El viernes por la tarde por fin consiguió ver a su vieja amiga Cassie, aunque no pudo pasar mucho tiempo con ella. De camino al hotel, Liss rezó para que James no estuviera allí. Necesitaba estar a solas. Ver a Cassie la había afectado más de lo que pensaba y, si James le hacía algún comentario cínico o alguna pregunta, sabía que no tendría fuerzas para responder.Pero allí estaba, sentado a la mesa, invadido de trabajo. Lo saludó con una tenue sonrisa y se dirigió a la terraza acristalada. Se sentó frente al ordenador y observó el presupuesto, pero empezó a ver borrosas las cifras. Después de tanto tiempo sin derramar una lágrima, le ardían los ojos como si estuviera a punto de echarse a llorar.
-¿Estás bien? -James apareció de pronto.
-Sí -se apresuró a decir ella, sin apartar los ojos de la pantalla-. Sólo un poco cansada.
-¿Has podido ponerte al día con tu amiga?
Liss asintió y parpadeó varias veces.
-Sí, ha sido fantástico.
No podía creer que Cassie hubiera tenido que enfrentarse a tantos sufrimientos mientras su mayor preocupación era decidir a qué fiesta iba cada noche. Jamás habría imaginado los secretos que Cassie había tenido que ocultar. Comparado con todo aquello, sus problemas parecían ridículos y se avergonzaba de haber sentido envidia de ella al verla hablar con su hijo. El rostro de Cassie se había iluminado al ver aparecer al pequeño en el salón. Su amor por él era más que evidente y, al verlo, Liss había sentido algo inexplicable, una especie de pinchazo en un lugar que ni siquiera sabía que existiera dentro de ella.
Cassie le había contado algunas de las cosas que le habían sucedido durante aquellos años, pero ahora se la veía muy feliz. Se alegraba enormemente de que su amiga hubiera encontrado el amor y la alegría que tanto merecía. Sebastian había abdicado; había renunciado a todo un reino por la mujer a la que amaba.
Liss no podía ni imaginar que alguien sintiera por ella esa clase de amor tan incondicional y desinteresado. Claro que tampoco lo merecía. En toda su vida no había sido más que una frívola; lo único que le había interesado era divertirse. Trabajaba para algunas organizaciones benéficas, sí, ¿y qué? No era nada comparado con todo lo que podría hacer.
¿Qué debía hacer a partir de ahora? Alex, el nuevo príncipe regente, seguía buscando el diamante cuya desaparición había provocado una gran inestabilidad en el país, por lo que no había ninguna posibilidad de que la dejara volver. Aunque lo cierto era que llevaba tanto tiempo desconectada de su país que ya ni siquiera lo sentía como suyo. La gente de la que se había rodeado de adolescente le había dado la espalda..., y tampoco se había divertido saliendo aquellas últimas noches; se había sentido sola.Otra cosa en la que James había tenido razón. Estaba perdida. No sabía ni dónde ni cómo iba a encontrar lo que quería.
-Seguro que se ha alegrado mucho de verte
-James seguía de pie en el umbral de la puerta, observándola.Sus vidas eran tan distintas. Cassie había elegido verdaderas prioridades, como cuidar de su hijo y ahora amar a su marido. Liss deseaba también esa clase de cosas; y sin embargo, allí estaba, cometiendo los mismos errores que había cometido cinco años atrás..., buscando el amor y la aprobación en los lugares equivocados. Llevaba tanto tiempo comportándose como una tonta, que ahora que quería que las cosas fueran distintas, ni siquiera sabía por dónde empezar.
-Sí.
Fijó de nuevo la vista en la pantalla. Debía
concentrarse en la fiesta, pero no podía dejar de mirar el vacío que había en el apartado de animación. Estaba tan desesperada que empezaba a barajar la idea de hacer una recopilación de música en su MP3 y ponerla como ambientación. Parpadeó una vez más, quizá esperaba que de pronto apareciera algo por arte de magia. También le habría gustado que James volviera a su mesa y la dejara superar a solas aquel momento de autocompasión. Lo veía por el rabillo del ojo, observándola y haciendo que se sintiera incómoda.
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La princesa y su jefe
RomanceA la princesa Lissa Karedes, conocida por su afición a las fiestas, la habían enviado a Australia para que aprendiera lo que significaba trabajar de verdad. Sin embargo, el millonario James Black, su atractivo jefe, tenía otras ideas en mente. No pe...