Rebelión/ Parte 1

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Desperté por completo, era de día. No se veía movimiento en el convento, algo me decía que mi papá comenzaría las actividades más tarde aprovechando las vacaciones de invierno. Gracias a las Diosas porque mi cuerpo se sentía cortado, enfermo. Me senté en la cama, Konrad ya estaba despierto desde hace rato al igual que Sem. Parecía que Konrad le contó a mi hermano lo que pasó, yo en la noche le conté todo lo que sucedió en el inframundo, estoy segura de que mi mejor amigo le contó lo que le dije a Sem porque mi hermano mayor tenía cara de pesadez. Me senté en la cama con Konrad a mi lado, él me abrazó y todos guardamos silencio por varios minutos.

Hasta que nos dimos cuenta de que Nathan no volvería.

Nos levantamos y nos dimos cuenta de que no podíamos quedarnos aquí, a estas alturas lo que menos importaba era lo que dijeran los brujos si veían un demonio aquí. Bastián me mandó aquí cuando se dio cuenta que alguien venía, no me sorprendería que él se haya salvado el pellejo, es muy listo. Ahora entiendo el porqué Konrad lo admira.

—Bastián me dijo que mandaría aquí a una amiga humana suya, la historia de los amigos era cierta —dije rompiendo el silencio—. Él no podía venir porque los Shingates no tienen forma humana en el mundo de los humanos, pero nos llamaría a través de un espejo con su amiga. Por lo visto aún no llega.

—Quizá no vendrá... —dijo Konrad con la cabeza baja— Aprecio que Bastián busque ayudarme, pero a estas alturas no sé cómo podría hacerlo.

—Tienes razón, yo no sé qué piensa hacer. Es decir, me llamó de la nada después de haber peleado por meses mientras trataba de decirle algo de las Diosas y ahora me llama para que venga, ja, ja, sinceramente solo acepté porque quería verte Konrad, aunque admito que me sorprende que tus amigos brujos hayan ido al inframundo sin ser vistos —habló una voz desconocida desde la cama de Nathan.

Todos nos quedamos sorprendidos al notar a una mujer hermosa de piel morena con buen busto, peinada de una coleta larga y vestida como una señora. Se veía grande, de treinta a cuarenta años como mi papá, pero algo me decía que en realidad esa no era su edad. Ella era Danaé.

—¿Qué? ¿Por qué me ven así? Llegué en la noche, pero al ver a todos durmiendo tan tranquilamente me dio sueño y vaya ¡había una cama disponible! —dijo la mujer mayor.

Todos nos la quedamos viendo con asombro, ¿desde la noche había llegado aquí? Me esperaba algo diferente, alguien que quizá tuviera miedo de lo que pasaría, no de alguien que toma una siesta en la cama de mi hermano que acaba de huir del convento.

La mujer bajó de la litera, parándose enfrente de los tres con una gran sonrisa, parecía feliz por alguna razón.

—Lamento quedarnos sin palabras. Es solo que nos impresiona verte —dijo Konrad aun tratando de buscar las palabras correctas—. Déjeme presentarme, mi nombre es...

—¡Konrad! —gritó la mujer interrumpiendo a Konrad para darle un gran abrazo que confundió a mi amigo—. Ya eres un hombre, aunque sigues joven. Eres como de mi edad cuando comenzó la guerra, santo cielo, no puedo creer que después de tantos años ya estés así de grande. Yo solía cargarte en mis brazos cuando eras un bebé.

Sem y yo reímos en silencio al notar la cara de desesperación en mi amigo. Al fin una sonrisa en todo el día. Cuando ella se separó de darle cariño a Konrad él sonrió sin decirle nada, creo que el abrazo lo había incomodado.

—Un placer... —dijo el demonio de los cuernos azules aturdido. Danaé habló.

—¡Oh! Je, je, le llamaré a Bastián, de seguro ha estado esperando la llamada desde la noche, pero espero que entienda que es necesario dormir como iguanas —la comparación que hizo nos confundió, pero la seguimos viendo con atención.

Sefrai: La bruja de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora