Sefrai/ Parte 2

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» Cuando la luna brilló de color rojo después de quinientos años, terminé de arreglarme para la ceremonia de conmemoración para mi mamá. Una mujer que falleció en la guerra, asesinada por mi abuelo. Ese día era muy recordado por todos los demonios, en especial para mi papá, el Rey Ethan. Un hombre que esa noche caminó por la alfombra del tribunal para subir a su atril mirando a todos al rededor. Los civiles demonios estaban al frente de los asientos, en la parte trasera los Shingates y yo a un lado de mi padre mientras daba el discurso.

Busqué y busqué con la mirada a Bastián, la persona que me ha cuidado desde pequeño; pero al darme cuenta de que no estaba decidí seguir oyendo a mi padre. Ethan Fegot.

» —Demonios y Shingates, estamos reunidos el día de hoy para recordar el trágico día en el que la princesa Any Inferno, quién sería nuestra futura reina; fue asesinada en manos del rey Harriet Inferno. Quién fue sometido durante siglos en el tártaro, pero que hoy en día está encarcelado en los calabozos de nuestro reino —dijo mi padre mientras todos guardaban silencio en la habitación—. Según las leyendas, la muerte de la princesa Any sería uno de los factores para traer paz a las tierras de Freiani, no solo para el reino humano, también para las razas. Es extraño asegurar que su muerte provocó un cambio en el reino de Sefrai, pero hay que admitir que nos dio un empujón.

» Mi padre siguió hablando, pero al oír sus palabras me perdí en mi mente; jamás conocí a mi mamá. Entonces se aclararon mis pensamientos, ya sabía dónde estaba Bastián.

Caminé de espaldas del escenario tratando de que nadie me viera, hasta que finalmente salí del teatro. Dos guardias Shingates me vieron, pero me dejaron pasar porque sintieron mi energía. Como sabrás los Shingates controlan el elemento oscuridad, eso significa que pueden saber lo que sientes, si mientes, o incluso si estás enamorado, son tan tiernos, aunque son más fuertes de lo que suenan.

Salí de aquel lugar y empecé a correr hacia el bosque de Sefrai. Aquí no sale el sol así que el cielo siempre está rojo, pero era de mañana. Me adentré por el bosque entre los árboles, pise las ramas del suelo mientras me acercaba más al cementerio. Entonces llegué, el cementerio de árboles más grande de Sefrai, cada árbol es una persona; pero en medio de todos se encuentra su árbol. Él árbol de la princesa Any.

Caminé lento una vez el árbol de mi mamá estaba a la vista. Llegué y vi agachado a un hombre de cabellos blancos con las puntas de color rojo, su piel era pálida, casi blanca, además de que su vestimenta era la de un caballero. Mi caballero de nombre Bastián.

» Sin haberme visto aún, acarició el tallado del árbol con la cara de mi mamá y habló.

» —Konrad, ¿ya terminó el discurso anual del estúpido de tu padre? —preguntó mientras seguía acariciando el árbol.

»—¿Cómo es que siempre adivinas que soy yo, Bastián? —pregunté sentándome a su lado.

» —Te lo he dicho muchas veces, soy un Shingate. Nosotros nacimos de la oscuridad, fuimos los primeros en llegar a las tierras de Freaini, el poder de controlar la oscuridad viene en nuestra sangre —respondió viéndome a los ojos con una leve sonrisa, casi nunca sonreía, siempre se mostraba serio. Conmigo, por alguna razón, siempre me observó con una mirada paterna y amorosa—. Controlar la energía y sentir las esencias de los demás es lo que hacemos los Shingates.

Sefrai: La bruja de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora