-Liss, hay un tipo muy guapo que pregunta por ti.
-¿Dios, es ésa hora?
Se oyeron risas y comentarios.
-Vaya, qué rápido te mueves cuando quieres.
-¿Es tu novio?
-No -respondió Liss de inmediato y con rotundidad.
-¿Tu guardaespaldas? -preguntó otra chica.
James se detuvo en el pasillo, sorprendido por la ridícula sonrisa que le provocó dicha idea; seguramente el hecho de encontrarse en un lugar con tantas mujeres vulnerables había despertado su instinto más masculino y protector.
-La verdad es que es mi jefe.
-¿Tu tienes que trabajar, Liss?
-Todo el mundo tiene que trabajar, Sandy -dijo en tono distendido.
-Pero eres una princesa.
-Sí, y tengo que comer.
Liss apareció entonces en el umbral, como flotando en las risas, seguida por la muchacha que le había abierto la puerta y algunas otras.
James se quedó inmóvil como una estatua, apenas veía las caras de las demás, sólo podía mirarla a ella. Tenía las mejillas sonrojadas, pero el rubor aumentó cuando se dio cuenta de lo cerca que había llegado James por el pasillo. Sus ojos se encontraron un instante. Ella se ruborizó aún más. James la observó como si fuera la primera mujer que veía. Parecía tan delgada y esbelta comparada con las jóvenes embarazadas y, con los vaqueros y la camiseta, parecía tener casi la misma edad que ellas; había además algo distinto en su cabello, como si estuviera más brillante. Estaba aún más atractiva que la noche anterior. Durante un momento de locura, se preguntó qué aspecto tendría cuando su cuerpo se redondeara. Preparándose para la maternidad.
-Perdona, James, he perdido la noción del tiempo. Llevas mucho tiempo esperando?
El negó con la cabeza y le quitó la caja de las manos, con mucho cuidado de no rozarla y de no que volver a mirarla a los ojos porque apenas podía pensar en otra cosa que no fuera el sexo y tenía la sensación de que ella podría leerlo en su mirada.
Se reprendió mentalmente. «Madura un poco, compórtate como un adulto. No puedes dejarte llevar por las fantasías sexuales cada vez que te acercas a ella». Pero era imposible no hacerlo ver viéndola tan relajada; habría querido llevársela desde allí y hacer realidad aquellas fantasías.-Volveré pronto, de acuerdo?-dijo Liss a las muchachas desde la puerta, después de que todas le dieran las gracias.
James se fijó en que no decía cuando y volvió a sentir la rabia que se había apoderado de el antes de verla. Sin duda volvería cuando le conviniera, cuando no tuviera nada mejor que hacer, porque lo importante no eran aquellas muchachas, sino ella. La rabia aplacó sus deseos sexuales e hizo que se sintiera más al mando de la situación. Cargaron la caja en el coche y se pusieron en marcha enseguida, momento en el que él no pudo contener el sarcasmo.-¿Lo has pasado bien?
Ella no apartó la mirada de la ventanilla, pero a James le pareció que se había puesto en tensión. Había hecho que se tensara?
-Sí. Espero que ellas también lo hayan pasado bien. La inseguridad que percibió en su voz hizo que se sintiera cruel.
-Estoy seguro de que sí-le dijo-Cuando entré sólo se oían risas.
La tensión de sus hombros aflojó un poco.
-Sí.
La miró de reojo y vio una suave sonrisa en sus labios, como si estuviera recordando algo divertido. Tenía un aspecto tan dulce que James
decidió no decir nada más para no interrumpir sus pensamientos y para no dejarse cautivar de nuevo.Apenas tardaron quince minutos en llegar al edificio de apartamentos, pero para él fue una eternidad... y al mismo tiempo le supo a poco.La necesidad lo carcomía por dentro, pero no solo la necesidad obvia: quería estar más tiempo con ella. Pasar algún tiempo de calidad a su lado.Quería saber qué pensaba, qué la hacia sonreir de ese modo.
-Muchas gracias por llevarme. Siento haberte hecho esperar -dijo en cuanto hubo aparcado en el garaje,y apenas esperó a salir del coche.
No te preocupes-James se apresuró a salir también para sacar la caja del maletero.
Una vez en el ascensor, ella se recostó en la pared y cerró los ojos. Daban ganas de besarla, aunque tenía un aspecto... triste.
-Pareces cansada. Sube a tomar un café -las palabras salieron de su boca antes de que tuviera tiempo de pararse a pensarlo.
Ella abrió los ojos de golpe y miró los botones del ascensor. El único botón que él había apretado era el del ático, así que cuando quiso reaccionar, ya habían pasado su piso y la puerta estaban a punto de abrirse en el descansillo del ático.
-Mmm. Bueno.
James abrió la puerta, desconectó la alarma y fue hacia la cocina.
Liss lo siguió con la certeza de que era un error estar allí, un error que no podía evitar. No sabía muy bien de qué humor estaba James; sarcástico o quizá más amable. En cierto sentido sería más fácil si estaba sarcástico,porque así no desearía acercarse más a el... Cosa que ansiaba
con todas sus fuerzas. Debería ser ilegal que a alguien le quedaran los vaqueros como a él, o que pudiera sonreir con la sinceridad con la que había sonreído a las adolescentes de la casa. Era un rompecorazones. Dentro de ella saltaron todas las alarmas; debería haberse quedado a salvo en su apartamento, pero no había podido rechazar su invitación después de haber tenido la amabilidad de llevarla en coche. Un café no haría mal a nadie, ¿verdad? Se mantendría a distancia, admirándolo de lejos.Se detuvo en la zona de estar mientras él manipulaba una sofisticada cafetera en la cocina.
-Qué vista tan bonita -se veía el puerto, la imagen más emblemática de Sidney.
Después de admirar la panorámica, Liss se volvió a observar el apartamento, una vivienda típicamente masculina y con muy buen gusto predominaban los colores neutros en tonalidades más bien oscuras, había un enorme sofá con aspecto de cómodo, un completo equipo de alta fidelidad y una pared llena de estanterías cargadas de libros, periódicos, revistas, películas y CDs. Se acercó para comprobar qué tipo de lectura y de música le gustaba, mientras se tocaba las cuentas que le había puesto en el pelo una de las chicas de la casa.
-No te lo quites, te queda muy bien -le dijo James al tiempo que le daba la taza.
Liss se la llevó rápidamente a los labios para no sonreír ante tal cumplido; el calor del café era menos peligroso que la amabilidad de James
Black.-¿Vas allí a menudo?-le preguntó él.
-He estado un par de veces.
-Supongo que así es como contribuyes.
-Si, es la buena obra del día- respondió ella con el mismo sarcasmo, pero sólo para defenderse. Así que James pensaba que era la típica niña rica... No podía hacer mucho al respecto, pero al menos podía intentarlo.
-¿Por qué eso? ¿Por qué no niños con cáncer o la gente que pasa hambre en Africa?
No se podía ser más cínico.
-Hay muchas buenas causas, pero ya cuentan con mucho apoyo. No me necesitan, mi presencia allí no supondría ningún cambio.
-No sé... Les darías mucha publicidad.
-Yo no trato de conseguir publicidad -más bien al contrario.
Allí la importante no era ella y no quería que nadie lo supiese porque no quería que apareciera en todos los periódicos con el titular La princesa hace el bien. Sólo quería intentar ayudar a los demás, aunque sólo fuera un poco. Lo miro y el escepticismo reflejado en su rostro.
-Cuando estaba en París trabajaba una vez a la semana en una línea de atención juvenil. Muchas de las que llamaban eran adolescentes embarazadas -algo que siempre la había conmovido.
_____________________
XOXO
🙊❤
ESTÁS LEYENDO
La princesa y su jefe
RomanceA la princesa Lissa Karedes, conocida por su afición a las fiestas, la habían enviado a Australia para que aprendiera lo que significaba trabajar de verdad. Sin embargo, el millonario James Black, su atractivo jefe, tenía otras ideas en mente. No pe...