Salve El Rey.

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Era de noche, nos habíamos ido desde la mañana y apenas llegamos al oscurecer, no sé si pensar que los brujos nos buscaron, pero al ver la cara de mi papá me dice que él sí lo había hecho. Después de llegar con mi hermano del inframundo, mi papá me llevó a su cabaña. Ahora estábamos sentados frente a frente en el comedor, yo estaba nerviosa, pero trataba de darle mi mejor sonrisa mientras el terminaba de vendar mi herida, lo que le hizo Telmo a mi herida ayudó a que dejara de sangrar, pero mi papá terminó de curarla.

Una vez terminó me miró fijo esperando respuestas. Tenía una mirada seria que me hacía tragar saliva.

—¿Por qué llegaste con un demonio? Aún más importante ¿por qué ese demonio besó a mi hijo y me llamó «suegrito»? —iba a responder, pero ni siquiera me dejó hablar— No, aún más importante ¿dónde está Nathan?

Esa pregunta me hizo sentir mal, sentí que había fallado en ser la hermana mayor, no pude evitar agachar la cabeza con impotencia antes de hablar.

—Se fue. Dice que no cree en el poder de las Diosas ni las leyes de los brujos, no le importó que yo pensara que por fin me aceptaba como hermana, ni mucho menos que nuestro amigo fuera amenazado por su padre. Él se fue a Nafrein en busca de algo llamado la esfera del lienzo blanco. Es un traidor.

Mi padre me miró sorprendido al escuchar eso, parecía que algo se había roto dentro de él, pronto hizo que me retractara de lo que dije.

—Tu hermano no es ningún traidor, es nuestra familia —dijo con molestia mi padre, yo alcé la mirada para hablarle.

—¿Por qué nos consideras familia? ¿Qué no las leyes de las brujas hablan de que no podemos? —pregunté limpiando dos lágrimas que se habían escapado de mis ojos.

Mi padre respiró profundo tratando de entender lo que pasó en el inframundo, entender que yo era la mejor amiga del príncipe demonio y aún más importante, que Nathan se había ido.

—Creo que es hora de que sepas la verdad Emma —me dijo poniendo sus manos en su cara en un acto de desesperación. Yo lo miré atenta—. Tu madre se llamaba Elizabeth —en ese momento toda mi vida comenzó a tener sentido—. Yo la conocí hace casi dieciocho años, cuando tenía veinte. A esa edad los brujos tienen permitido conocer a otras brujas para poder formar un nuevo brujo. Los brujos del agua fueron al convento de las brujas del fuego y fue ahí donde después de llegar tarde conocí a tu madre. Una hermosa mujer de cabellos negros como los tuyos, piel apiñonada y con tu misma sonrisa. Era la mujer más hermosa que había visto en la tierra, sentí lo que tu sientes al conocer a alguien; ganas de formar un vínculo eterno o que por lo menos parezca eterno. Ella sintió lo mismo. Pronto tuvimos a Sem, un bebé que al nacer niño iría conmigo al convento de los brujos para aprender a controlar el agua. Normalmente una vez has creado un nuevo brujo no hay razón para seguir viéndose con la otra persona, pero Elizabeth y yo lo seguimos haciendo todas las noches durante dos años. Nos veíamos en el límite de los bosques del mundo humano. Ella venía del inframundo para estar conmigo.

» Un día la líder de su convento se enteró que estaba viendo a alguien, estábamos planeando irnos del poder de las Diosas y brujas para formar nuestra propia familia, estabas en camino Emma, un brujo no puede volver a relacionarse con la misma persona de esa forma. Le dije a Eli que nos fuéramos y eso hicimos, al menos eso queríamos. Tu madre te dio a luz en el inframundo. Las brujas del convento pedían tu sacrificio a cambio del perdón de Elizabeth, pero ella se negó. Estaba sola en el inframundo, acababa de dar a luz y no estuve ahí. Ojalá lo hubiera estado porque esa noche la líder de aquel entonces peleó con tu mamá mientras tu estabas escondida en el bosque. Elizabeth al querer salvarte lanzó un hechizo de fuego a su líder y ocurrió un accidente. Murió. Las demás brujas lo tomaron como un acto de guerra, Elizabeth intentó huir, pero antes de lograrlo una maldición cayó sobre ella. Gracias al cielo fue lo suficientemente rápida para llegar contigo y cargarte mientras llorabas. Abrió un portal a nuestro hogar. Lloré al verla corromperse, su maldición era sentir que un fuego siempre la seguía, sintiendo como el fuego estaba cerca de ella y parecía que la quemaba. A pesar de eso tuvo cordura al hacerme jurar que te protegería. Por ella y por ti lo haría mil veces más si fuera necesario. Elizabeth tuvo que irse para siempre, se desterró así misma a Nafrein, la dimensión espejo. Deambula por ese lugar todo el tiempo, llorando por su sufrimiento eterno. He intentado curarla, pero no he podido. El hechizo es tan fuerte que ni siquiera entiendo si hay una cura.

Mi padre comenzó a llorar al decir eso. Sabía que Elizabeth podía ser mi madre, pero jamás pensé que fuera cierto. Bajé la cabeza al oír todo eso. Si eso le hicieron las brujas a mi mamá, no me imagino que me harían a mí si se llegaban a enterar que soy su hija. Ahora lo entendía todo, entendía el porqué yo no vivía en el templo con las brujas del fuego. Aunque si tuviera la oportunidad seguiría con los brujos del agua por toda mi vida.

Me acerqué a abrazar a mi papá quién me correspondió, me hizo llorar conocer la verdad después de quince años. Tanta fue mi conmoción al punto de abrazarlo más fuerte.

—Perdí a tu madre, y ahora también a mi hijo —dijo entre sollozos mi padre.

Perdí a mi hermano, perdí a mi madre y a cambio sé lo que quise saber siempre. Mi padre y yo nos abrazamos fuerte, sabíamos que, a pesar de todo, aun estábamos nosotros. Uno para el otro, por siempre.

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Una vez pasaron varios días desde nuestra pelea, me sentía más feliz a pesar de todo lo que había pasado. Mi padre buscaba a Nathan con ayuda de un discípulo de Danaé de nombre Dante. Parecía que estaban dispuestos a ayudar. También parecía que mi papá y el convento había aceptado el hecho de que yo era amiga de un demonio. Aunque para el reino de Konrad parecía más difícil, años de lucha parecía muy poco para ellos. Por eso el día de la coronación de Konrad tuvimos que observar desde un árbol alto y algo lejos del castillo. Observé junto con Valeria, Telmo y Sem que me acompañaban en el árbol de Sefrai como Bastián le ponía la nueva corona a Konrad. Le sonreí al verlo y siento que a pesar de la lejanía él también me vio devolviéndome la hermosa sonrisa que tenía.

El falso rey Ethan se estaba pudriendo en una celda, mientras el verdadero rey, Konrad, alzaba en alto su cabeza mostrándose como el gobernante que ahora era. Todo el pueblo estaba conmovido, yo estaba conmovida.

Me levanté en la rama del árbol alzando mi brazo en alto con una sonrisa en la cara, mis amigos hicieron lo mismo al igual que todo el pueblo. Todos sin excepción alguna pegamos un grito en el aire que posiblemente se escuchó en todo el inframundo.

—¡Salve el rey Konrad! 

—¡Salve el rey Konrad! 

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Ayyyyy, quiero llorar. Espero que entiendan que esta vez tengo muchas preguntas y no les puedo dar un dato curioso jajjsa, ay, me siento feliz por acabar la primera edición y santo cielo mío, muchas gracias a todos por leer hasta aquí, que es el inicio de la historia de mis chiquitos hermosos y preciosos. Me encariñé bastante con ellos, la pasaba muy bien con ellos la verdad, en especial porque eran muy ocurrentes.

¿Qué piensan del final? ¿Les gustó aunque sea un poquito?

¿La pasaron bien? ¿Valió la pena?

Por mi parte, estoy feliz. Gracias por todos los que me acompañaron en estos casi dos meses de novela. Gracias a todos. Y bueno si tienen dudas pueden hacerme las preguntas que quieran, por mi parte iré a editar el epilogo y a mimir. Los amo.

Nani a editar epilogo.

Sefrai: La bruja de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora