El dolor a veces puede ser una alarma, cada punzada es un indicio, una alerta que puede significar miles de cosas, como que sigues vivo o que algo catastrófico se aproxima.
Rowena sentía dolor, algo presionaba su pecho con fuerza y a veces tenía que entreabrir sus labios para buscar una manera de respirar, llevar aire a sus pulmones. Estaba tan encasillada en los dolores de su alma y corazón, que no sintió las chispas recorrer sus dedos y brazos, otro tipo de dolor que quería darle un mensaje.
Rowena estaba conmocionada.
Conocía el nombre de su madre.
—Polaris —dijo al aire para saborearlo.
Era un bonito nombre. El nombre de una brillante estrella del norte. Una estrella que podía guiar.
Rowena inspiró con fuerza y dejó el diario sobre el edredón.
Rolan y Polaris habían sido sus padres. Ya no era simplemente Rowena Denís Wölgub, hija de Rolan el Aventura y que no sabía nada de su madre más que tres adjetivos. Ahora era Rowena Denís Wölgub Acrux.
Una parte de ella sentía regocijo por saber más, por tener estos detalles a su alcance, pero la otra parte seguía insistiendo en que no valía la pena tener esas respuestas a cambio de la vida de su padre.
Rowena mordió su labio inferior con fuerza y levemente se tornó a un tono blanco.
Observó la planta en la maceta y el jarrón junto a ella.
Quizá pudiese ya plantarlo. La Orilla del Cuerno sería un buen lugar para eso, tenían recuerdos ahí y Rowena lo podría visitar todos los días.
Asintiendo con la cabeza, se levantó de la cama y comenzó a dar vueltas de un lado a otro, Yen la observaba fijamente, ladeando la cabeza. Estaba recostada sobre la cama y, como ya era usual, acechaba con la mirada a Rowena tanto como Darion también lo hacía.
«Debe de haber algo con los ojos color mar» pensó Rowena, observando también a Yen.
Rowena aplaudió dos veces para que Yen la siguiera a la sala mientras llevaba la planta con la maceta y el jarrón. Lo dejó sobre la mesa y, tomando unos guantes viejos de su madre con un hoyo en uno de los dedos, comenzó a mezclar la tierra con las cenizas dentro del jarrón.
Repetía en su mente muchos mantras, a veces los susurraba a las cenizas que comenzaban a revolverse con la tierra fértil.
Sus dedos seguían crispando, avisando la proximidad de algo, pero Rowena no les prestó ni la mínima atención.
Entonces llamaron a la puerta.
El eco del sonido rebotó por las entrada hasta la sala donde Rowena estaba. Se congeló inmediatamente y alzó la vista a la nada. Sintió el miedo reocrrer su espalda y garganta como un frío con la textura de una lija.
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En las fauces del lobo | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO
FantasyHabía una vez una chica que entró en las fauces del lobo para salvarse de los mismos lobos. ⋆ ☽ ⋆ Mazefrek es un pueblo olvidado de Rutonia a orillas de un Bosque Maldito, un pueblo llen...