Sefrai/ Parte 1

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El cielo azul marino le pertenecía a Anafrei, el cielo de los Dioses, el amarillo le pertenece a Nafrein, una dimensión que es paralela a Freiani el mundo humano. El cielo rojo... el cielo rojo le pertenecía al hogar de las razas malditas.

Me levanté asustada luego de ver dónde estaba, el demonio también se levantó y se paró detrás mío. Me giré a verlo, tenía que alzar la mirada para verle a los ojos. Empecé a dar varios pasos de espalda mientras el demonio se me acercaba despacio. Tragué saliva, mi respiración se agitó, no sabía qué hacer. Estaba en su territorio, técnicamente estaba muerta.

—Bruja de la noche, por favor, no te alejes. Es peligroso, si te encuentran te matarán; déjame ayudarte —dijo lento a la vez que extendió su mano hacia mí.

—¿Po-por qué me trajiste a tu mundo? Por favor aléjate —dije temblando.

—Te sacaré de aquí. Solo tienes que confiar en mí —habló el demonio con una sonrisa en su cara.

No, no, yo no soy tonta. Seguro una vez tome su mano él me secuestre y me lleve a las ruinas de Sefrai para quemarme como lo hacían con las antiguas brujas. ¡No puedo morir como un pollo rostizado tan joven! Al menos no hasta que Nathan me pague el dinero que me debe. Salí corriendo sin dirección alguna. Corrí lo más rápido posible para alejarme de ahí, si tenía suerte llegaría al territorio de los Dioses del inframundo y ellos me ayudarían.

—¡Espera! —gritó el demonio de piel morena que empezó a perseguirme— ¡No corras hacia allá!

Señaló a mi lado derecho, entonces correré hacia allá, seguro ahí hay algo que no quiere que vea. Corrí a esa dirección con esperanza de ver a los Dioses, el bosque de Sefrai era muy diferente. Hacía calor aquí abajo. Cuando comencé a cansarme de correr mientras el demonio intentó alcanzarme, logré ver un castillo. Definitivamente ese es un hogar de Dioses, me detuve un momento para apreciar la inmensidad del castillo, después seguí corriendo hasta los límites del reino, dónde me di cuenta de que en realidad era un castillo de demonios.

La realeza de demonios habitaba en ese lugar. Empecé a caminar asustada, observé como cientos de demonios y Shingates —seres nacidos de la oscuridad— caminaban por todos lados. Di un paso adelante sin ver al frente, hasta que tropecé con un cuerpo alto, era de piel apiñonada, además su cabello pelirrojo resaltaba junto a sus cuernos negros.

—Telmo, ¿qué necesitas? —preguntó el demonio pelirrojo viéndome a los ojos.

—¿Me ha-habla a mí? —pregunté confundida de que me llamara con otro nombre.

Fue entonces cuando al escuchar mi voz me di cuenta de que esa no era mi voz, sino la de un chico de mi edad, o eso parecía. Distraída miré mis manos, no eran mías. No era yo, empecé a tocar mi cara y mi cuerpo tratando de comprender qué pasaba, el pelirrojo me miró con interrogación hasta que llegó el demonio de los cuernos azules que me persiguió en el bosque.

—Telmo y yo —comenzó a hablar agitado—, Telmo y yo estábamos haciendo una carrera desde los límites del bosque hasta el castillo. Tiene mucho que no entreno.

El pelirrojo calmó la mirada al oír eso.

—Príncipe Konrad, asegúrate de ir a la ceremonia de despedida de Bastián. Si los tratos salen bien con las Diosas podemos llegar a un acuerdo de territorio con las brujas del fuego a cambio de traer de vuelta a los Shingates de las montañas —dijo dando media vuelta el demonio pelirrojo— Y Telmo, ya te he dicho que no molestes a Konrad. Recuerda que eres un Shingate, eres inferior a nosotros.

Yo no sabía que contestar, ¿qué no eran aliados los demonios y los seres de oscuridad? Miré a los lados buscando una respuesta, él siguió caminando.

Sefrai: La bruja de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora