29 | La verdad sobre Polaris & Rowena

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29 | La verdad sobre Polaris & Rowena

Aquella noche era estruendosa, pero entre todo el caos, Rolan y Polaris lograron conciliar el sueño, abrazados el uno al otro. Ajenos a que algo podía salir terriblemente mal. Quizá, de entre los dos, Polaris fuese la que más se hacía a la idea, pero en los brazos de Rolan, ella estaba resguardada, como si olvidara su misma existencia.

Pero entonces un terrible movimiento sacudió toda la casa. El lugar entero parecía inmerso en un terremoto. Ambos abrieron los ojos a la par y se observaron entre la penumbra. Rolan se levantó de la cama y se dirigió a la pequeña ventana de la habitación, pero no lograba ver nada... mas que una luz extremadamente blanca y superficial. Una que iluminaba y cegaba.

Entrecerró los ojos y se giró a la puerta.

Antes de que pudiese él girar la perilla vieja y grasienta, ésta se abrió, mostrando a Arturo con un quinqué.

—Algo extraño está sucediendo, salgan.

Polaris tomó su ropa y, rápidamente, se vistió para salir detrás de Rolan, sujetándose de su brazo.

—¿Y si mejor permanecemos en la habitación? —pidió con una sonrisa nerviosa.

Ese tipo de sonrisa que oculta demasiadas cosas para ser verdad.

—Sea lo que sea... no creo que sea la mejor opción, yo iré a ver, si quieres permanece aquí.

Polaris se limitó a hacer una mueca de disgusto y negó con la cabeza.

—Voy contigo —susurró, observando por encima de su hombro.

No quería quedarse sola, sabía que era más peligroso.

Acompañó a Rolan fuera de la habitación, aún sujetando su brazo. Bajaron los peldaños. Arturo alumbraba con el quinqué los pasos que daban y su esposa, Grenda, ya se encontraba abajo, rebuscando entre los cajones del pequeño salón. Una vez en el primer piso, observaron a su alrededor.

La luz blanca buscaba entrar por la casa, se reflejaba en las ventanas y el orificios de las puertas que daban al exterior.

Polaris tembló bajo el brazo de Rolan y éste la observó.

Algo no andaba bien con ella, estaba muchísimo más temerosa, preocupada y consternada.

Arturo anunció que abriría la puerta y saldría a ver lo que ocurría, Rolan fue tras de él. Lo primero que sucedió fue que la luz cegó a ambos durante un tiempo reducido. Entrecerraron los ojos e intentaron avanzar con precaución. La tierra bajo sus pies, aún mojada por la reciente lluvia, gruñía con enojo.

La luz era tan fuerte que los había atolondrado, pero al poco lograron acostumbrarse un poco.

—¿Hola? —llamó Arturo— ¿Hay alguien aquí?

Al principio, nadie respondió, pero después es escucharon, lo que bien podría decribirse como unos gruñidos.

Ambos retrocedieron unos pasos y siguieron observando al frente. Entonces unas sombras parecieron rodearlos y unos ojos los observaban fijamente, podían sentirlo.

—Queremos a Stella Polaris Acrux —dijo una voz ronca y casi apagada, pero tan resonante como una trompeta.

Rolan se petrificó en su lugar.

—Tráiganla —ordenó la misma voz.

Rolan no iba a hacerlo, no quería entregar a Polaris a lo que fuese que estuviera ahí. Podía sonar ridículo, pero en ese momento, Rolan tenía la certeza que aquella mujer que Destino le había unido, era el amor de su vida... esa pizca llena de azúcar que faltaba en su vida.

En las fauces del lobo | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora