Introducción

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Todo comenzó esa noche, estaba segura de que después de haber perdido la pelea con mi hermano Nathan, finalmente dimos un nuevo paso entre los dos. Lo que no sabía es que ese día todo cambió.

Tenía catorce años hace un año. Escuché las exclamaciones de mis compañeros del templo, gritaron, alabaron mi nombre. «¡Emma!, ¡Emma!». Por otro lado, también se escucharon alabanzas para mi hermano Nathan, quien es dos años menor. Todos los hombres del convento estaban alrededor nuestro mientras ambos peleábamos a puño limpio, sin magia.

—Te aplastaré —hablé rechinando mis dientes y con una sonrisa mientras estaba encima de él—, sabes que lo haré.

—Siempre haces esto Emma, deberías calmarte de una vez.

Nathan tomó mi muñeca y la jaló tirándome al suelo, él empezó a pisarme. Estuvo creciendo, ahora tenía más fuerza. Eso me alegra porque siempre ha sido el más débil de los tres.

Cuando Nathan estaba a punto de pisarme la cara para ganar la pelea, los gritos que exclamaban a ambos bandos se detuvieron, también se empezaron a disolver. Nathan golpeó mi cara con su pie sacándome sangre de la nariz, se detuvo y me ofreció la mano para levantarme.

La acepté con una sonrisa, él nunca sonríe, pero juro que vi una en su cara. Nuestras risas desaparecieron cuando volvimos a ver a Sem, nuestro hermano mayor que nos miraba con decepción.

—Fuera de mi vista, los dos —dijo Sem dándonos la orden. Yo empecé a caminar por el bosque, mientras Nathan volvía a su habitación.

Sem era un chico de dieciséis años en ese entonces. Ha estado convencido desde que era un niño que el resto de su vida se dedicaría a cuidar del convento de los brujos del agua. Por eso no tenía planeado entrar a la universidad.

Nuestro convento estaba dedicado a enseñar a los varones más jóvenes la magia y a cómo utilizar la bendición del agua, un don que nos ofreció la Diosa Atabey para controlar el agua y proteger a Freiani, nuestro país, de cualquier peligro. Nos mezclamos con los humanos para que nadie sospeche de lo que hacemos, como nuestra vida no es tan diferente a la de un humano no es difícil hacerlo, sin embargo, no somos humanos. Que tengamos un cuerpo humano como todos los seres de Freiani no nos hace lo mismo.

Todos los chicos y yo protegemos el bosque de la noche, un bosque protegido principalmente por Artemisa y Menulo. Es extraordinario, amamos a los Dioses, los respetamos, así como cumplimos sus leyes. Para mí, es extraordinario. Lo único malo de esto... Es que soy la única mujer. Nadie de aquí me toma enserio, porque, para empezar, Atabey solo bendice a los hombres brujos con el agua. Yo soy una bruja, mujer bendecida por Kagutsuchi. Él bendice a las mujeres, brujas del inframundo conocido como Sefrai. Sí, siempre me he preguntado lo mismo, si soy una bruja del fuego, ¿por qué estoy aquí? Mi papá siempre dice lo mismo: porque sí.

Lo peor es que no puedo contradecir su palabra porque mi padre es el líder actual del convento. Seguimos sus órdenes y aprendemos de los brujos mayores para después seguir nuestro propio camino, cuidando de las trece puertas secretas que llevan a los distintos niveles del reino: Anafrei el cielo de los Dioses, Nafrein la dimensión espejo donde habitan los desterrados, Freiani hogar de los humanos y por último, el inframundo hogar de las razas impuras.

Suspiré mientras seguí caminando, seguro si volvía al convento mi padre me echaría en cara que sigo peleando con Nathan todo el tiempo.

Recosté mi espalda en un árbol para tomar valor y volver, cerré los ojos, pero un brillo hizo que los volviera a abrir. Era un fuego rojo y deslumbrante caminando por el bosque. No tardé mucho en darme cuenta de lo que era, por lo que saqué una pistola de bengala de mi bolsillo y la disparé al cielo para avisar a los demás brujos. Lo que estaba viendo era un demonio.

Un Enjerubagu. Llamados así porque el Dios Kagutsuchi, Dios del fuego, en un intento de crear ángeles falló, creando esas abominaciones. Los demonios se apoderaron de la mayor parte del inframundo y quieren apoderarse de todo el país desde hace cientos de años. Por eso las brujas protegemos el bosque de Ciudad Rubí, porque una puerta con acceso al inframundo se ubica aquí. Evitamos qué demonios como ese entren.

Comencé a perseguir al demonio hasta quedar frente a frente. Él tenía piel morena, cabello café oscuro y unos cuernos de color azul. Su ropa negra parecía muy formal, un traje completo de... Alguien de la realeza, ¿acaso fue mandado por el rey de Sefrai?

El demonio al verme se puso a la defensiva, sin embargo, bajó esa guardia rápidamente.

—Ah..., solo eres una bruja del fuego —dijo con desinterés. Su voz era grave, no parecía ser mucho más grande que yo.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté ajustando los guantes blancos que llevaba en mis manos para controlar mejor mis ataques.

—Eres... solo una mujer del fuego.

Dijo eso despectivamente, lo cual me molestó. ¿Acaso cree que su comentario es normal?, siempre he sido despreciada por ser la única chica en todos lados. Si ayudo en mi escuela humana con cosas pesadas me dicen que ese no es trabajo para una chica, los chicos del convento me tratan de inútil ¡y ahora él! ¿Con qué derecho?

—Estás equivocado al pensar así, no tienes el derecho de decir eso —dije lanzándole fuego, él lo esquivó.

Su expresión cambió a una de sorpresa, puso una sonrisa alucinante. Debo admitir que para ser un demonio era bastante atractivo. Ambos nos dimos cuenta de que empezaríamos una pelea, a lo lejos pude oír como más brujos venían hacia mí, pronto capturaríamos a este demonio.

El demonio volvió a bajar la guardia, sabía que no le convenía estar aquí con todos los del convento tras él.

—Creo que me iré antes de meterme en problemas... —mencionó el demonio alejándose— Fue un gusto conocerte, bruja de la noche.

Se acercó a mí regalándome una agradable sonrisa y se fue.

Esa noche hace un año conocí a ese demonio, el cual permaneció en mi mente mucho tiempo. Sabía que conocí a ese demonio por alguna razón, y que ese demonio volvería algún día.


Holiiii, mis queridos y hermosos chocolatines

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Holiiii, mis queridos y hermosos chocolatines. ¿Por qué chocolatines? porque amo a los chocolates mucho, así como a ustedes. Es un placer tenerlos en esta nueva historia mía, es cortita, pero es muy buena. Bueno, por lo menos a mí me encanta y espero que a ustedes también.

Gracias por estar aquí, en el segundo libro de la saga de Freiani. <3 

¿De qué piensan que trata la historia?

Me encantaría conocer su opinión respecto a la primera impresión.

Nos vemos mis amores. 

Nani Fuera.

Sefrai: La bruja de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora