Capítulo 1 (parte 3)

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Era evidente que Elissa nunca tendría atención suficiente.

Aquello estaba poniéndolo de mal humor, así que echó a un lado los periódicos y agarró otro informe que le había dado ella; sólo fueron necesarios un par de minutos para darse cuenta de que los gráficos estaban mal.

Estiró el cuello para poder verla al otro lado de la puerta. Hasta la manera de sentarse denotaba que era una princesa; con la espalda completamente erguida y el cuello estirado como Si llevara un collarín invisible. Miraba el ordenador con el ceño fruncido. La princesa de las fiestas jugaba a tener un trabajo serio, pero no parecía esforzarse demasiado por hacerlo bien. James frunció el ceño aún más que ella.

El también había nacido en una familia de dinero; no al nivel que ella, por supuesto, pero también él podría haber elegido una vida más ociosa y decadente si hubiera querido. No lo había hecho, más bien al contrario. El nombre y el dinero de su familia lo habían impulsado a tener exito por sus propios medios. Su abuelo y su padre habían trabajado mucho para reunir la fortuna de la familia y era igual que ellos. Jamás había pretendido que se lo sirvieran todo en bandeja de plata, pues disfrutaba de la satisfacción que proporcionaba el trabajo bien hecho.

Desde luego, la princesa no sentía dicha satisfacción y prefería valerse de su belleza y de la fama para conseguir todo lo que deseaba, en lugar de trabajar de verdad. Sin duda estaba acostumbrada a que los criados le llevaran bandejas de plata. Pues bien, en el barco de James no había lugar para pasajeros indolentes; todo el mundo tenía que cumplir con su cometido, especialmente las princesas consentidas.

Se puso en pie, agarró el informe y apretó los dientes.

-Esto también tienes que repetirlo -dijo al tiempo que salía por la puerta y tiraba los papeles encima de su mesa-. Vas a tener que hacer mejor, Elissa. Nadie va a tratarte de manera especial sólo porque seas princesa.

Liss levantó la cabeza al oír aquel inesperado y frío comentario. La expresión del rostro de su jefe había cambiado radicalmente. No había ni rastro de su sonrisa, ni del brillo dorado de su mirada. De pronto tenía los ojos oscuros y fríos. Sabía perfectamente lo que significaba aquella mirada; desaprobación y distancia.

Estaba acostumbrada a recibir ese tipo de miradas y de discursos de sus protectores y conservadores hermanos. Ella no le había pedido a James que la trata de manera especial, de hecho era precisamente lo que no quería. Sólo quería hacer bien su trabajo y le dolía que la tratara así, porque realmente estaba intentándolo. Quizá por eso, y porque le sorprendió su cambio de actitud, se olvidó de la profesionalidad que intentaba conseguir y estalló.

-¿Cree que es la primera vez que oigo eso?- preguntó con ferocidad-. ¿Por qué no es sincero? En realidad va a exigirme más, ¿no es cierto? Espera más de mí de lo que esperaría de cualquier otro, y es imposible que yo cumpla con esas expectativas -agarró el informe y, al darse cuenta de que había vuelto a meter la pata, perdió los nervios aún más-. Eso de que sólo porque soy una princesa bla, bla, bla está ya muy visto. ¿Por qué no intenta algo más original?

El respondió con un largo silencio que se prolongó interminablemente.

Liss terminó por bajar la vista y habló sin mirarlo a los ojos. No quería que la despidieran el mismo día que había vuelto su jefe.

-Lo siento -murmuró-. No debería haber reaccionado así -no podía perder el trabajo.

Un nuevo silencio interminable que hizo que ella se sintiera cada vez peor. Sabía que se había comportado como una adolescente resentida y no como una profesional que estuviera tratando de hacer bien su trabajo.

El se acercó un poco más hasta apoyarse en el escritorio, en el lugar donde Liss tenía clavada la mirada.

Cuando por fin habló, lo hizo con voz tranquila, con una calma que hizo que ella se sintiera aún más avergonzada.

-¿Por qué no habría de esperar más de ti que del resto? Has tenido muchas más oportunidades que el resto. La realidad es que no eres como los demás, ¿verdad? Eres una mujer muy preparada, con un título de la universidad de París, hablas con fluidez varios idiomas y es evidente que eres muy inteligente. Así que sí, puede que espere más de ti.

Liss levantó la mirada, sorprendida por el modo en que la había descrito, agradablemente sorprendida.

-Lo de que seas princesa es totalmente irrelevante. Lo que importa es tu actitud. El problema no es lo que yo espere, sino  que no tengas intención de trabajar duro.

Cualquier sentimiento positivo que hubiera podido albergar desapareció de golpe. Tuvo que apretar los dientes para no volver a estallar como una niña mimada, como había hecho unos segundos antes. Llevaba toda la mañana trabajando con ahínco, el problema era que sus esfuerzos no parecían haber dado ningún fruto.

Se encontró con sus ojos y vio que estaban llenos de cinismo.

-Será mejor que te esfuerces, princesa, porque puede que la próxima vez pruebe con algo «original».

Había hablado en voz baja, pero clara; era casi una amenaza. Su mirada se clavó sobre ella hasta erizarle el vello de la nuca. Liss lo miró sin poder hacer otra cosa y vio cómo en sus ojos iba apareciendo poco a poco ese brillo dorado. Quería decir algo, romper la tensión, pero apenas podía pensar, no podía moverse. El seguía mirándola fijamente, en completo silencio y, a pesar de tener la piel de galina, Liss sintió un calor que la invadía por dentro: el deseo de acercarse a la llama que ardía dentro de él. ¿Estaría pensando lo mismo que ella? ¿Vería él las sombras que ella estaba viendo en sus ojos? Sintió el deseo de compartir algo más con su jefe, un poco de placer, y justo en ese momento se avivó el brillo de los ojos de éste.

El timbre del teléfono rompió bruscamente el silencio y Liss pudo deshacerse de aquel vínculo invisible que lo había atado a él por un momento. Mientras ella contestaba el teléfono, él volvió a su despacho. Sin aliento y completamente despistada, cortó la llamada sin darse cuenta.

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Mood: aburrida

¿y ustedes cómo están en su cuarentena?

Vamos cuenten

PD: Los quise, los quiero y los querreee 😝😝😝

La princesa y su jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora