38 | Ganadores cargados a muerte

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38 | Ganadores cargados a muerte

Habían ganado, pero no se sentía como si hubise terminado. Los vencedores se sentían sin fuerzas y no tenían una razón para celebrar. La Luna Llenaba brillaba en el Cielo y nadie estaba ahí para observar su magnificencia ni para confesar sus pecados. Porque esa noche misma era un cúmulo de transgresiones.

Aquella noche de Luna Llena era culpable como un pecado.

Heidi había preparado té mientras esperaban en el interior de la casa, todos tenían una taza en mano, Terrence y Ludwig observaban por la ventana y discutía sobre lo que parecía estar sucediendo fuera.

Las cosas se habían calmado, habían logrado extinguir los incendios y ahora atendían a los heridos. Vieron a Odette ser transportada, tenía los ojos cerrados y ni siquiera sabían decir si respiraba.

Desde ese día, Odette sería considerada toda una heroína.

Era una bruja, hija de la bruja que el pueblo más temía, pero ella misma los había salvado y los había liberado de su maldición, había dado casi su vida por ellos, que siempre la juzgaron y trataron mal.

—Esto hará las cosas muy diferentes para Mazefrek —murmuró Terrence, llevando su taza a los labios.

Ludwig sonrió sin mucho ánimo.

—Ni que lo digas...

Heidi estaba sentada mirando el suelo, mientras Cedric, Gwendolyn y Casiopea conversaban a ratos, con voz apagada.

—¿Por qué Yen nos trajo aquí? —preguntó la chica de cabello corto, alzando la vista.

Todos miraron a Heidi y se encogieron de hombros.

—¿Rowena estará bien? —preguntó Gwen.

—Al menos no estuvo presente en la masacre del pueblo —dijo Cedric con una sonrisa.

—Me temo que se habrá metido en algo peor que esto —contestó Terry, negando con la cabeza—. Ay, Rowena...

Casiopea los observaba en silencio, sintiéndose culpable. Ella no tenía la culpa de las cosas que se habían revelado aquel día, ni que Rowena estuviese desaparecida, pero no podía evitar preguntarse: «si yo nunca hubiese aparecido... ¿las cosas serían diferentes?»

Lo único que les quedaba era esperar. Temían irse y que Yen regresase furiosa porque no estaban, por algo los había llevado hasta ahí. Todos los que estaban sentados en el salón, sabían que estaba a punto de ocurrir algo grande e importante.

Otra cosa que les cambiaría la vida.

—¿Más té? —preguntó Heidi poniéndose en pie, rompiendo el silencio que se había apoderado de la casa.

Todos asintieron, necesitaban algo que los distrajera y que los calmara. Cedric se recostó en el regazo de Gwendolyn, y se dedicó a observarla, mientras ella únicamente miraba al frente, dubitativa.

Cedric se permitía apreciar con descaro las facciones de la chica, que sentía su mirada y se ponía nerviosa. Suspiró pesadamente y, como un reflejo, comenzó a jugar con los mechones claros de Cedric.

El chico sonrió, bastante complacido.

—¿En qué piensas? —le preguntó después de un buen rato.

Gwendolyn parpadeó y controló sus dedos. Cedric maldijo mentalmente, entonces bajó sus ojos a él.

—En lo que estará haciendo Rowena —dijo, humedeciendo sus labios—, espero que no sea nada...

En las fauces del lobo | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora