C 3

111 16 4
                                        

Abrazos que llenan el alma

Entorno los ojos en dirección a la ventana, aunque no pueda ver nada, todo esta cubierto por aquella madera desgastada que Christopher colocó. Suelto un suspiro cargado de nerviosismo y después, me resigno.

Christopher hace una mueca y pasea su vista desde el cachorro blanco que ahora se ha recostado en el polvoso sofá hasta mis ojos marrón oscuro que lo observan con temor.

—De todas formas, debíamos pasar unos cuantos días aquí. —comienza a explicarse, tratando de sacarle algo positivo a tan terrible situación en la que estábamos metidos. —Necesitas recuperarte de ese tobillo.—agrega, apuntando mi pie.

—Cualquier movimiento en falso nos puede costar la vida. —le recuerdo, pasando saliva con dificultad.

—Vamos a ser cuidadosos. —dice, en voz baja y delicada tan igual como una caricia. —Solo una luz encendida para dormir, cuidar que Ollie no ladre y tratar de hacer el menor ruido posible.

Asiento de inmediato acatando sus ordenes y me quedo mirándolo fijamente. Christopher me da una leve sonrisa y aprieta ligeramente mi hombro.

—Vamos a estar bien, Alexa. Te lo prometo. —asegura.

[>>>]

Lo que resta del día lo habíamos pasado en ese sofá. De vez en cuando notaba como los ojos miel del castaño se cerraban de cansancio y cabeceaba, pero de inmediato se recomponía alerta.

Me sorprendía el buen comportamiento del cachorro. Se quedaba quieto y en silencio si así se lo pedías y eso, era una ventaja enorme a nuestro favor.

Yo, simplemente me limitaba a pensar en mi antigua vida e imaginar en que estaría haciendo ahora si nada de esto hubiera ocurrido. De nueva cuenta mis pensamientos recaen en Joel, en mi madre y mi hermana. ¿Siguen con vida? ¿Llegaron a Washington?

Había miles de preguntas sin respuesta en mi cabeza que las horas pasaron y la noche llegó. El silencio abrumador de la casa se veía sustituido de vez en cuando por gruñidos exteriores o golpeteo alarmante.

—¿Tienes hambre? —le pregunto a mi acompañante, cuando lo veo despertar de una pequeña siesta obligatoria que tomó cuando sus ojos terminaron por cerrarse de cansancio, haciéndolo desvanecerse en el olvidado sofá gris en el que estábamos.

Christopher comienza a estirarse y sobarse el cuello adolorido por aquella incómoda posición en la que cayó rendido hace aproximadamente una hora. Y como si tuviera una conexión con su perro, Ollie comienza a estirarse sobre sus cuatro patas y después se sacude.

—En realidad, siempre tengo hambre. —responde un tanto avergonzado que personalmente, me pareció tierno.

—Puedo hacer café y comernos esas galletas que están próximas a expirar. —le digo, señalando la caja de galletas oreo que reposan sobre la encimera.

—Ya lo hago yo. —se ofrece, evitando que me levante.

Un rato después, Christopher coloca sobre la mesa de centro dos tazas de cerámica humeantes y dos paquetes color azul metálico. Le agradezco con una sonrisa que corresponde de inmediato y comenzamos a comer en silencio.

Apenas habían pasado unas cuantas horas desde que conocí a Christopher en la carretera y ya me sentía en confianza. Su sincera y bonita sonrisa me transmitía paz y aquellos ojos miel me hacían sentir segura.

Le doy unos cuantos sorbos al café ya que está demasiado caliente como para beberlo a tragos y mordisqueo la galleta de chocolate deleitándome de su sabor. Hacía tanto tiempo que no comía algo tan delicioso y mi paladar lo agradece ahora mismo.

SURVIVORS |C.V.| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora