Capítulo 3 (parte 3)

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Después de aquello se había enterado de todo lo que había tenido que pasar su vieja amiga Cassie y su sensibilidad había aumentado. Cassie debía de haberse sentido muy sola, en la cárcel y con un bebé. Liss quería hacer lo que no había podido hacer por su amiga años atrás. Miró al puerto e intentó explicárselo mejor, porque quería que se diera cuenta de que no era tan egocéntrica.

-Yo no soy una experta, no puedo darles consejo. Esas chicas tienen más problemas de los que yo he tenido en toda mi vida, pero trato de prestarles toda mi atención durante media hora.
Así tienen alguien que las escuche.

-¿Es eso todo lo que necesitan?

Se volvió a mirarlo. Estaba en el otro extremo del gran ventanal, mirándola a ella en lugar de al exterior y con un gesto tan cínico que Liss habría querido gritarle.

-Por supuesto que no es todo lo que necesitan, pero nadie quiere saber nada de ellas. Las han echado de todas partes y se sienten olvidadas por los hombres que las utilizaron y por el resto de la sociedad, incluso por sus propias familias.

No eran más que una estadística con un futuro muy poco alentador, pero por qué no disfrutar un poco de vez en cuando?

-A veces es agradable tener alguien que te escuche y que te haga sentirte especial.

En París se había sentido bien trabajando en la línea telefónica porque había podido mantener el anonimato, pero allí, en una ciudad en la que no conocía nadie, había buscado un contacto más personal. Por eso había llamado a Atlanta House y les había preguntado si les interesaba que las visitara de vez en cuando. Antes de empezar a trabajar había ido varias veces para demostrarles que tenía intención de colaborar con la organización y con las muchachas. No tenía intención de desaparecer de pronto. Después había empezado a ir una vez por semana, aunque pasaría por allí siempre que pudiera.

Ese día se había sentado a charlar con las chicas, habían hecho pulseras de cuentas y se las habían puesto en trenzas en el pelo unas a otras. Se había comportado como una más y se había sentido integrada, tal como era.

Se apartó de la frialdad de las preguntas de James.

-No es agradable saber que no eres deseada.

Siguió mirando por la ventana, pero ya no veía el maravilloso cielo azul porque estaba demasiado inmersa en sus pensamientos. En eso se sentía identificada con ellas. Hacía ya años que su familia no la quería a su lado, y nunca había llegado a comprender el motivo. Por eso se había comportado como una niña, ¿quién no lo habría hecho? Pero le dolía mucho que esa vez no siquiera le hubieran dado una
oportunidad; no se habían parado a pensar que quizá hubiera madurado, seguian sin querer saberlo.

De pronto se dio cuenta de que el silencio estaba prolongándose demasiado. Lo miró con una sonrisa formal en los labios, una sonrisa que desapareció en el momento en que se encontró con su mirada. Tenía los ojos muy oscuros y la observaba con una intensidad casi ardiente. Nunca lo había visto tan serio, ni con una mirada tan misteriosa. Liss vio cómo las facciones de su rostro iban haciéndose más angulares, cómo se le endurecía la mandíbula, como si estuviera conteniéndose deliberadamente... ¿Conteniéndose para no hablar?, ¿para no moverse?

Lo único de lo que estaba segura era de que de pronto se sentía muy incómoda. La temperatura de su cuerpo había aumentado y temía que
iba a sonrojarse en cualquier momento. Así pues, apuró la taza de café y anunció:

-Debería irme.

El bajó la mirada y se aclaró la garganta, visiblemente más relajado.

-Muy bien.

Liss fue directamente a la puerta.

-Gracias por llevarme. Y por el café. Así podré aguantar la obra de teatro de esta noche.

-¿Vas a salir? -le preguntó él -. Sigues pareciendo cansada.

Lo estaba y la tensión de estar a su lado no le resultaba de mucha ayuda.

-Se supone que es una obra muy buena.

James abrió la puerta y llamó al ascensor.

-¿Nunca te apetece quedarte en casa sin salir?

-La verdad es que no -¿qué haría allí, hablar con las paredes?- Además, prometí que iría y no quiero decepcionar a nadie.

No quería ser grosera, ni que dejaran de mandarle invitaciones, porque no le gustaba quedarse sola en casa. Era preferible salir y estar rodeada de gente, sin pensar.

-Claro.

Liss lo miró y comprobó que la hostilidad y el sarcasmo habían vuelto a su rostro. Antes de que se cerraran las puertas del ascensor, pudo oír.

-Que te diviertas.

***

El lunes por la mañana, en cuanto Liss llego a la oficina tuvo que acudir al despacho de James.

-Princesa, seamos sinceros.

Ay, no, estaba muy serio. Nada más verlo se dio cuenta de que James se tomaba realmente en serio eso de separar la vida social de la laboral. Podía sonreír y charlar animadamente con ella mientras se tomaban una copa y al día siguiente
despedirla sin ningún tipo de reparo.

-Lo de ser secretaria no está funcionando.

Dios, iba a despedirla.

-Yo pensaba que... -Liss se hizo un lío con las palabras mientras sentía que le ardían las mejillas- Yo creía que estaba mejorando -¿dónde estaba su dignidad? No quería tener que volver
allí donde sabia que no deseaban su presencia.

Acaso nunca iba a conseguir lo que quería? Esa vez lo había intentado de verdad.

-Hay otra cosa que creo que podrías hacer mejor.

Liss se quedó inmóvil, durante un segundo sus pensamientos fueron de lo más inapropiados.

-Dentro de unas semanas inauguramos un nuevo hotel en Aristo.

-¿Aristo?

-La semana que viene vamos a celebrar una fiesta para anunciar la inauguración -hizo una pausa y esbozó una sonrisa- Tú sueles ir a fiestas, princesa?

-Ya sabes que si.

¿Quería que fuera a una fiesta? ¿Cómo, cuando ya hubiera vuelto a casa, avergonzada? Aunque no estaría mucho tiempo allí, porque Alex la
mandaría a otra parte antes de que tuviera tiempo de recuperarse del jet lag.

-Quiero que te hagas cargo de la organización de la fiesta. Quiero que sea algo exclusivo, deslumbrante.

Liss salió del pozo de autocompasión en el que había caído y lo miró. ¿Quería que organizara la fiesta?

-Quiero una gala que no se parezca a ninguna otra, necesito invitados importantes y medios de comunicación que cubran el acontecimiento, quiero que aparezca en todos los periódicos y revistas del mundo.

El corazón empezó a latirle desaforadamente y, por una vez, no se debía a como la miraba él..., o al menos no era sólo por eso.

-Muy bien. Déjalo en mis manos -respondió con entusiasmo y con la cabeza ya llena de ideas. No había nada que le gustara mas que una gran
fiesta, y más si podía crearla ella.

-Adelante -dijo él, sonriendo con cierta reticencia-. Puedes ver los detalles del presupuesto y los preparativos que ya se han hecho; cambia todo lo que creas conveniente. La fiesta es tuya, princesa. Encárgate de que salga bien.

-¡Sí, jefe! -respondió Liss, a punto ya de salir por la puerta.

-Princesa...

Se detuvo en seco y se volvió a
mirarlo. La sonrisa había desaparecido y en su lugar una expresión de seriedad.

-No hagas que me arrepienta.

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Hmmmmm😏😏😏

Por cierto la amiga que Liss menciona(cassie) es la protagonista de uno de los libros de la saga "El Dueño De Su Corazón".

La princesa y su jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora