XVII

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Al final de su turno, Hargrove bajó de la silla de guardavidas. Caminó al lado de la piscina soplando su silbato y llamando la atención de los niños indisciplinados.

La señora Wheeler salió de la piscina escurriendo agua por toda su figura. Se dirigió hacia ella. Habían estado coqueteando por meses, pero nunca habían llegado a nada y ya era tiempo de hacer algo al respecto. La invitaría a tomar clases privadas. Ambos lo necesitaban. Estar con ella sería para Hargrove la prueba definitiva de su hombría; y de paso, ella le daría un poco de color a su aburrida vida de ama de casa. 

Estaba a pocos pasos, cuando la maldita Carol Perkins se interpuso entre ellos.

Hey. ¿Es tu hora de salida, no? —le preguntó—. ¿Me llevas a casa?

—Déjame en paz, Perkins —le siseó Hargrove—. Estoy en medio de algo.

—Anda —insistió la chica—. Además, tenemos que hablar.

—No tengo nada de que hablar contigo —masculló. 

—Es importante —insistió Carol—. Vamos.

—Joder, no tienes idea de cuanto te odio en este momento —resopló, mirando a Karen de reojo, quien se secaba el cabello, mirándolo con intensidad.

—Sí, sí, como digas —dijo la chica, haciendo un gesto de desprecio.

Unos minutos después, Billy conducía en dirección a la casa de Perkins.

—El viernes es el cumpleaños de Steve. Va a dar una fiesta en su casa. Deberías ir.

—Sí, claro —murmuró Hargrove, con sarcasmo.

—En serio.

—No me invitó.

—¡Porque has estado evitándolo como a la peste, idiota!

—Ummm... ¿Hagan va a ir?

Perkins frunció el ceño.

—Claro que no. Está pasando las vacaciones en Cancún. Y si no fuera así, Steve no lo habría invitado, te lo aseguro.

—Oh... 

Se quedaron en silencio un momento, incómodos. La última vez que habían tenido una conversación real, Billy los había escuchado planeando pasar las vacaciones juntos. Así que habían vuelto a terminar. Se preguntó si esta vez, era definitivo...

—No tienes que preocuparte por él, ¿sabes? —murmuró Perkins—. En realidad, no tiene nada que contar. No vio nada extraordinario...

—Estoy seguro que lo notó... —susurró Hargrove—. Vio lo mucho que me gusta... —musitó y carraspeó con nerviosismo—. Tú lo  supiste con sólo mirarme— recordó—. Y, luego... por la forma en que huí después... No hice sino confirmárselo ¿no?

—Mierda, tienes razón —murmuró Carol—. Eres terrible ocultándolo... 

—Joder...

La chica rio un poco, y pasó su brazo por los hombros de Hargrove, haciendo un intento por abrazarlo, acercándose tanto como le permitió el cinturón de seguridad.

—No va a decírselo a nadie. Créeme. 

—¿Cómo lo sabes? 

—Porque todos creerán que lo inventó en un intento desesperado de hacerle daño a Steve. 

—¿Qué...? 

Perkins se quedó en silencio un momento.

—Tommy ha estado enamorado de Steve desde hace años... Todos lo saben. Entonces, si empieza a contar que tú y él tienen algo, sólo asumirán que está tan despechado que se inventó esa historia para vengarse y se reirán de él, ¿entiendes? 

—¿Es cierto eso? ¿Nadie le creería...? 

—No lo sé. Tal vez sí. Pero, Tommy no se va a arriesgar a averiguarlo, te lo aseguro. 

Se quedaron callados momentáneamente, aunque Billy quería preguntar cómo Carol había decidido tener una relación con Hagan si sabía todo eso. Pero, se contuvo, porque su amiga ya parecía suficientemente herida.

***

Luego de despedirse de Perkins, condujo a su casa y se encontró con la camioneta de Hopper estacionada frente a la residencia Hargrove-Mayfield. 

Billy se mojó los labios con nerviosismo, recapitulando lo que había hecho en días anteriores, pero, se había estado portando bien y no recordaba haber hecho nada especialmente grave como para que la policía quisiera reunirse con sus padres.

Sintió un ligero alivio cuando al acercarse a la entrada se encontró con Max que ayudaba a la hija del jefe a hacer equilibrios en su tabla. Si había acudido con la niña, entonces no estaba en su casa como policía, sino como civil. Tal vez Hopper simplemente quería conocer a los padres de la amiga de su hija...

Pero, cuando Billy entró en la casa se encontró con una escena distinta a la que esperaba. Hopper tenía a Neil sujeto del cuello de la camisa, presionado contra la pared y le siseaba en tono amenazador. Pero, en cuanto vio a Billy, se enderezó, se relajó rápidamente e intentó hacer parecer que sólo sacudía alguna suciedad imaginaria de la ropa de Neil.

—Espera afuera, hijo —dijo Hopper, forzando una sonrisa—. Ya casi acabamos.

Billy miró a su padre, pero éste rehuyó su mirada, intentando disimular una expresión de temor que tenía en los ojos. 

—Sí, señor —dijo Billy asintiendo con la cabeza y dio media vuelta para volver a salir. 

Se había fumado la mitad de un cigarrillo, cuando Hopper salió de la casa y le puso su pesada mano en el hombro.

—¿Me das uno? —pidió y Billy le alargó su cajetilla, nerviosamente. Estuvieron fumando en silencio un rato, mirando a Max mostrarle sus trucos a la niña Hopper—. No creo que vuelva a tocarte —murmuró el hombre—. Pero, si lo hace, debes hacérmelo saber de inmediato ¿entendido?

Billy miró a Hopper asustado, demasiado impresionado como para replicar. El jefe le dio unas palmadas en el hombro y se dirigió a su automóvil, llamando a su hija para que lo siguiera.

Hargrove se dejó caer sobre el escalón de la entrada.

—Carajo, Harrington... —masculló, llevándose las manos a la cabeza.

***







M*erdas normales (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora