Capitulo 7 (parte 2)

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James continuó con aquella caricia que era
una deliciosa tortura. Mientras tanto, ella no podía apartar la mirada de esos ojos llenos de promesas de pasión. Se olvidó de dónde estaban, no oía el ruido del avión..., sólo era consciente del sonido de su propia respiración y de la intensidad de aquellos ojos.

Entonces él apartó el dedo de sus labios para
comenzar a bajar por el cuello, hasta la clavícula. Liss quería decir algo, pero no se le ocurría nada. No podía pensar. Bajó la mirada, pero pudo ver que en sus labios aparecía esa sonrisa que detestaba, y amaba al mismo tiempo, mientras seguía bajando la mano hasta el pecho. La echó a un lado hasta alcanzar un pezón que acarició con deliberada lentitud.

-Por eso -repitió en un susurro.

Liss bajó la mirada y sintió que sus pechos se
habían redondeado y endurecido. Los pezones,
que se le marcaban claramente a través del jersey, reclamaban su atención. Estaban tan duros que le dolían.

Volvió a mirarlo a la cara y supo que tenía la
situación bajo control. Quería verlo tan afectado como lo estaba ella.

Le apartó la mano y se puso recta.

-Es el aire acondicionado -respondió con la mayor frialdad posible-. Siempre paso mucho frío en los aviones.

El soltó una cálida carcajada que hizo que
Liss se derritiera por dentro. Todo lo que él hacía le provocaba una reacción incontrolada.

-¿De verdad? -preguntó James en tono provocador-. ¿Entonces por qué aquí tienes tanto calor? -dijo, poniéndole la mano en las mejillas-. ¿En qué otras partes de tu cuerpo tienes calor, princesa?

Ella lo miró a los ojos y supo que iba a hundirse en ellos. Todo su cuerpo empezaba a derretirse; si volvía a besarla, perdería la cabeza.

Aquella atracción sexual tenía vida propia; algo que había entre ellos que los acercaba más y más.

Liss tenía calor por todas partes. ¿Le pasaría
lo mismo a él? Seguramente no; no habría podido parar tan fácilmente.

Él tenía todo el control y eso suponía un desafío que no sabía si podría superar. Era su jefe, pero había algo más en James que la hacía ponerse alerta. Tenía la sensación de que, si le dejaba, podría ver todo lo que había en su interior. Era muy extraño, pero lo cierto era que le importaba mucho que James tuviera una buena opinión de ella. Resultaba absurdo, había poca gente importante en su vida que la mirara con buenos ojos. Lo mejor era retirarse ahora que aún podía y optar por el sentido del humor.

-¿Siempre intentas acostarte con tus secreta-
rias?

James la miró con una sonrisa en los labios.

-Sólo con las que son altas, morenas y no tie-
nen miedo a responder.

Liss hizo como que pensaba durante unos segundos.

-María la de contabilidad encaja con la descripción.

-María la de contabilidad tiene marido y dos
hijos. Sería muy complicado, y a mí no me gustan las complicaciones.

-¿Qué es lo que te gusta entonces?

-Me gusta empezar de una manera sencilla,
mantener una relación puramente física y terminarla sin problemas y para siempre.

Liss se mordió el interior de la lengua. Ahora
sabía a qué se atenía.

-¿Y estás pensando en empezar conmigo?

-Preciosa, sabes perfectamente que ya hemos
empezado.

Sí, pero a ella no le parecía tan sencillo.

La princesa y su jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora