Otoño llegó/ Parte 1

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Terminé de limpiar las hojas y ramas secas de hoy, al fin era el día treinta de mi castigo. El bosque estaba limpio. Una vez apilé las ramas secas de esta noche, las até para después cargarlas en mi espalda, las llevaría hasta el aquelarre de los brujos del agua.

Estaba tan cansada que me senté en el pasto al lado del lago para mirar el cielo estrellado del exterior. Por la poca luz que había en esta parte del bosque, en el cielo se observaba con facilidad esas bolas de fuego quemándose a millones de kilómetros de nosotros. Las doncellas de Ixchel, Diosa Maya de los astros estaban felices, su brillo era inmenso. Esas estrellas seguro danzan de felicidad.

—¿En Sefrai hay estrellas? No lo recuerdo, ese día parecía nublado... Aunque vi su luna —le pregunté a Konrad quien estaba acostado al lado mío.

Hoy era su visita número treinta al mundo de los humanos para verme.

—Bueno... Hay Dioses en el inframundo, pero se encargan de los muertos. Como Hades que se encarga de guiar a los muertos de Nafrein, y algunos seres con vida en Sefrai al reino de los muertos en el inframundo. Anubis lleva a los Dioses, princesas y príncipes al mismo lugar. Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, llevan a los humanos al Mictlán... Pero todos son Dioses de la muerte. No hay ningún Dios que nos ofrezca el sol o las estrellas allá abajo. Su cielo siempre es rojo, a veces hay nubes, pero jamás cambia de color. Por eso siempre parece oscuro y como si fuera un atardecer eterno —terminó de explicar Konrad alzando su mano al cielo como si lo quisiera acariciar—. Hécate nos hace un gran favor al regalarnos una luna para los habitantes de mi reino. Me encantaría ver tu cielo de día, pero no quiero que ningún Dios del Sol me vea.

Había pasado un mes desde que lo conocí. Era encantador. Sí me enseñó a abrir portales. Fue sencillo, solo tardamos dos días, sin embargo, pronto buscamos una cosa para volver a vernos como perfeccionar el movimiento, enseñarle mis movimientos del fuego, él hizo varias ilusiones así mismo fingiendo ser personas que ya conocía. Como ese chico Bastián que lo cuida desde que era un bebé.

Yo le hablé de mi familia, aunque no le conté mucho de mis hermanos, era suficiente para que a Konrad le cayeran bien. También nos dimos cuenta de que por alguna razón, cuando él pisaba mi bosque, sus pisadas solían emitir un fuego extraño, así era como notaba su presencia. Tuvo que empezar a hacer ilusiones de su fuego para no llamar la atención de otro brujo.

Creo que ya es demasiado tarde para darme cuenta, pero estoy rompiendo las reglas de todas las formas posibles. Estoy hablando con un demonio, eso es pésimo, estoy enseñándole mis técnicas y él me enseña las suyas, pero lo peor es que... Empecé a formar un lazo sentimental con él. Acaricié el pasto y el demonio de los cuernos azules se acercó más a mi lado para mirarme curioso. Ambos queríamos decir algo y estoy segura de que pensábamos igual.

—Se me acabaron las excusas para venir a verte —confesó Konrad—, pero al ver tu cara sé que piensas igual que yo.

—Siento que es demasiado pronto para confirmar esto... —le dije nerviosa tomando su mano, el me correspondió acariciando mis dedos—. Quizá aun es muy pronto, acabamos de conocernos y...

—No —dijo Konrad interrumpiéndome—. Cuando es la persona indicada lo sabes. Yo sé que tú eres esa persona, siempre supe que eras tú la persona con la que debía estar, solo tenía que conocerte —dijo Konrad sacándome una sonrisa. Me iba hacer llorar.

—Entonces hay que decirlo al mismo tiempo... —le dije para saber si este nuevo lazo sería largo.

—Bien..., uno, dos —comenzó a contar Konrad— tres.

—¡Ahora somos mejores amigos! —gritamos ambos al mismo tiempo mientras tomábamos nuestras manos emocionados.

—¿No crees que es demasiado pronto? Por lo general esto lleva más tiempo —pregunté desconfiada de nuestra decisión.

Sefrai: La bruja de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora