Capítulo 5 (parte 2)

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No iba a analizar lo sucedido, ¿verdad? Ella ya había pensado en ello más que suficiente; en el beso y en su posterior huida, y no iba a dejar que la humillara aún más. Quería olvidarse de aquello, así que lo interrumpió de inmediato.

-Como te dije entonces, es mejor que nos olvidemos de ello -buscó con la mirada a alguien conocido para utilizarlo como excusa para marcharse de allí-. Yo ya lo he hecho.

Por un momento algo cambió en los ojos de James, algo que él hizo desaparecer rápidamente antes de volver a mirarla con indiferencia.

-¿Ah, sí?

-Claro -aseguró ella, haciendo un esfuerzo por esbozar una falsa sonrisa-. Sólo fue un beso, James. Nada fuera de lo normal -una vez dicho eso, se alejó en busca de un cóctel con el que quitarse de la boca el amargo sabor de la mentira que acababa de decir.

James se quedó mirándola unos segundos antes de darse media vuelta, asqueado, mientras ella agarraba una copa y comenzaba a charlar con un tipo con el pelo teñido de violeta al que sonrió efusivamente. Si aquello «sólo» había sido un beso, entonces él era más tonto de lo que pensaba. Cómo podía mostrarse tan indiferente, tan despreocupada, como si aquella magia fuera algo que ocurría todos los días? Desde luego, para él no era nada tan común. Estaba acostumbrado a los besos, por supuesto, pero no a esa explosión de deseo que había estado a punto de hacer que se pusiera de rodillas y le suplicara algo mas.

Elissa era como su ex, Jenny. Era falsa y superficial..., aunque mientras la besaba no le había parecido nada falsa; lo había besado con pasión y dulzura. Y él había deseado más, más
besos, más contacto entre sus cuerpos. El modo en que lo había acariciado, los pequeños gemidos que habían salido de sus labios..., la combinación de todo aquello le había hecho perder el control por completo.

No había sido «sólo» un beso. Ambos habían ardido de deseo. El se había quedado temblando por el esfuerzo de tener que contenerse para no arrancarle la ropa y poseerla allí mismo, del mismo modo que había poseído su boca. Ella se había mostrado dispuesta, se lo había ofrecido todo y él había deseado poder aceptar la invitación. Sólo el frío cemento de la pared donde había apoyado las manos lo había detenido, le había hecho recordar dónde estaban y, una vez se había visto libre de su abrazo, había recobrado la razón.

Ahora se alegraba de haber parado a tiempo, dado que para ella había sido algo intrascendente, habitual, fácil de olvidar. La idea de que pudiera compartir con cualquiera un beso como
aquél hacía que le hirviera la sangre. «Qué estúpido». Sabía desde el principio que era de las que se divertían con quien se les antojaba y cuando se les antojaba, sin pararse a pensar en la lealtad o en la importancia de sus actos.

¿Cuánto se divertiría con los tipos
la con los que fotografiaban cada noche? Prefería no pensarlo, no quería sufrir una tortura que conocía bien..., no iba a ser tan tonto de volver a caer en la misma trampa.

Al verla rodeada por un nuevo grupo de admiradores, decidió que no iba a quedarse más tiempo a mirar. Ella estaba en todo su esplendor; en su rostro no había el menor indicio de cansancio y, sin embargo, él estaba cansado de mirarla. Tan llena de vida, tan resplandeciente que era capaz de atraer a todo el mundo: hombres, mujeres, gays, heterosexuales, casados, solteros. Todos acudían junto a ella, y no era solo por el gancho de que fuera una princesa... Era la invitada perfecta; no monopolizaba la conversación, pero se encargaba de que tuviera ritmo e interés. De algún modo conseguía que todo el mundo se sintiera bien.

Todo el mundo excepto él.

Y era evidente que a ella le encantaba, no había más que ver cómo le brillaban los ojos en aquellas fiestas. ¿Por qué lo necesitaría tanto? ¿Por qué necesitaba que la adoraran de ese modo? Daba la impresión de ser una vida un tanto falsa. ¿Acaso pensaba que aquella gente le ofrecía una amistad verdadera? ¿Qué pasaría si no fuera tan bella, si no fuera una princesa?, ¿seguirían adorándola?

Había hecho un análisis muy acertado de la fiesta. James había hecho de abogado del diablo para divertirse un poco, pero también para ponerla a prueba, una prueba que había pasado con creces. Eso le hacía pensar de nuevo que tenía mucho más potencial del que ella misma pensaba. Lo cual lo desconcertaba aún mas.

Había llegado el momento de marcharse, puesto que no tenía intención de hablar con nadie más, pero justo cuando se dirigía a la puerta, Liss se le acercó, y esa vez era ella la que sonreía con sarcasmo.

-¿Ya han dado las campanadas?

-Tengo que trabajar mañana por la mañana, y es algo que me tomo muy en serio.

-Mañana es sábado, James -sonrió triunfal

-Lo sé, princesa, pero en Europa sigue siendo viernes, así que tengo que trabajar por la mañana.

Parecía realmente preocupada.

-Supongo que sabes que se puede trabajar de verdad y divertirse.

-Puede ser. Y tú sabes que puedes hacer mucho más que esto. Deberías hacerlo -no comprendía por qué le molestaba tanto. ¿Por qué habría de importarle siquiera?-. Estás malgastando el talento que tienes. Estás malgastando tu vida.

Liss se quedó inmóvil, helada, intentando que ni su cuerpo, ni su cara reflejaran el daño que acababa de hacerle.

-Lo único que te interesa es divertirte ahora, no te importa lo más mínimo las consecuencias que pueda tener en el futuro.

-No tiene nada de malo divertirse un poco, James -él jamás podría comprender cómo era su vida, no podía saber lo sola que se sentía, cuánto echaba de menos un hogar que ya no era el suyo. Ni la mejor fiesta del mundo podría borrar todo aquello, pero la ayudaban a sentirse un poco mejor. La gente la recibía con los brazos abiertos... no como su familia.

-Pero es lo único que haces. Eres una malcriada, Elissa.

Al oír aquello, el genio de Liss se volvió más fuerte que su autocontrol.

-¿A qué viene tanta condescendencia? ¿Quién eres tú para juzgarme de ese modo, si puede saberse? ¿Qué te importa a ti lo que yo haga?

-Nada. Salvo si afecta a mi negocio.

-Todos los días llego puntual al trabajo.

-Sí, y haces una labor inestimable -replicó con un sarcasmo demoledor.

-No crees que sea capaz de hacerlo, ¿verdad?

-Por el momento sólo tengo pruebas en tu contra. Dices que puedes trabajar con ahínco, pero por ahora lo único que he visto es que llegas puntual, te marchas en cuanto llega tu hora y pasas cualquier rato libre de compras.

-Lo que haga fuera de mis horas de trabajo...

-Sí, lo sé, puedes ahorrártelo. Pero tampoco te esfuerzas demasiado durante las horas de trabajo. Para ti todo esto es un juego. Entre leer revistas y navegar por Internet, aún no has conseguido aprender a manejar la centralita.

¿Lo sabía?

Liss lo miró a los ojos, a la furia que había en ellos. ¿Qué había hecho para que la odiara de ese modo? Mientras lo observaba se dio cuenta de que la furia se transformaba en otra cosa. Surgió de nuevo aquel intenso magnetismo, aquel deseo. Sintió en las venas una mezcla de necesidad y frustración, de emoción y deseo. De pronto todo desapareció a su alrededor y sólo existia el.

Un destello de luz rompió el encantamiento. James maldijo entre dientes al oir el clic, se dio media vuelta y salió de allí después de lanzarle una última mirada llena de ira. Liss parpadeó varias veces, hizo un esfuerzo para no dejarse llevar por el impulso de ir tras él y se volvió a sonreír a la cámara.


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La princesa y su jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora