M*erdas normales (Steve x Billy - Harringrove)

III

Los siguientes días, a causa de noticias relacionadas con el Laboratorio Nacional de Hawkins, el ambiente escolar era denso. Incluso Perkins y Hagan estaban sombríos y silenciosos.

El viernes, al terminar las clases, hubo una asamblea escolar, en cuya parte final, se recordó a una estudiante que había muerto el año anterior, y cuyo funeral se celebraría ese mismo día.

Al dirigirse al estacionamiento, Hargrove vislumbró a Steve Harrington, que se hallaba recargado en su auto, con expresión ausente, y se llevaba un cigarrillo a los labios de vez en cuando. Usaba un traje negro, que, aunque Hargrove odiaba admitir, lo hacía lucir realmente atractivo.

Hargrove dirigió sus pasos hacia él, con la intención de sacudirlo un poco y hacer que le contara, de una vez por todas, qué había pasado exactamente aquella noche. Después de insistir en interrogar a su hermanastra cada que tenía oportunidad, la chica, fastidiada, había cedido a su presión y le había contado, con renuencia, que había tenido que ayudarle a su amigo a sacrificar a su perro enfermo de rabia. Billy pudo ver que no era una completa mentira, pero esa historia no explicaba todo lo que había ocurrido esa noche.

Pero, antes de acercarse lo suficiente a Harrington, Wheeler y Byers, también de luto, se reunieron con él, intercambiaron unos saludos breves, subieron al BMW, e iniciaron su retirada.

Hargrove encendió un cigarrillo. De reojo, vio a Carol Perkins andando en su dirección. Ella también observaba la marcha de Harrington y compañía.

—¿Harrington era amigo de la muerta?

Perkins movió la cabeza a los lados.

—No en realidad. Era una doña Nadie —dijo encogiéndose de hombros—. Era amiga de Wheeler —tomó el cigarrillo de Hargrove y dio una calada, pensativa—. Fuimos las últimas personas en verla con vida. Tommy, Steve, Nancy y yo... —hizo una pausa para soplar humo—. Pudimos haber sido nosotros ¿sabes? —murmuró, estremeciéndose—. El derrame o lo que fuera que mató a Barb... ocurrió cerca de la casa de Harrington. Todos estábamos ahí pasando el rato...

—¿Le pudo haber pasado... a Steve? —murmuró Hargrove.

Perkins observó a su amigo con atención.

—No tienes que preocuparte por él. El peligro ya pasó —murmuró un momento después, y Hargrove le preguntó con la mirada de qué mierda estaba hablando—. Te pusiste pálido —le dijo.

Hargrove rodó los ojos.

—Es sólo que es una historia impresionante —dijo a la defensiva.

—Supongo —reconoció Perkins, sonriendo burlonamente.

—¡¿Qué?! —preguntó Hargrove, molesto, porque Perkins seguía mirándolo con gesto mordaz.

—¿Qué? Yo no he dicho nada...

—Dame eso —dijo Hargrove con brusquedad y recuperó su cigarrillo.

Perkins se encogió de hombros y se llevó una goma de mascar a la boca, sin dejar de sonreír maliciosamente.

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