36 | Enfrentamiento contra el caos

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Las espesas nubes en el cielo no tardaron en dejar caer las gotas, primero fueron pequeñas gotas que anunciaron el inicio. Golpearon el suelo y las ventanas con delicadeza para después coger fuerza. Grandes gotas comenzaron a alarmar a todo Mazefrek, el fuego de las antorchas se vio apagado por el agua. Aquello se volvió más que una alerta, era la confirmación de lo que más temían ya estaba ocurriendo.

El Cielo lloraba aquella mañana, como si supise todo lo que estuviese aproximándose. Una cacería. Una catátrofe. Se podía oler la sangre antes siquiera de caer.

Todos se miraron con alarma mientras la intensidad de la lluvia no hacía más que incrementar. Aquello no iba para bien y absultamente todos ahí lo sabían. Y muchas opciones no tenían. Tristán Goldberg tiró todos los objetos sin valor que cargaba en ese momento y buscó la mano de su esposa y de su hija, para después echarse a correr y entrar en casa.

Cedric observó como Gwendolyn era arrebatada de su lado, el pánico lo inundó, pero se dijo a sí mismo que de esa forma estaría más segura, por lo que fuese a suceder en ese momento.

El miedo podía olerse en el ambiente, todos estaban tensos, buscando a la gente que querían o buscando el peligro que acechaba por encima de ellos, podían sentir la respiración pesada de la incertidumbre en sus nucas.

Terrence abrazó a Heidi sin ninguna duda, utilizando su cuerpo como un escudo, no podían dejarse llevar por el pánico y correr, abandonar todo. No sabían lo que sucedería, pero tendrían que estar juntos para confrontarlo.

Esus olfateó el aire, y una enorme sonrisa de superioridad se enmarcó sobre sus labios. Podía olerlo, podía sentir el miedo. Aquello estaba empezando y nada le daba más gusto que aquello.

Darion y el resto de la manada lo observaba atentamente, se habían reunido aquella mañana para finalizar con los últimos detalles.

—Es el momento.

La sonrisa de Esus creció con malicia, y Darion, de ser una criatura medianamente normal, habría tenido miedo, pero no lo sentía. No temía a Esus como alguien que no entiendiese lo que ocurría le tendría.

La transformación fue inminente. Esus se transformó un lobo de pelaje osucor, de ojos brillantes y mirada asesina. Todos saltar a sus posiciones y desaparecieron. Esus esperó con ansias, olfateando el aire, observando cada rincón, arañando el suelo y dando vueltas.

Darion y Finn se colocaron en posición, sin alejarse demasiado del alfa y mirando al norte. Era por fin su momento de hablar, Esus estaba demasiado ocupado fijándose en otras cosas para prestarles verdadera atención.

—Quería...

—Hablar conmigo —terminó Finn con una juguetona sonrisa, dejando caer el peso de su cuerpo sobre el tronco de un árbol.

Darion asintió y tragó saliva, sintiendo la garganta áspera y seca.

—Vamos, dime lo que tengas que decir —pidió con un suspiro— pero quiero que sepas que yo no tuve nadita que ver. De hecho, no lo quería aunque todos queramos un poco de poder e importancia aquí. Te juro que...

Darion, mitad divertido y mitad cohibido, negó con la cabeza.

—Claro que sé que no, Finn, te conozco.

Y era verdad. Jamás dudaría de Finn, a pesar de siempre verle como el más débil, era consciente de que tendría que aprender un par de cosas de él, como la lealtad.

—Es solo que... Rowena es...

—Importante para ti —le ayudó sin soltar la sonrisa de sus labios.

En las fauces del lobo | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora