XI

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Cuando se quedó solo, Hargrove dejó su cuarto para ir a la cocina, tomó de la nevera una de las cervezas de su padre y se la apoyó en la hinchazón en su frente.

Hizo un gesto de repugnancia pensando en el par de días que se avecinaban. Neil iba a comportarse como si sí lo quisiera. Se iba a emborrachar e iba a pedirle perdón entre lágrimas y a prometerle que nunca más iba a lastimarlo. Siempre era lo mismo...

Se dirigió al cuarto de baño y removió en el espejo hasta encontrar un par de antinflamatorios y analgésicos y se los tomó con su cerveza. Cuando hubo vaciado el contenido de la lata, se metió en la ducha para que el agua caliente aliviara un poco su malestar, y lavara la sangre de su cara y cabello.

Estaba en eso, cuando escuchó un carraspeo tras la cortina de la ducha y ruidos de movimientos en el lavabo. Max se había ido a la escuela y Neil y Susan hacía rato que estaban en sus empleos. Se suponía que estaba solo en casa...

—¿Quién anda ahí? —preguntó enérgicamente, disimulando su alarma, y retiró la cortina parcialmente para mirar tras ella. A quien descubrió, era Steve Harrington que estaba colocando algunas cosas sobre el lavabo, como gasas, alcohol y demás material de curación, que debía haber sacado del botiquín—. ¿Qué mierda haces aquí...? ¿Cómo demonios entraste...?

—Obviamente, Max me prestó su llave, tarado —dijo Steve—. Enjuaga bien los restos de jabón y ven aquí para poder curarte.

Billy volvió a cerrar la cortina con brusquedad, sintiendo sus mejillas calentarse de ira.

—¡Vete de mi casa, imbécil! —le gritó, pero, Harrington lo ignoró—. ¿No me escuchaste? ¡Que te largues!

—¡No puedo! —replicó Steve—. ¡Le di mi palabra a Max de que te ayudaría!

—¡Vete! —ordenó Billy—. ¡Yo... le diré que estuviste aquí...!

—¡Le di mi palabra, Hargrove! —repitió Harrington, obstinadamente—. ¡Me hizo jurar por mis bolas! —Billy jadeó de sorpresa, y luego, rompió a reír hasta quedarse sin aliento. Tras la cortina, Steve también reía despacio—. ¿Estás listo? —preguntó cuando el chico cortó el agua y alargó la mano fuera de la cortina para alcanzar el toallero.

—Sí —murmuró y salió del cuadro de la regadera envuelto en la bata de Susan y frotando su cabello con una toalla—. Espera aquí mientras me visto —dijo avanzando a la puerta con la idea de volver a encerrarse en su cuarto hasta que ese idiota se largara.

Pero, Harrington era más listo de lo que lo había hecho creer y había adivinado sus intenciones.

—Siéntate ahí —le dijo, interponiéndose y señalando el excusado, que tenía la tapa bajada.

Hargrove le echó una mirada intimidante, pero Harrington no se movió de delante de la puerta, sino que lo miró directo a los ojos con un gesto de suficiencia y volvió a pedirle que se sentara.

Billy soltó un bufido, pero, finalmente, obedeció. Cerró los ojos y dejó que Steve tomara su barbilla con una mano y, con la otra, le secara con delicadeza la humedad y procediera a poner desinfectante y banditas en las diversas heridas en su cara y a vendar su muñeca que estaba un poco inflamada.

—Lo hiciste muy bien —le dijo cuando terminó, y le ofreció un 3Muskeeters que sacó de su bolsillo.

Billy salió del agradable trance en que había caído por el suave contacto del niño bonito; rodó los ojos y le arrebató el chocolate de la mano.

—También tú —dijo con sarcasmo—. ¿Aprendiste curándote a ti mismo tras todas las palizas que has recibido? —se burló.

—Aprendí por las cien veces que los nerdos se han caído de la patineta de Max —explicó Steve, con una sonrisa, ignorando el insulto—. Tal vez debería llevarte a urgencias —murmuró, dando una mirada al chichón en la frente de Billy—. Max dijo que estuviste inconsciente un buen rato...

M*erdas normales (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora