscaba entre la marea de automóvil de la prensa que estaban alrededor.
Abrigándose bien contra el frío invernal, Savannah se adentró en la sala de prensa que ya estaba atestada de periodistas de diferentes partes de la región.
Se acomodó en una de las primeras filas. No era de las que disfrutaba rehuyendo en los últimos asientos como otros. ¿Cuál era el punto de esconderse cuando lo que buscaba era información?
Edward Harris, el dueño de una revista importante de Louisville, El Farol, se sentó junto a ella. En un par de ocasiones habían salido juntos, pero no resultó. Lo cual no fue una novedad para Savannah. Además de unos cuantos besos, que no le encendieron ni la bombilla de la luz del porche, no ocurrió nada relevante.
Se saludaron y cuando él iba a empezar a entablar conversación con Savannah, fue sorprendido por un contacto de la Gobernación. Así que Savannah atendió la conversación que inició Lynda Dupont, periodista de LK Noticias. La rubia solía utilizar el ochenta por ciento del tiempo fuera de la cámara de televisión para hablar sobre tratamientos capilares.
—Pensé que esta área la cubría Gianna —dijo Lynda Dupont a Savannah cuando leyó la insignia del diario Crónicas de Louisville en el bloc de notas—. ¿Cómo estás, Savannah?
—Bien, bien. Gianna está en otra cosa trabajando, así que la estoy cubriendo hoy —repuso con amabiilidad, aunque Lynda no le caía muy bien. Decían las malas lenguas que se acostaba con uno de los dueños de la cadena, y por eso la soportaban. Savannah no seguía los cotilleos, pero trabajando en un periódico, ¿cómo dejar de enterarse?
—Vaya, imagino que he estado demasiado ocupada reporteando para fijarme en ello. —La risita de Lynda salió a flote. «Irritante», pensó Savannah—. Tu cabello castaño es hermoso y brillante. ¿Usas algunas de las técnicas naturales sobre las que a veces comento en la mañana?
—Gracias... y errr no, no uso ninguna técnica... —dijo Savannah con renuencia. Cuando desde el podio anunciaron que el programa daría inicio se sintió aliviada de no tener que continuar esa insípida charla con Lynda, aunque habría valido para quemar el tiempo.
Los ojos castaños de Savannah captaban todos los detalles: la intensidad de las luces, la sala abarrotada, los ventanales grandes y pulcros, el tumbado decorado con motivos griegos, y la hilera de cinco sillas dispuestas en el escenario en el que seguramente se sentarían los representantes estatales y los empresarios. También había una gran pantalla que empezó a proyectar imágenes de los inicios del proyecto. Tomó nota.
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MIENTRAS NO ESTABAS - (TERMINADA)
Roman d'amourSavannah Raleigh ha conocido el dolor de la traición del modo más crudo. Ella no es una mujer débil, pues en el periodismo lo que se necesita es tener agallas. Entre el ajetreo de las coberturas diarias, y la posibilidad de perder su empleo por la c...