-¿Y tu hermana?
Aquello la hizo sonreír tiernamente.
-Estamos muy unidas. Somos diferentes, pero nos queremos. Kitty es mayor que yo, pero es más vulnerable..., siempre está leyendo algún libro o tiene la cabeza en las nubes.
Liss parecía considerarse más espabilada.
-Entonces tú cuidabas de ella, ¿no?
-Claro.
¿Y quién cuidaba de Liss?
-¿Y qué hay de tus hermanos?
-Tampoco estoy muy unida a ellos.
-¿Por qué? -ahora que lo pensaba, nunca había oído a Alex hablar demasiado de su hermana pequeña. Sólo le había dicho que era incontrolable y que necesitaba que mantenerla lejos de la isla mientras él solucionaba todo el tema de la sucesión. De pronto se le pasó por la cabeza que quizá no estuviera tan claro quién era más vulnerable.
-Supongo que simplemente somos distintos -se encogió de hombros-. Pero tengo muy buenos amigos.
¿Sí? ¿De verdad los tendría?
-¿Y qué me dices de tu padre? -Liss volvió a la carga-. ¿Tienes buena relación con él?
James apretó el acelerador. Su madre había creado una barrera entre su padre y él. A veces le parecía imperdonable. ¿Debía decírselo, o no? Había estado tanto tiempo cargando con aquel dilema...; hasta que había descubierto que era tan tonto como su padre.
-Últimamente es mejor -ahora tenía más cosas en común con su padre de las que habría deseado. La vida le había enseñado de la peor manera posible que no debía ser tan duro con la ceguera de su padre, y había aprendido a comprenderlo.
En ese momento se detuvo frente a la casa y se bajó del coche para sacar la maleta.
-Diviértete con todos esos pies.
Liss se despidió con la mano y él se quedó allí viéndola entrar. La coleta con la que se había recogido el pelo se movía de un lado a otro al andar. No parecía que llevara ningún tipo de maquillaje, pero estaba preciosa.
No fue a trabajar. Se sentó en una cafetería, tomó tres cafés y se dedicó a pensar mientras veía pasar a la gente por la ventana. Tuvo cuidado de alejarse de las revistas que había apiladas sobre la barra; después de haber visto la infidelidad de su novia convertida en noticia de portada de todas las revistas, no había vuelto a acercarse a aquel tipo de publicaciones de papel cuché. Era una experiencia que no quería repetir. Además, aquel día no quería ver a la sofisticada princesa Elissa en las revistas; prefería verla como estaba en ese momento..., relajada y sin arreglar.
Cuando volvió a la casa un par de horas más tarde, encontró a todas las chicas sentadas en el porche con las piernas en alto, seguramente para que se les secaran las uñas. James reprimió una carcajada. Menuda imagen.
-Liss, está aquí tu novio-guardaespaldas-jefe.
Liss meneó la cabeza y levantó la mirada hacía el cielo.
-Hasta dentro de un par de semanas, chicas -se despidió con una sonrisa mientras las muchachas protestaban.
El viaje de vuelta fue bastante rápido. Liss le habló tranquilamente de algunas de las chicas hasta que llegaron al ascensor, momento en el que él se dio cuenta de que llevaba las uñas de los pies pintadas cada una de un color.
-Tus pies parecen el arco iris -comentó con una sonrisa.
Ella se echó a reír.
-Las chicas querían ver cómo quedaban los colores para poder elegir.
James se agachó para señalar uno.
-Éste es el que más me gusta -Dios, hasta sus pies eran bonitos.
-«Un toque de tentación», buena elección -dijo y apartó el pie.
Las puertas se abrieron y, al volver a ponerse recto, James se dio cuenta de que Liss se había ruborizado y tenía la respiración acelerada. Estiró el brazo para que no se cerraran las puertas.
-¿No vas a devolverme la invitación de la semana pasada? -en realidad no necesitaba más café, pues estaba temblando, aunque quizá eso se debiera a la cercanía de Liss.
-Pues...
El rubor de sus mejillas se hizo más intenso y James tuvo que hacer un esfuerzo para no alargar la mano y acariciarla, seguir el rubor con la mano hasta que desaparecía bajo la camiseta y comprobar si el resto de su cuerpo estaba también sonrojado. Se moría de ganas de tocarla, de besarla, de...
-No te preocupes, no es buena idea. Disfruta del resto del fin de semana -dijo rápidamente antes de pulsar el botón para que se cerraran las puertas, apretando los puños para no hacer nada de lo que pudiera arrepentirse.
****
El nerviosismo con el que Liss llegó a trabajar el lunes no tenía ningún sentido. Estaba impaciente por seguir con los preparativos de la fiesta y, por mucho que le costara admitirlo, también por volver a ver a James. El viaje a Atlanta House del sábado había sido muy revelador. Lo había visto reír, sin afeitar, completamente relajado... sin distancias ni miradas de reprobación, sólo amabilidad. Se había mostrado susceptible cuando le había preguntado por sus padres, pero eso le había hecho parecer más humano.
El encuentro prácticamente había borrado de su memoria las dolorosas palabras que le había dedicado en la fiesta. Había hecho que se preguntara si podrían hacerse buenos amigos... aunque era un poco difícil sintiendo el deseo incontrolable que sentía por él. Era agradable tener a alguien con quien reír, a quien escuchar, alguien en quien apoyarse. El problema era que la atracción que había entre ellos hacía imposible que surgiera una verdadera amistad. Y estaba claro que él estaba haciendo tantos esfuerzos como ella para no dejarse llevar por dicha atracción. Liss se preguntó por qué y, sobre todo, se preguntó hasta cuándo podrían seguir luchando.
Llevaba pocos minutos sentada en su escritorio cuando llegó Katie a llevarle los periódicos y le lanzó una mirada pícara.
-James у tú parecíais estar pasándolo muy bien en la fiesta de la galería de arte.
-¿Tú también fuiste?
Katie soltó una risotada.
-No precisamente.
-¿Entonces?
-Ha salido una foto en el periódico, ¿no la has visto?
Liss negó con la cabeza al tiempo que intentaba controlar los latidos de su corazón.
-No tengo costumbre de hacerlo.
-Deberías... Siempre apareces y siempre sales guapísima -la recepcionista volvió a sonreír, pero no parecía una sonrisa sincera-. Parecía que estabais en una situación muy... intensa.
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La princesa y su jefe
RomansaA la princesa Lissa Karedes, conocida por su afición a las fiestas, la habían enviado a Australia para que aprendiera lo que significaba trabajar de verdad. Sin embargo, el millonario James Black, su atractivo jefe, tenía otras ideas en mente. No pe...