No soy frágil

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Alessandro me besaba con ganas, y yo sentía que flotaba en una nube, a miles de kilómetros por encima del internado. No pensaba, no medía mis actos, sólo lo quería a él, cerca, muy cerca de mí. Me aferré a su cuello y profundicé nuestro beso, dejándome llevar por el deseo y el calor de su cuerpo contra mi camisa mojada.

Por desgracia, la alegre voz de Alan de me devolvió a la tierra de golpe.

—¡No me jodas!

—¡Lo sabía! —Gritó Jake riendo. Alessandro y yo nos separamos para ver cómo se chocaban la mano, animados—. Tío, eres mi ídolo. —Dijo girándose hacia Alessandro.

Todo el mundo nos estaba mirando. Algunos boquiabiertos, otros enfurecidos, otros curiosos, y sólo unos pocos con una pequeña sonrisa. Mis ojos vagaron por el comedor rápidamente, sintiendo como mis mejillas ardían, hasta encontrarme con el rostro de Susan, que me miraba roja por la ira.

—Creo que se acabó el secreto. —Susurró Alessandro pasándome una mano por los hombros en afán protector, mientras trataba de disimular una sonrisa.

Durante la cena, los chicos nos bombardearon a preguntas. Se alegraban mucho por nosotros, pero sobretodo admiraban el cambio que se había producido en Alessandro, que reía, hablaba y participaba activamente en todas las conversaciones.

Filipp era el que más lo observaba. Se notaba que el proyecto de pelirrojo le importaba y que se sentía feliz de verlo bien. Yo nunca había tenido amigos, aparte de Pablo y las gemelas, y saber que Alessandro y yo contábamos con un amigo como él me llenaba el pecho de orgullo.

—Voy a por los cafés. Cappuchino para Alessandro, Espresso para Alan, Latte para Alina, y un Lágrima con doble de azúcar para Jake. —  Recitó el rubio de memoria.

—Soy pura dulzura. —  Dijo Jake, pestañeando cómicamente, para ganarse una mirada reprobatoria de Alan.

—Los hombres toman el café sólo. —  Lo desafió.

—Es que sabe tan agrio... —  El castaño ponía una amarga mueca, mientras que su amigo negaba, resignado, haciéndonos reír.

Filipp llamó mi atención por encima de las risas y señaló la barra con la cabeza. Caminamos juntos en silencio hasta llegar frente al camarero.

—Así que... ¿pretendíais guardarlo en secreto? —Preguntó él después de hacer el pedido. Me sonrojé con violencia, y él me dedicó una sonrisa cariñosa.

—Sí... bueno... A-Alessandro no estaba muy de acuerdo con eso...

—Creo que lo dejó claro hace un rato -Se burló. Mi cara estalló en llamas y Filipp rió, despeinándome como siempre—. ¿Por qué querías ocultarlo?

Le expliqué entre susurros mi miedo a ser descubiertos y a que nuestro noviazgo tuviese consecuencias negativas para mi padre. Mientras Filipp me escuchaba, su gesto mutó poco a poco, hasta quedarse completamente serio, asintiendo y haciendo pequeñas muecas con la boca; cuando terminé, se tomó unos breves segundos para procesar la información antes de hablar.

—Aunque se descubra vuestra identidad, no creo que Drew diga nada —Su mirada vagó por el comedor hasta dar con la mesa de los jugadores de futbol, donde Drew estaba sentado con la mirada perdida—. No le conviene.

—Alessandro piensa lo mismo. Pero a mí me preocupa que pueda llegar a querer cobrarse los golpes de la pelea.

—Todos recibimos algún puñetazo aquel día —Negó él—. Además, su problema es conmigo, no con Alessandro. Me preocupas más tú, ahora mismo.

—¿Yo? ¿Por qué? —Filipp observaba a nuestro alrededor, cauteloso, y eso me ponía aún más nerviosa.

—Temo la reacción de las seguidoras de Alessandro.

Mariposas eléctricas ©   (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora