09 | La vieja manca

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Una pequeña bellota rodó y rodó cuesta abajo sobre el camino de tierra, rodó hasta estrellarse con el primer escalón de madera de la vieja casa

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Una pequeña bellota rodó y rodó cuesta abajo sobre el camino de tierra, rodó hasta estrellarse con el primer escalón de madera de la vieja casa. Todo pareció estar sumido en la plenitud del silencio hasta que un grito ensordecedor saltó.

Quizá provino del interior, tal vez era del exterior.

La bellota quedó estática después del golpe y, de algún lugar, saltó algo que terminó destrozando la bellota.

⋆☽⋆

Rowena avanzó, sus piernas ardían y sus pies se debilitaban, sin embargo, intentaba imaginar que el dolor no existía, de esa forma podía seguir andando hasta la casa.

El viento rugía en el oído de Rowena, como si quisiese advertirle de algo, algo grande que estaba próximo a suceder; las sombras danzaban con más fuerza con ayuda del viento, ellos intentaban detenerla, pero ninguno logró sujetarla. Como siempre, Rowena fue oídos sordos al viento y vista ciega a las sombras.

Cuando estuvo cerca de la casa, sintió que el viento rugió con más fuerza, pues su cabello se lanzó con fuerza hacia atrás y se vio obligada a retroceder dos pasos, tambaleantemente. El frío erizó su piel y pareció que esa área del bosque se oscureció. Un escalofrío recorrió la espalda de Rowena.

Rowena buscó los ojos de Yen, ésta la observaba fijamente, inquisitiva, parecía igual de confundida que ella. «Yo puedo» pensó Rowena, llenando sus pulmones de aire, intentando imaginar que eso que aspiraba era valor, «soy valiente y me sobran agallas» se repitió mentalmente y siguió avanzando hasta la puerta principal.

La puerta era de madera, con los años se había ido despintando, en algunas partes era más débil el color que en otras, el sol había absorbido gran parte.

Rowena tuvo que tragar con fuerza antes de armarse de valor para tocar la puerta con sus nudillos. Al tercer golpe, la puerta se abrió lentamente, revelando una habitación sumida en la penumbra.

Buscó con la mirada algo que sirviese como respuesta, pero todo estaba excesivamente tranquilo y eso volvía todo mucho más sospechoso. Rowena descubrió que todas las ventanas estaban abiertas y, pese a eso, la iluminación de la habitación dentro de la pequeña casa seguía siendo casi nula.

Empujó lo que quedaba de la puerta y asomó la cabeza. Podía observar algunas cosas, como una mesa vieja, pequeña y llena de trastos, una puerta a la derecha y otras más atrás de la mesa.

Dentro parecía existir un sonido, un traqueteo que permanecía con el mismo ritmo. Un golpe y luego otro.

—¿Hola? —llamó Rowena con el corazón en la garganta.

El golpeteo siguió.

—¿Puedo pasar?

Otra vez los golpes.

En las fauces del lobo | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora