Capítulo 7

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-¿Has dormido poco, Liss?

Escondida tras unas enormes gafas de sol, Liss percibió el tono de desaprobación de sus palabras, pero no respondió. Siguieron en silencio el resto del trayecto hasta el aeropuerto, pero el
ambiente era tenso, ardiente. Ella optó por fijar la mirada en el exterior, pues apenas podía aguantar ver a James y tenerlo tan cerca, sentado en el asiento trasero del taxi. Estaba guapísimo
con aquella camiseta de algodón blanco que, si bien no era demasiado estrecha, sí le marcaba ligeramente el pecho, y unos vaqueros que dejaban adivinar sus piernas fuertes y el poder que se
ocultaba debajo. Liss deseaba tocarlo.

Una vez en el aeropuerto, facturaron el equipaje y tuvieron que esperar unos minutos antes de poder embarcar. Liss agarró su bolso y echó a caminar para no tener que seguir viendo lo bien que le sentaban los pantalones.

Había pasado casi toda la noche bailando para quemar energía y ahora estaba agotada y tensa.

Además, James no estaba siendo de mucha ayuda porque, cada vez que lo miraba, él respondía con una sonrisa que hacía reaccionar a todo su


cuerpo .

Entró al avión con la intención de recostarse en el asiento de primera clase y disfrutar del espacio. Sacó algunas cosas del bolso antes de colocarlo en el compartimento superior; la botella de agua, unos calcetines por si tenía frío, un frasco de aceite aromático para refrescarse la cara..., las pequeñas cosas que hacían que un vuelo fuera mucho más agradable. Entonces se dio cuenta de que James estaba detrás de ella, observándola y esperando... ¿a qué? Lo miró enarcando ambas cejas.

Él esbozó una encantadora sonrisa.

-El asiento de la ventanilla es el mío.

Liss miró su billete. Vaya. La decepción debió de reflejársele en la cara, porque él sonrió aún más, pero con malicia.

-¿No quieres sentarte a mi lado ?

A ella empezaron a arderle las mejillas y se preguntó qué diría si le respondía con total sinceridad. Quería sentarse encima de él, no a su lado. Quería sentir su cuerpo en contacto con la piel, quería acariciarle el pecho y descubrir si era suave o estaba cubierto de vello. ¿Lo tendría tan bronceado como los brazos o le habría dado menos el sol? Ay, Dios..., aquello no estaba bien.

-Si quieres, puedes sentarte tú en la ventana -le ofreció él.

-¿Estás seguro? -no podía apartar la mirada de sus ojos.

-Yo ya tengo una vista magnífica.

Lo mejor era respirar hondo y tratar de mantener el control de la situación, se dijo Liss. Siguió de pie, sin moverse.

-Vamos, utiliza mi asiento.

-Está bien, tú eres el jefe -dijo, recordándoselo sobre todo a sí misma.

-Y tú la princesa -respondió el-. Interesante juego de poder, ¿no te parece? ¿Quién crees que debe estar por encima del otro?

Liss se sentó rápidamente. ¿Encima? ¿Quería hablar de posturas? Intentó encontrar una respuesta ingeniosa, lo que fuera...

-Dijiste que no iba a recibir un trato especial por el hecho de ser princesa.

-Tienes razón -él se sentó a su lado y se inclinó hacia ella-. Pero tampoco debería recibirlo yo por ser el jefe. Al menos en este terreno.

-¿En qué terreno? -sólo podía verlo a él...

Era como si se encontraran en un rincón del avión y él estuviera protegiéndola de cualquiera que quisiera verla.

La princesa y su jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora