VIII

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El siguiente fin de semana, mientras Billy se ejercitaba, entró una llamada telefónica a la residencia de los Hargrove-Mayfield. Billy dejó que sonara y esperó que alguien más atendiera, pero, minutos después, Max se asomó a su cuarto y le dijo que era para él.

—¿Por qué no me has presentado a tú hermanita? —le preguntó Perkins, cuando tomó el teléfono—. Es tan dulce.

—Lo sé —dijo Hargrove, rodando los ojos—. Tan dulce...

—Me dijo que tuviera cuidado contigo —le contó Carol—. Que acostumbras usar a las chicas para tener acostones casuales y que las botas al día siguiente. ¿Es cierto eso, cariño? ¿Tú nunca me tratarías así, verdad?

—Jamás en la vida, bebé —le dijo Billy, con voz ronca y seductora—. Lo nuestro es para siempre...

—Eres un mentiroso descarado —rio Perkins—. Yo sé que estás enamorado de alguien más...

—Eso es completamente falso —dijo el muchacho—. Tú eres la única para mí, nena.

—Voy a fingir que te creo —replicó Perkins, y en seguida procedió a explicar el verdadero motivo de la llamada, que era ponerse de acuerdo para ir juntos a una fiesta que sucedería esa noche.

Casi todos los fines de semana Hargrove era invitado a alguna buena fiesta y, en muchas ocasiones, se tuvo que topar con Harrington, quien casi siempre procuraba mantenerse alejado de él. Pero, no siempre era posible, como era de esperar con los buitres que tenían como compañeros que siempre lograban guiarlos uno hacia el otro, presionándolos y provocándolos con descaro para que pelearan. Billy estaba seguro de que hacían apuestas a sus expensas, sobre quien lanzaría el primer golpe, quien ganaría, etcétera. Extrañamente, toda esa tensión innecesaria no había logrado hacer que Hargrove disfrutara menos de salir a fiestas o encontrarse a Harrington en ellas. Y éste, estaba seguro, se sentía exactamente igual, aunque las únicas palabras que llegaban a intercambiar eran para instigarse.

—Das lástima, Harrington —le dijo esa noche, siguiéndolo a un solitario porche trasero—, yendo de un lado a otro detrás de esa zorra y su nuevo novio ¿Que no tienes orgullo?

—No le digas así —replicó Harrington, con voz pastosa por el alcohol—. Es mi amiga. Mejor vuelve a la fiesta —añadió, mordazmente—, y busca a alguien que te la chupe, para que dejes de estar tan enojado.

—¿Crees que es por eso que estoy enojado? —preguntó Hargrove, entre dientes—. Claro. No tiene que ver con que me hayan forzado a dejar mi casa y mi escuela y a todos mis amigos y me hayan obligado a mudarme a millones de kilómetros de cualquier costa a un pueblucho embrujado a mitad de la nada donde no hay un solo bar decente y la vida nocturna consiste en tumbar vacas y donde hay fugas peligrosas en zonas residenciales y a nadie le importa que la gente desaparezca o que los niños pequeños salgan a jugar al bosque a altas horas de la noche o que tengan amigos de edades inapropiadas y donde todas las chicas son unas calientahuevos mojigatas que si no les propones matrimonio no te dejan manosearlas debajo de la ropa... y menos darte una mamada, por cierto...

Harrington se rio de su diatriba.

—Entonces pídeselo a un chico —dijo lentamente.

—¿Qué...? —Hargrove lo miró con los ojos entrecerrados—. ¿Qué insinúas...?

Mantuvo la mirada sobre Harrington por un momento largo, preguntándose si había escuchado algo sobre él y estaba intentando burlarse a su costa.

—Algunos lo hacen... —musitó Harrington—, si están lo suficientemente borrachos...Hargrove permaneció en silencio un momento, preguntándose si el chico hablaba por experiencia propia.

—Tú luces... bastante borracho, Harrington... —murmuró con lentitud.

Harrington rio nerviosamente. Y entonces, Byers y Wheeler irrumpieron en el porche desde un lado del patio.

—¿Por qué estás tardando tan... to...? —preguntó la chica arrastrando la lengua, pero se interrumpió alarmada al ver a Hargrove.

La pareja se puso en guardia de inmediato y fijó sus miradas ebrias y desafiantes sobre Hargrove. Wheeler se pegó a Harrington y se sujetó de su antebrazo, y Byers, se puso delante de él.

—¿Te está molestando? —murmuró el chico cautelosamente, dirigiéndose a Harrington, pero con los ojos fijos en Hargrove.

Harrington movió la cabeza a los lados.

—¿Te nos unes? —preguntó—. Byers nos va compartir de su hierba.

Wheeler y Byers miraron a Harrington, perplejos, luego a Hargrove, luego a Harrington otra vez. La chica dejó escapar una risilla nerviosa.

—Steve, estás borracho... —dijo—. Ése es Billy Hargrove...

—Lo sé — dijo Harrington, riendo—. ¿Vienes?

Hargrove observó al extraño trio. Sabía que su historia era complicada y además Harrington seguía enamorado de la chica. O eso era lo que todos decían. Se preguntó por qué extrañas circunstancias habrían pasado esos tres para ser capaces de salir a embriagarse y fumar juntos sin volverse locos.

—Tentador —dijo Hargrove, en tono irónico—; pero no, gracias —dijo y volvió al interior para buscar a sus amigos.


***





Creo que en este capítulo me proyecté en Jonathan y Nancy cuando se ponen sobreprotectores con Steve, porque lo quiero mucho. Está chiquito y necesita que lo cuiden T_T

M*erdas normales (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora