03 | Un chico inexpresivo y una sensación particular

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Sombras

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Sombras. Ignoradas y especiales. Aparecen y desaparecen, pero cuando no se ven siempre están ahí. Observan cosas que nosotros no somos capaces de percibir, sin embargo, nunca nadie se ha sentado a charlar y tratar de entender a su propia sombra.

Tal vez si les diéramos la oportunidad de expresarse todo sería distinto. Quizá las respuestas llegarían de forma sencilla y la oscuridad no sería vista como maldad. Solamente es un tal vez...

—¿Disculpa? —inquirió la señorita Brighton con los ojos entreabiertos mientras Rowena se volvía un manojo de nervios.

Ambas guardaron silencio y la habitación se lleno de sombras que nadie prestó atención, el ambiente se volvió denso y a Rowena le costaba respirar, creyendo que se trataba de los nervios.

—Es una du-duda —titubeó la muchacha.

—¿Por qué preguntas eso? —inquirió la anciana.

Rowena tragó con fuerza, su saliva parecía estar hecha de rocas, le raspó la garganta y se vio forzada a hacer una mueca.

—Solamente le estaba dando vueltas al asunto y quería saber si...

—No lo hagas —espetó la señorita Brighton mientras llenaba las bolsitas.

Rowena apretó sus labios y, por inercia, mordió su lengua. Sobresaltada observó a la anciana que se encorvaba por encima del mueble y con sus lánguidos dedos le pidió que se acercara.

Una sensación invadió el cuerpo de Rowena, dio un paso al frente y, reteniendo el aire se acercó mientras apretaba el paso, como si no quisiese avanzar por el miedo que sentía. Los ojos de la anciana eran oscuros y no se podían observar más allá de ellos.

Las sombras observaban con impaciencia la escena y, como decía, eran capaces de observar dentro de los ojos de la señorita Brighton, así como Rowena no podía hacerlo.

—Pero yo... —musitó Rowena una vez cerca de ella, como si tuviera la necesidad de responder a lo anterior.

—No hagas esas preguntas a las demás personas del pueblo, te cortarían tu afilada lengua antes de que pudieses siquiera terminar de formularla.

Rowena tragó en seco, una vez más.

—Yo solamente quería saber si...

—¿Acaso viste algo? —inquirió la mujer— ¿Viste algo dentro del bosque? Si es así, aléjate. Ya nadie quiere ver más de esas historias por aquí.

Los habitantes de Mazefrek estaban aterrados, el bosque era su punto débil.

Rowena retrocedió unos pasos y pegó su cesta a su cuerpo.

—No vuelvas a preguntar nada de eso. Nadie debe escucharte, Rowena Wölgub y no te atrevas a desafiar las leyes de este pueblo. Jamás entres al bosque, ¿me entendiste?

En las fauces del lobo | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora