Había una vez una chica que entró en las fauces del lobo para salvarse de los mismos lobos.
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Mazefrek es un pueblo olvidado de Rutonia a orillas de un Bosque Maldito, un pueblo llen...
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Rowena observó su alrededor y contuvo las lágrimas que se acumularon en sus ojos.
—Sí, hay algo, pero antes de que me juzguen, por favor permítanme expresarme en nombre de mi padre, Rolando Smirnoff Wölgub.
El Sabio asintió con la cabeza, con sus manos entrelazadas y lanzando miradas fugaces a los habitantes de Mazefrek, quienes se veían ansiosos por conocer lo que Rowena diría a continuación. El miedo, con un sabor amargo, se instaló debajo de la lengua de Rowena, ella tragó la bilis y contuvo el aliento.
Debía juntar las fuerzas y decirlo.
Sabía con perfección que la señalarían con el dedo, pero tenía la esperanza de que no fuera así y la apoyaran... que apoyaran a su padre.
—Quiero pedirles un deseo y compartirles un secreto que mi padre me confió.
Todos guardaron silencio y la observaron expectantes.
—Hay algo que mi padre quería cuando llegase el momento de partir. Él no quería que su cuerpo fuese uno más del montón en la zona alejada del pueblo con una lápida que pasaría de todos.
—¿Y qué otra forma hay? ¿Dejar su cuerpo colgado como hicieron con piratas y criminales? —se levantó uno.
Rowena se mordió el labio inferior.
—Hay algo más. No es estrictamente necesario que se quede el cuerpo completamente hasta llegar al estado de putrefacción.
—¿Cuál era su deseo, querida? —preguntó el Sabio.
Rowena lo observó.
—Quería ser ceniza.
Todos guardaron silencio una vez más y se tensaron en sus asientos.
—¡Está endemoniada! —gritó una mujer, levantándose— Lo supe desde el primer instante, pero quise tener la fe de que era mentira. La niña tiene un demonio dentro de ella y nos quiere ¡condenar! —bramó con fuerza.
Rowena retrocedió instintivamente.
Las muestras de pena y lástima se habían esfumado de los rostros de la mayoría.
—No... eso no es cierto —murmuró con miedo en la garganta.
—¡Lo es! —escupió un hombre con el cabello graso, levantándose por igual— desde que llegaste del Bosque Maldito todos lo supimos y debimos matarte como se había planeado.
El Sabio alzó la manos para calmar a la muchedumbre que comenzaba a escandalizarse.
—Rowena —se acercó a ella y le sujetó la mano, ésta tenía los ojos desorbitados por el pánico— eso no está permitido en Mazefrek, no podemos convertir a tu padre en ceniza; el pueblo cree que Destino nos ha dado un cuerpo a todos por alguna razón y no podemos desobedecer sus deseos.