Una mañana, Hargrove despertó por los alaridos furiosos de Neil que gritaba en la cocina. El joven no alcanzaba a entender lo que estaba pasando, porque su padre nunca le había alzado la voz a nadie en la casa más que a él.
Al ver la hora, se dio cuenta de que Susan ya debía haberse ido al trabajo, así que si el hombre le estaba gritoneando a alguien, sólo podía ser Max. Alarmado, se levantó apresuradamente y se dirigió a la cocina; pero cuando llegó, vio a su padre colgando con ira el teléfono.
—La zorra de tu madre —espetó cuando vio a Billy en el umbral.
—¿Qué quería? —preguntó el chico, entre dientes.
—Desearte feliz cumpleaños —dijo Neil, despectivamente—. ¿Puedes creerlo? Te abandona para irse de zorra, dejándome a mí solo con la carga y ni siquiera sé si de verdad eres mío —continuó Neil, mascullando—. ¿Y se atreve a llamar a mi casa como si nada? —resopló, y se quedó mirando a su hijo por un momento—. ¿Qué edad tienes?
—Diecisiete —murmuró Billy, hablando con dificultad a causa de un inmenso nudo en la garganta.
—Entonces, solo te tengo que soportar un año más ¿verdad? —dijo el hombre con sorna. Hacía referencia a una promesa que el joven le había hecho cuando tenía trece años y que Neil no dejaba que olvidara.
—Un año —asintió apretando los dientes—, y podré despedirme de esta puta familia y está puta casa y de este pueblo de mierda y... —Neil, por supuesto, no lo dejó seguir. Le dio un puñetazo en el estómago que lo hizo doblarse por la mitad, boqueando. Y siguió golpeándolo mientras lo maldecía y le gritaba lo insolente, malagradecido y mal hijo que era.
—Ve arreglarte, que tienes que llevar a tu hermana a la escuela —le ordenó, jadeando, cuando terminó de apalearlo.
Mientras Neil salía de la casa para ir al trabajo, Billy se levantó del suelo con dificultad y se tambaleó a su cuarto. Tenía una sensación como de náusea extraña y un malestar en la cabeza. Los oídos se le habían tapado y la visión se le había borroneado y estrechado. Y, de pronto, dejó de sentir el cuerpo, vio el suelo de su alcoba elevarse hasta sus ojos, y todo se oscureció a su alrededor.
Entre brumas y ecos, escuchó murmullos distorsionados en los que reconoció a Max diciendo su nombre y pidiendo auxilio.
—¿Qué dices, niña? —le pareció que replicaba una voz más lejana, entrecortada y crepitante—. ¿Te hizo algo?
—¡Steve, por favor, ven rápido!
Y, de repente, Hargrove separó los párpados y se encontró mirando el techo de su habitación.
—Carajo... —masculló luego del confuso momento que le tomó comprender lo que había pasado, porqué estaba en el piso y porqué se sentía de la mierda.
Se dio cuenta de que su cabeza estaba sobre algo mullido. Eso debía ser obra de Max, aunque en ese momento estaba solo.
Haciendo un gran esfuerzo, a causa del dolor de costillas, se incorporó hasta apoyar la espalda en el armario que tenía a un costado. Sintió una punzada en la cabeza, y levantó la mano para sobarse, y tocó un chichón que se le había formado en un lado de la frente.Entonces, escuchó rumores y pasos apresurados que se aproximaban desde la entrada de la casa.
—... y no sabía qué hacer... —decía la voz asustada de su hermanastra.
—Todo va a estar bien —replicó la voz tranquilizadora de Steve Harrington.
Billy se levantó de un salto, y, resistiendo el mareo que le provocó moverse tan rápido, se abalanzó a la puerta de su alcoba y la cerró con seguro.
—¡Billy, abre! —le gritó Max desde el otro lado, aporreando la puerta.
—¡Que se largue, Max! —le gritó Billy furiosamente, pero con voz pastosa—. ¡Sabes que a mi padre no le gusta que invitemos gente a la casa!
—¿Hargrove...? —llamó Steve—. Abre la puerta. Deja que te ayude...
—¡Déjame en paz, Harrington! —gruñó con los labios cerrados alrededor de un cigarrillo, que encendió con dificultad, sujetando su encendedor con manos que temblaban incontrolablemente.
—¡Billy... por favor...! —lloriqueó Max, y a Billy le rompió el corazón escucharla así. Ella nunca lloraba.
—Oye... Mayfield, estoy bien, ¿okay? —le dijo Billy, con voz quebrada—. Se ve peor de lo que es. Solo necesito descansar un poco ¿bien?
—Pero... Billy...
—Estoy bien, Max... Dile a Harrington que se vaya.
—Hargrove... —lo llamó el muchacho—. Conozco al jefe de policía...
—¡Lárgate, Harrington! —le gritó Billy—. ¡Y no te metas en mis mierdas!
—¡Bien! —le gritó Steve, y después de un rato de silencio tenso, se escucharon sus pasos por el pasillo, y su voz consolando a Max y apresurándola para llevarla a la escuela, a donde ya iban considerablemente tarde.
***
Weno... ¿Quién tiene hambre? xP
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M*erdas normales (Steve x Billy - Harringrove)
FanfictionDespués de haber sido drogado por su psicópata hermanastra, Hargrove despierta en la casa de Byers, solo, confundido, apaleado y sin auto... La vida de Billy Hargrove en Hawkins, un pueblucho embrujado, entre noviembre de 1984 y julio de 1985, pero...