Emma, una adolescente que creció entre brujos conoce a Konrad, un príncipe demonio que huyó del inframundo curioso de descubrir el mundo humano. Ahora ambos con la ayuda de los hermanos de Emma, tendrán que descubrir los secretos de Sefrai.
Abrí poco a poco mis ojos, mi visión seguía borrosa después de haber pasado tanto tiempo inconsciente. Cuando abrí los ojos por completo miré a mi alrededor solo para darme cuenta de que estaba atada con una cuerda de los pies y las manos, además de que tenía una mordaza en mi boca. Me encontraba en una habitación de color rojo con blanco con varios muebles extraños, a mi alrededor estaban mis amigos todavía inconscientes, pero estaban conmigo.
Busqué con la mirada a la persona que nos había hecho esto, la espalda me mataba. No fue hasta que alcé la vista arriba de mi cabeza cuando vi a una chica uniformada, con un suéter negro y una falda del mismo color el cual dejaba a relucir su pierna quemada por mi culpa. Ella al ver que desperté se paró enfrente mío para golpearme con su puño en la cara. Eso dolió, pero cuando ella intentó noquearme de nuevo rodé por el suelo hasta llegar al otro extremo. La chica tenía el cabello negro y piel apiñonada, era un ligero bronceado que llamaba la atención, pero lo más importante; en su cuello tenía el tatuaje de color rojo característico de las brujas. Era una bruja del fuego. Intentó atacarme varias veces, sin embargo, me movía en el momento exacto para evitar que eso pasara. Moví mis dientes con la intención de quitarme la mordaza al mismo tiempo que intentaba atacar a la chica quién, por cierto, no se veía mucho más grande que yo.
Cuando finalmente lo logré me pare enfrente de ella con las piernas un poco dobladas porque mis pies seguían atados.
—Espera —pedí con cansancio.
—Sabía que no estaba loca, tú eres la chica que vino hace meses junto a ese demonio, me encontré con ese chico Shingate que también los siguió, pero él se rindió fácil. Tú eres esa mujer que controla el fuego —gritó la niña desconocida.
—¡No! Bueno... Sí, sí era yo, pero no es lo que piensas.
—Ese cabello negro que te llega hasta el cuello, tu piel clara, esos guantes blancos; no pareces ser un demonio porque no tienes cuernos, sin embargo, puedes controlar el fuego. ¿Qué clase de demonio eres? —preguntó la desconocida activando el fuego en sus manos.
Yo me quedé paralizada, no podía dejar que ella me amenazara, por eso con mis manos intenté quemar la soga que me sometía, pero no lo logré y en vez de eso toda la cuerda se calentó y quemó mis muñecas. La chica solo rio irónica, mientras yo solté pequeñas lágrimas de dolor. Pues claro, sus estúpidas cuerdas estaban hechizadas por las brujas para que al quemarlas estas se pusieran calientes.
La chica volvió a pararse enfrente mío cuando me retorcía de dolor. Tomó su pistola de dardos y me apuntó a la cara sin ninguna sonrisa en la cara.
—¿Quién eres? —preguntó de nuevo la chica.
—Soy una de ustedes —contesté moviendo mi cabeza hacia el lado izquierdo para que en mi cuello se pudiera ver el tatuaje que nos definía como brujos.
La chica aún no estaba convencida de lo que estaba viviendo, además de que se dio cuenta de que mis hermanos también tenían ese tatuaje. Salió de la habitación para activar un espejo, y esperar la llamada de alguien superior a ella. Traté de observar por una ventana qué era lo que estaba pasando, mas no pude notar nada más allá de ese cuarto donde estábamos.
Poco a poco mis hermanos y mi mejor amigo comenzaron a abrir los ojos, pude ver que todos estaban bien, a excepción de Nathan quién el dardo le había caído pesado, pero solo porque correr tanto al escapar de los guardias lo había matado, no literalmente.
Mientras los demás recuperaban la consciencia yo me dispuse a escuchar a la chica que comenzó a hablar con una señora que sostenía dos recipientes con un contenido extraño. La chica tomó aire antes de empezar a hablar, pero cuando lo hizo, lo hizo con firmeza.
—Líder de las brujas del fuego, me temo que le traigo ciertas noticias —dijo la joven tratando de revelarnos.
—No tengo tiempo para ti ahora, háblame después, estoy segura de que nada de lo que tengas que decir importará —el comentario que hizo la señora hasta a mí me dolió.
—¡No! Madre, te lo prometo, capturé a...
—Basta Valeria. Te he dicho que no soy tu madre, y sea lo que sea que tengas será una mentira al igual que lo que dijiste haber visto en el bosque —no me lo dijeron a mí y de todos modos se me hizo cruel.
El espejo dejó de reproducir la imagen de la señora de cabello negro por lo que la chica tomó con sus manos el cabello de su cabeza. Yo me acerqué a esa saltando en dos pies juntos, además de que estaba un poco encorvada porque seguía atada de manos y pies. Cuando llegué a ella le sonreí, pero ella solo rodó sus ojos al verme.
—Somos brujos —repetí al ver su cara de frustración.
—¿Brujos? Sí, lo son. Pero son brujos exiliados y traidores, ningún brujo en su sano juicio estaría con un demonio —explicó la chica señalando con su dedo a Konrad, quién finalmente había despertado y por más que intentaba hablar no podía gracias a la mordaza— Además, tú puedes controlar el fuego. No conocía a ninguna bruja parecida a ti, seguro eres Elizabeth la exiliada.
—¿Quién? —pregunté dudosa— No, no, mi nombre es Emma. Emma Balum.
La chica se calmó un poco al oír ese nombre, pero al mismo tiempo dudó de mis palabras.
—¿Balum? ¿Cómo el apellido del líder del convento de agua? —preguntó y yo asentí con la cabeza.
—¿Qué hacen aquí?, pero aún más importante. ¿Por qué no te conozco bruja del fuego?
—Te diré lo que mi papá siempre me dice, porque no —la chica me vio confundida apuntando con una espada hecha de fuego a mi cara, no sabía que podía hacer eso—. Esa espada es genial, digo, pertenezco a los brujos del agua. No sé por qué al nacer en vez de mandarme con ustedes me convertí en una más de los brujos.
—¿Entonces no eres la exiliada Elizabeth y secuestraste a estos brujos del agua? —preguntó dándole una patada a Nathan con delicadeza, mi hermano estaba despertando por completo.
—No... ¿Quién es la exiliada Elizabeth? —pregunté curiosa.
La chica ahora en confianza al ver que, si éramos brujos, miró a mis hermanos con curiosidad, parece que nunca había visto a un hombre brujo. Después caminó a mí para cortarme la soga de mis muñecas con su espada. Yo agité mis manos adolorida, tenía la marca de la quemadura en mis muñecas. Después me desató por completo y habló.
—Es la bruja que mató a otra bruja. —contestó la chica guardando la cuerda con la que me amarró.
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Hola queridos chocolatines, ¿qué tal mi gente? ¿Cómo va el año? Por mi parte estoy muy feliz y quería agradecerles por las primeras 1000 lecturas de mi historia, eso me pone muy feliz y me hace agradecerles de todo corazón mis cielos.
Dato curioso de el día de hoy:
Cuando escribí este capítulo sentí un alivio porque sentía que ya eran muchos hombres en la historia y Valeria cambiaba eso, ja, ja. xD