XIX

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Estaban en el suelo de la sala de Byers y el puño de Hargrove se alzaba y descendía repetidamente, encontrándose con la cara de Harrington, una y otra vez, sin detenerse, incluso cuando el chico había dejado de moverse.

—Ve a tu cuarto —dijo con voz grave—. Tu madre y yo tenemos que tratar un asunto en privado —giró la cabeza para mirar por sobre su hombro—. ¡No me hagas repetirlo, mocoso de mierda! ¡Ve a tu puto cuarto! —gritó y era la voz de Neil Hargrove la que salía de su garganta. Y, el pequeño Billy, que observaba todo desde el pasillo, sollozaba de miedo y arrancaba a correr sin parar hacia una oscuridad espesa que lo cubría por completo...

Hey... todo está bien... —dijo una voz tranquilizadora.

... Y, ante sí apareció una silueta que pareció reconocer, pero sus ojos estaban demasiado nublados y no podía ver quién era. Parpadeó un par de veces y gruesas lágrimas corrieron a los lados de su cara, despejando su mirada, y pudo ver que tenía delante a Steve Harrington, que lo miraba asustado y acariciaba sus mejillas con ternura, pero su rostro estaba limpio y sin un solo rasguño.

—Estás bien... —sollozó y llevó su mano a la mejilla de Steve, y pudo ver sus  propios nudillos, limpios de todo rastro de sangre. Y, de pronto, sintió el colchón bajo él y volvió a la realidad—. Dios... —farfulló, cubriéndose la cara con las manos.

—Ya pasó —murmuró Harrington, dando palmaditas en su brazo—. ¿Quieres contarme? —propuso con voz suave—. Tal vez te haga sentir mejor —Billy movió la cabeza a los lados. Steve se recostó a su lado—. No tienes que avergonzarte... —musitó—. Yo también suelo tener malos sueños...

—Lo sé... —dijo Hargrove, rodando para colocarse de lado y poder mirar a Harrington a los ojos. Lo contempló por largo rato. Luego, llevó su mano a la cara del chico, y la deslizó, apartando el cabello para descubrir la pequeña cicatriz en su frente. Tragó saliva. Cada vez le era más difícil convencerse de que lo que había pasado en casa de Byers había sido culpa de Harrington—. Lo siento... —musitó y besó la pequeña marca.

—¡Buenos días! —saludó Nancy alegremente, abriendo la puerta—. Oh, hola Billy —añadió, sorprendida de ver a Hargrove ahí. Carraspeó—. Umm... El desayuno está listo —informó sonriendo otra vez—. Bajen a la cocina —invitó, aunque en su voz hubo una vacilación, como si dudara de incluir a Hargrove. Luego desapareció tras la puerta.

Hargrove se había incorporado rápidamente, alarmado, temiendo que se repitiera lo ocurrido con Hagan... Harrington le tomó la mano y la apretó suavemente, como adivinando sus preocupaciones.

—Todo está bien... —murmuró, con una sonrisa tranquila en los labios.

*

En medio de la mesa de la cocina había un pastel de cumpleaños con una vela encendida. 

Nancy comenzó a cantar cumpleaños feliz y le dio un codazo a Jonathan para que lo hiciera también, y éste se sonrojó y cantó con voz queda. Billy rodó los ojos, pero, luego también se unió a ellos, con la mirada fija en el cumpleañero que sonreía de una forma tan boba y adorable que le hizo sentir cosquillas en el vientre.

—Pide un deseo —dijo Nancy y Steve cerró los ojos y sopló para apagar la vela.

—¿Qué deseaste? —preguntó Billy.

—Si te digo no se hará realidad...

—Los deseos nunca se hacen realidad. Créeme.

Steve suspiró.

—Deseé que dejen de invadirnos monstruos desde otra dimensión.

Okay, okay, no me digas —dijo Billy riendo, pero Nancy y Jonathan miraron a Steve con sonrisas tristes y comprensivas.

Nancy sirvió el desayuno, huevos fritos, tocino, salchicha, pan tostado, jugo de naranja, café, y pastel de cumpleaños.

Cuando terminaron de comer, Billy se ofreció a lavar los platos y dejó que los amigos charlaran a su espalda. Hablaban de una forma ambigua y críptica, seguramente por su presencia. Cómo si esos pueblerinos tuvieran algún secreto capaz de escandalizarlo. Qué ingenuos. 

*

—¿Entonces, ahora Steve y tú están... juntos? —le preguntó Nancy en un momento en que se quedaron solos por los alrededores de la piscina, mientras recogían los restos de la fiesta de la noche anterior. Billy resopló, encogiéndose de hombros. Pensó en decirle que se metiera en sus asuntos. Pero, la muchacha no esperó su respuesta—. Bueno... Hay algo que tienes que saber —continuó Wheeler—: Yo... tengo un arma. Y sé cómo usarla —Hargrove sintió un frío subir por su columna. Perplejo, se preguntó qué clase de jodida escena de celos era esa—. Sólo digo que si llegas a lastimarlo... —dijo, pero dejó la frase inconclusa y lo miró a los ojos con tal expresión de resolución en el rostro, que Billy supo que no estaba bromeando y no tuvo la menor duda de que esa demente ya tenía experiencia disparando. 

—¡Okay, entiendo! —exclamó, ocultando su inquietud bajo una capa de sarcasmo—. ¡Jesús...! —murmuró, volviendo a su tarea.

*

Poco después de eso, Billy decidió que ya era tiempo de irse, y Steve lo acompañó a su auto.

—Wheeler acaba de amenazar con dispararme.

—Sí, claro... —dijo el chico, riendo con ironía.

—No entiendo cómo alguien puede ser amigo de su ex y de su nuevo novio... —mencionó Hargrove, moviendo la cabeza a los lados.

—Pues... Hay algunas cosas de las que sólo puedo hablar con ellos...

—¿Como... de esa chica que murió en tu piscina?

—Mmmh —asintió Harrington—. Entre otras cosas...

Se quedaron de pie junto al Camaro, solo mirándose. Parecía un buen momento para darse un beso de despedida; pero, justo en ese instante, los retoños de Steve aparecieron en tropel calle abajo, en sus bicicletas y patineta. Cuando notaron a Steve, se pusieron a gritarle sus felicitaciones y a mostrarle todo lo que llevaban en sus canastillas: dulces de distintos tipos, frituras, refrescos y demás.

Billy rio al ver la cara que puso Steve. El pobre había creído que tendría el resto del día para descansar y recuperarse de su resaca post cumpleaños, pero ahora tenía que soportar que sus pequeños amigos lo festejaran a su manera.

Lanzándole a Billy miradas recelosas, los preadolescentes llevaron a Steve al interior de la casa. Max no los siguió de inmediato.

—¿Entonces, pasaste aquí la noche? —le preguntó. Su expresión era como de indiferencia, pero Billy sabía que estaba actuando para que no sospechara que había estado preocupada porque no había llegado a dormir a casa. 

Billy la miró con detenimiento, y entonces, tuvo una revelación.

—¿Fuiste tú, verdad?

—¡Claro que no! —dijo la chica, a la defensiva, cruzando los brazos—. ¿A qué te refieres? —preguntó, luego de un momento.

—Tú le contaste al policía.

—¡Claro que no! —repitió, pero luego tragó saliva con nerviosismo—. Bueno, no exactamente... —murmuró, luego de un momento—. Yo estaba hablando con El... Y no sabía que Hop estaba escuchando...

—¿Qué le dijiste?

—Le dije... que me da miedo que un día Neil... te mate... —dijo la chica con la voz temblorosa.

Billy se recargó en el Camaro, exhalando lentamente, para no echarse a llorar. 

—Bueno... Ve con tus amigos —masculló, sin mirar a su hermana a los ojos.

Max asintió con la cabeza, e hizo ademán de ir a la casa; pero, se detuvo, volvió sobre sus pasos y lo abrazó. Billy le dio unas palmadas torpes en los omoplatos, abrumado.

—Te veo en la casa —dijo Max, dándole la espalda rápidamente, pero Billy pudo ver como se llevaba las manos a la cara, para limpiarla.

***







Solo queda un capítulo, amigxs ;)

M*erdas normales (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora